Los aprendizajes vienen en colores y formas; en bultos y cajas, te los venden por kilo. Otros son gratis, a granel; están aquellos que nadie los quiere, pero te los zumban como las sopas de doble cantidad, con trozo de nata y humeantes; innegables aquellos que vienen en litros o en grandes carretes. Me gustan los suavecitos, mullidos, los danzantes y revoltosos. He probado los ásperos, añejos, apestosos, me chocan los silenciosos, sorpresivos, ventajosos, algunos solo recordarlos son verdaderamente un delicioso bombón al placer, regocijo de la mente, gozo del cuerpo. Otros son espinas en el paladar, te marcan, dejan surcos. Algunos crees que nunca debiste de haberlos conocido, siendo esos los que templan el alma, sacuden el acero. Otros, de veras valdría nunca olvidarlos.
Aprender, nunca es opción, embustero quien proclama; pues aunque te creas bien gallo y repitas insistente ¡no aprendo, ni le aprenderé¡ hasta para eso te enseña la maestra vida, aprendes a aprender y a desaprender hasta ese sonoro día, en que la callada luna cierra tu aliento.
Nadie nace sabiendo, cierto es, pero nadie se muere sin saber. La selección de los aprendizajes depende de la preferencia que tengamos y muchas veces también de la opción. La gran ironía consiste en ese caminito a ciegas que hacemos durante el aprendizaje, pues al andarlo comienzas a enseñar y cuantas más veces lo recorras más aciertos, más errores, dudas, temores encontrarás y con ellos aprenderás y también seguro, enseñarás.
Cada ser, en sí lleva un maestro, despierto, dormido, guía. Tanto la flor, que abre por la mañana para morir en la tarde, como el sabio que descorre los velos del ciego, sordo, mudo e ignorante. Todos los días se cruza el aprendizaje, te roza el viento con su débil buenos días, te fustiga con su amenaza del ahora y para siempre. Cortés -casi maternal diría- te arrastra para conducirte a esas rutinas que te liberan de ti mismo, lavando con ellas el despojo que dejó la mala noche. Mi vida está colmada de grandes maestros, cada ser ha dejado en mi plasmado un brillante de su esencia. Muchos se quedaron en el cajón del olvido, otros permanecen y gravitan con la delicia que deja el profundo agradecimiento de la buena, placentera o del hiriente escarmiento. Soy lección de días, de tardes y de muchas repasadas, de eso me compongo.
Hoy estas letras, son hechas para ti, para usted, para aquel, que dedicó sus manos para señalarme el camino. A ti, quien con crueldad me mostraste cuan duras y frías pueden ser las esperanzas. Pienso en aquel, que acuñó sus mejores recuerdos para inspirar y perfumar mis noches de insomnio. Rezo por usted, quien dedicó su tiempo, para regarme con el don de las letras que destapan cielos y recorren el averno. Me inclino a ti, quien con tu escucha y ejemplo orientaste las escaladas, los viajes; con atinada prudencia encendiste en mis adentros el faro de regreso. A usted que adoctrinó, alfabetizó y catequizó esta alma rebelde e inquisitiva. Tú, quien amaestraste mis modos, a los tiempos. A ti, quien exhibiste mis miserias para infundirme el deseo de arriesgarme de una vez por todas a ser yo misma. Gracias, maestros de vida, de profundas, largas y cortas lecciones&mi vida entera, se las dedico con mis aciertos, con mis errores.