Ya pasaron casi 50 años desde que aquel viejo pescador campechano, Rudesindo Cantarell, en 1971, informara a Pemex de una gran mancha de aceite que brotaba desde el fondo del mar de Campeche. Posteriormente, esto daría lugar al Complejo Cantarell, con su inolvidable pozo “Chac,” que daría lugar a uno de los yacimientos más grandes del mundo.
Entonces, el presidente José López Portillo declaraba a los mexicanos que: “Tenemos que acostumbrarnos a vivir en la abundancia”. Así las cosas, esto provocó una vanidad de altura, y un ego propio de ególatras reflejado en la Torre Pemex de 52 pisos de altura, en el centro de la capital de la República, con un costo de 150 millones de dólares de entonces. Con orgullo rampante se decía: “Será la más alta de América Latina”.
Pero, los mexicanos no alcanzaron a acostumbrarse a vivir en la opulencia, como dijo López Portillo, porque todo fue efímero& unos cuantos fueron los beneficiarios de esa jauja petrolera y aquel sexenio terminó en crisis. A partir del 2009, Pemex ha estado técnicamente en quiebra, con un saldo de capital negativo: Actualmente, se importa el 70% de la gasolina, la producción y extracción de crudo bajó más de la mitad, Pemex no sabe perforar en aguas profundas donde se puede encontrar petróleo; además, es la petrolera más endeudada del mundo. Agoniza la gallina de los huevos de oro, que mantuvo por mucho los dispendios y corruptelas de políticos y gobiernos.
Durante el primer trimestre del 2020, Pemex registró pérdidas por más de 562.2 mil millones de pesos, cifra que es 15.7 veces la que registró en igual lapso de 2019.Pero, lo peor está por venir, debido a la caída mundial de los precios del petróleo. La mezcla mexicana cayó desde 40.9 dólares por barril, hasta los 14 dólares. Esta disminución de los precios del mercado afectará mortalmente aún más los resultados de la empresa.
La empresa más grande de México debe pagar su deuda financiera de 106,000 millones de dólares, en los próximos tres años, dinero que no tiene. Así las cosas, en el 2019, el presidente López Obrador decidió inyectarle más de 145 mil millones de pesos al moribundo Pemex. Pero, las calificadoras señalan que los apoyos son insuficientes. Es decir, el plan de negocios de la paraestatal ya no es viable. Estos nubarrones que se ciernen sobre el futuro de la petrolera asustan a inversionistas tenedores de bonos, calificadoras y al mundo financiero, porque pueden arrastrar a México en su calificación, con los consabidos males para el país y los mexicanos.
Pero, después de ser Pemex una de las más importantes del mundo, ¿por qué llegó a esta lamentable situación? El problema es que los yacimientos de petróleo fácil, en tierra o en aguas someras, ya se acabaron. Éstos soportaron crisis económicas, desaciertos de gobiernos y absurdo gasto gubernamental, así como corrupción sin límites. Los presidentes de México dilapidaron esos recursos y, con lo que sobraba, sobornaban a los gobernadores, entregándoles cuantiosas sumas que estos a la vez gastaron en “viajes, viejas, suburbans y palenques,” dice Fox. El resto se lo robaban; lo anterior, era la manera de tenerlos quietecitos.
La solución sería privatizar Pemex, hacerlo una empresa público-privada que cotizara en Bolsa. Pero, históricamente y durante siglos, México ha vivido, dominado por creencias nacionalistas y religiosas que han impedido avanzar… Las reverencias al nacionalismo petrolero aún están en el imaginario colectivo de los mexicanos en el siglo XXI. & Los gobiernos necesitan crear iconos, mitos y fantasmas para poder manipular el inconsciente colectivo de los gobernados. Así sucedió con la expropiación petrolera, incluida en el Gran relato y elevada a la categoría de icono nacional, para el altar de la patria. Pero, Pemex tiene que cambiar para generar mejores condiciones de vida para los mexicanos. La condición es dejar atrás las creencias y avanzar hacia el futuro con ideas.
DA