Desde la campaña, el presidente Andrés Manuel López Obrador no ha tenido empacho en definirse como un liberal, pintando así su raya y contrastando con los que él llama conservadores.
En entrevista, ya como Presidente electo, se quejó de que sus adversarios son los conservadores hipócritas que lo atacan, pero no le parecía extraño. “¡Así va a ser todo el sexenio, esa es su naturaleza!”, dijo.
Esta percepción del Presidente puede darles contexto a los desencuentros recientes con la clase empresarial, como si se tratara de una lucha de clases.
AMLO es como un ave de tempestades, genera emociones contrastantes, se está a su favor o en su contra, imposible permanecer indiferente, pareciera que un velo de maniqueísmo político cubre las rígidas posiciones espasmódicas de unos y otros.
“Entre el odio y el amor, solo hay un paso”, reza la conseja popular. Pero, probablemente, en política no es así y menos aún tratándose del presidente Andrés Manuel López Obrador.
El analista Hernán Gómez Barrera señala que detrás del odio político entre el Presidente y los empresarios cupulares, existe un sentimiento irracional de exaltado desprecio y odio de clase, enmarcado y adjetivado con los epítetos de Chairo y Fifí.
Esta actitud se ha promovido principalmente desde el poder político y económico.
Así las cosas, el Presidente cerró las puertas a los empresarios. Los escucha, pero no los considera, sus propuestas no son atendidas.
Carlos Salazar Lomelín, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, dijo que la crisis es inminente, y que el Gobierno Federal no ha entendido la dimensión del problema desde el punto de vista económico y de las empresas.
Aseguró que se requieren medidas más audaces que las que hasta la fecha se han tomado.
Probablemente, la reticencia del Presidente se deba al fantasma de los abusos del Fobaproa.
Carlos Salazar Lomelín también cuestionó y llamó a los diversos actores políticos (a la oposición) a hacer la parte que les corresponde. La clase empresarial votó por el PAN y considera que éste no está haciendo su trabajo de oposición.
Los empresarios sienten que los han dejado solos, que no los están representando, que esos actores políticos ya no son sus interlocutores ante el Gobierno Federal.
Ya olvidó el albiazul que los empresarios fueron sus mecenas electorales que les dieron votos y dinero, aunque no fue suficiente para ganar.
La oposición es actualmente como una masa informe y etérea: Aparecen tímidamente, como una luz que agoniza& Parecen enfermos, no hablan, no oyen, tampoco ven ni sienten, padecen del síndrome catatónico, con honrosas excepciones, como el diputado Juan Carlos Romero Hicks y el senador Damián Zepeda.
Está perdiendo la gran oportunidad de ser la interlocutora entre sociedad y gobierno, esa posibilidad se la arrebataron los empresarios camerales.
Desde hace más de 200 años, el péndulo de la Historia ha llevado a la confrontación de los mexicanos en una lucha fratricida de ideologías entre conservadores y liberales.
Las ideologías son las diferentes interpretaciones del mundo, es un conjunto normativo de emociones, ideas, modelos económicos y creencias colectivas referidas a la conducta social humana.
Los políticos deben dejar atrás los fantasmas del pasado y levantar la mirada hacia el futuro. Se necesita de la política, no de confrontaciones estériles de ideologías y rumores que socavan y envenenan el aire que respiramos.
El hombre es un animal sociable; pero, también, es un animal egoísta, dispuesto a la satisfacción de sus propios deseos, sin importarle lo que pase con el otro.
La política es necesaria para construir acuerdos y que los conflictos de intereses se zanjen de otra forma que no sea la violencia.
En México, no se necesita una visión maniquea que ahondaría en diferencias de clase, buenos y malos, morenos y gentiles, chairos y fifís, conservadores y liberales.
Estos estereotipos diferenciales podrían generar una atmósfera cargada y tóxica, todos los mexicanos quieren que el país marche bien.
No es necesario que todos piensen de la misma manera; lo que sí es condición sine qua non, es que el Presidente sea el garante de la pluralidad, de la unidad de esa diversidad y gobierne para todos, sin prejuicios, alejado de las sombras del ayer.
Es importante que deconstruya su visión reduccionista del mundo, de conservadores y liberales, chairos y fifís.
México es un mosaico de valores, mucho más grande que la visión maniquea y reduccionista del Presidente.
Deben quedar atrás filias y fobias. Hasta donde la historia nos lleva de la mano, las confrontaciones del poder económico con el Presidente han causado estragos, habría que recordar el periodo de López Portillo.
El Presidente no puede solo, tampoco los empresarios. El poder político debe hacerse acompañar de las estructuras sociales, del poder económico, con reglas éticas para una sana relación.
Son plausibles las medidas de apoyo económico del Gobierno Federal para los que menos tienen, pero son insuficientes para el resto de la economía.
La esencia del ser humano es carencia; por lo tanto, es deseo, y los deseos son el motor de la Historia. El poder no es un fin en sí mismo, éste tiene sentido cuando se ejerce generosamente y se pone al servicio de los demás.
Pero, ¿cuáles son los deseos del Presidente que no coinciden con los deseos de los empresarios?
El fin es el mismo, pero con diferentes medios con visiones doctrinarias que debieran dejarse de lado, y dar paso así a la concreción de acciones, con visión pragmática, que aminoren la crisis mediante la creatividad y la política.
Es urgente apoyar con créditos de liquidez a las micro, pequeñas y medianas industrias y changarros, que generan el 76% del empleo.
Las grandes empresas tienen los elementos suficientes de crédito en México y en el exterior para subsistir.
Es urgente dejar las ideologías que polarizan; individualmente, todo resultará insuficiente; el esfuerzo conjunto de empresarios, ciudadanos y los diferentes órdenes de gobierno, debe de producir esperanza y optimismo, porque cuando las acciones sociales se interrelacionan con las acciones de gobierno para el beneficio de la colectividad, esto se traduce en resultados productivos.
El fin último de la política es la felicidad de los ciudadanos. Ésta puede ser objetiva, que es la justicia; y, subjetiva, que procede de la diferencia entre lo esperado y lo conseguido. El pueblo espera mucho de sus políticos y sus empresarios.
Al salir de esta crisis, habrá muchos ciudadanos frustrados que harán pagar a los que fallen, altos costos políticos: El “pagaré” tiene fecha de vencimiento: las elecciones del 2021, donde se elegirán congresos, federal y estatales, alcaldías y 13 gubernaturas&
El voto premia o castiga, todo puede cambiar, así es la democracia.
Las crisis empobrecen, agobia a la población la de sanidad y económica; a la fecha, ya se perdieron todos los empleos creados el año pasado. ¡Pobre México! El Presidente no confía en los empresarios; y, los empresarios desconfían del Presidente&
La discordia va in crescendo, el peligro es que se radicalice el Presidente y se agregue una crisis más a las ya existentes: La política.