La semana pasada me puse mariachi, y le dediqué mi columna a todos aquellos que, desde mi punto de vista, debido al encierro ya quieren salir a la calle a “escupirse unos a otros”.
Para quienes vieron esta frase como una invitación a esa fea manera de violentarse a escupitajos, les aclaro, qué no, que solo era una alusión a ese bella costumbre de platicar, hablar, conversar expulsando esas pequeñas gotas de saliva, conocidas en el bajo mundo de las pandemias como microgotas de Flügge.
Aclarado el punto, ahora si paso, a la letal arma biológica en la que se ha convertido nuestra saliva, con la que otrora pegábamos de manera inofensiva y hasta con cierto amor los sobres que llevaban nuestras notas en letra manuscrita, a nuestros seres queridos. Hacerlo hoy, no solo sería un salvajismo, sino hasta un acto terrorista de impacto mundial.
Nadie hubiera imaginado, que nos convertiríamos en un arma biológica de bajo precio, con alcances insospechados. Y bueno, es que el virus SARS-CoV-2 es una enfermedad infectocontagiosa del mismo calibre que la estupidez de quienes publican fake news con singular alegría, que por cierto es otra epidemia que matará más personas que el COVID-19 ¿exagero? Claro qué no.
La infodemia, no produce síntomas como el covid-19: gripe, fiebre, tos seca, disnea, mialgia y fatiga, pero igual es asintomática hasta que la angustia, el pánico, la confusión, el desánimo, la tristeza, la desesperanza se instalan en la mente y la dirigen como kamikaze hasta el derrumbe emocional. Abundar sobre el paralelismo con el coronavirus, no es ocioso, ambos o ambas, poseen su corona real, pero en casos extremos el covid-19 produce neumonía, sepsis, choque séptico, y dificultad para respirar. La infodemia, tiene una singularidad, le produce placer a quien la propaga. De cierto, el 3% los infectados con todo rigor por el Covid-19 fallecen, por la infodemia aún no hay registro, ni forma de aplanar la curva.
El periodo de incubación de la infodemia, no es de cinco a 14 días como el Covid, es lento y prolongado, entre más tiempo pase frente al televisor el contagio se arraigará. Y sí lo refuerza con las fake news de Facebook, usted llegará a tener una sepsis neuronal. La mentira mata, es literal. A diferencia del Covid-19 la vacuna o tratamiento antivírico de la infodemia es dejar de escuchar o ver noticieros amarillistas, mentirosos, desde luego, es necesario apoyarse en profesionales de la información, y la terapia es efectiva.
Genaro Villamil, señala que “la infodemia no solo es un problema de contenidos falsos, exagerados, de medias verdades”, es “la diseminación de noticias falsas y alteradas, de videos que se truquean para dar la impresión inversa de lo que está sucediendo”. El objetivo es generar pánico, la comunicación virtual se ha convertido también en las redes del miedo.
Entre ambas epidemias, la desinformación no es casualidad, el tema político es un filón de oro para posicionar marcas y ratings partidistas. Hoy la numeralia del obituario real, es administrada desde los estados para vulnerar posiciones políticas, al punto de que las enfermedades respiratorias de neumonías atípicas con decesos, se han etiquetado por la presión político mediático, como coronavirus. Administrar los tiempos para exhibir u ocultar decesos es un arma con doble filo.
El matiz político de la epidemia, ha tocado zonas sensible hasta igualar el protocolo sanitario. Así de pronto nos enteramos de que las medidas de prevención recomendadas para salir ileso de temas de coyuntura política, incluye lavarse las manos, cubrirse la boca al toser o hablar, el distanciamiento físico entre los políticos, y el uso de mascarillas, además del autoaislamiento como medio de invisibilización de frente a las responsabilidades del servicio público. Gobernadores, directores del gobierno federal, presidentes municipales, regidores, figuras públicas, acuden al enclaustramiento voluntario para bajar los reflectores cuando la temperatura política sube peligrosamente, o para fines propagandísticos.
Como usted recordará, la Organización Mundial de la Salud, reconoció la pandemia el 11 de marzo de 2020. Es decir, era un asunto global, pero nutrido por nuestras pequeñas mezquindades, egoísmos, alimentados por el pánico a morir por falta de oxígeno, seguramente los arboles caídos, el planeta deforestado nos mandaban un mensaje de toma de conciencia. Y claro, llegó de la mano la tormenta de desinformación, el pánico, y con ello, la violencia irracional proyectada en contra de los trabajadores de la salud.
De cierto, las cifras de la pandemia hasta la semana pasada no eran menores. Al 5 de mayo de 2020, se informó de 3,7 millones de enfermos en 212 países (los países con mayor número de infectados son Estados Unidos, España, Italia, Reino Unido y Francia). Los decesos sumaban 258 000, y los cinco países con mayor cantidad de fallecidos son Estados Unidos, Reino Unido, Italia, España y Francia. Y de cierto, una cifra alentadora es que hay más de 1 millón de casos de personas recuperadas.
Dicen los mitos que el ser humano se moldeó de barro y saliva del creador. Nuestra saliva hoy satanizada por su poder fatal, superó toda forma de mortandad tecnológica. Una micro lluvia de saliva nos puso de rodillas, no frente al creador, no frente a la ciencia o la ignorancia, sino frente al miedo que alimentamos desde el corazón y la mente. La infodemia llegó para instalarse en nuestra casa, cerrar puertas y ventanas e impedir que no entre el coronavirus, es la ironía perfecta porque el otro enemigo duerme en casa.
Revolcadero. El contagio comunitario de Covid-19 en la familia Mendoza Cárdenas, es una geometría peligrosa, las líneas van desde la Tesorería, la dirección de Desarrollo Social, Imipe, Instituto de la Mujer, Coordinación de comunidades, sino incluso al mismo despacho de la presidencia municipal. El coronavirus mostró la cabeza del iceberg, y de la familia real que hoy teje su red político-partidista con cargo a los contribuyentes.