Los militares que la tarde del 29 de julio de 2010 entraron a la casa de Ignacio “Nacho” Coronel parecían tener muy claro su objetivo: 12 de los 13 balazos con los que abatieron al capo dieron al blanco en su costado izquierdo, ocho de ellos en la parte superior, buscando el corazón.
La única bala que entró por el lado derecho también fue letal, en el cuello, según revelan las imágenes hasta ahora inéditas que levantó la PGR en el sitio donde quedó tendido boca arriba el cuerpo del narcotraficante, en el descanso de una escalera con maceteros.
Coronel también sufrió nueve escoriaciones, cinco en el costado derecho y cuatro en el izquierdo, mismas que pudieron ser causadas por raspones o rozones de bala, de acuerdo con la serie fotográfica de la averiguación previa UEIDCS/348/2010.
La refriega en su residencia de Paseo de los Parques 1464, en Zapopan, Jalisco, dejó 34 casquillos de armas cortas y largas; 13 perforaciones de bala en las paredes; siete charcos de sangre en pisos y alfombras, y cuatro en las escaleras donde terminó recostado el cadáver.
En las imágenes que levantó un perito en fotografía forense, enviado desde el DF por la Dirección Ejecutiva de Laboratorios de la PGR, el cuerpo de “Nacho” aparece con unos tenis Nike y un pants blanco Adidas, con las bolsas salidas, esculcadas.
El Ejército dijo que llegó hasta esta mansión por una denuncia anónima y que le dispararon a Coronel en defensa propia, después de haber matado a un soldado al que disparó desde el interior de su recámara.
Repelieron y balearon al nativo de Canelas, Durango, cuando estaba en la habitación, sin quedar claro cómo es que su cuerpo quedó tendido en unos escalones que estaban a varios metros.
“Al tratar de ingresar a la habitación fue agredido (un soldado) por disparos de arma de fuego, recibiendo varios impactos, por lo que repelimos la agresión en virtud de que dicho sujeto no dejaba de dispararnos, cayendo de repente dicho sujeto sobre las escaleras”, dice el parte militar de aquella tarde.
En la recámara donde se supone que estaba el capo cuando llegaron las Fuerzas Especiales, se levantaron 15 del total de los 34 casquillos, y se encontraron siete de los 11 rastros hemáticos, algunos de gran tamaño, impregnados en una alfombra.
Para los peritos, el indicio número uno en la escena del crimen corresponde al cadáver acostado boca arriba en unas escaleras que llevaban a un descanso con cuatro macetas, junto a un armario de madera lisa.
Vestido con ropa deportiva blanca, Coronel llevaba colgado a la cintura un estuche con su celular y a unos centímetros de su mano izquierda, al pie de un macetero, estaba una pistola Colt calibre .38 cromada y cerca de su pie derecho un rifle AR-15.
En el cargador de la pistola quedaron ocho balas sin percutir y en el rifle un total de 11. “Nacho” tenía todavía 19 tiros cuando lo eliminaron los militares.
Alrededor del cuerpo se encontraron cuatro casquillos del arma larga, dos de ellos cerca de su cabeza. En una escalera que sale de la recámara y baja en línea transversal hasta el sitio donde Coronel cayó abatido, había otros seis casquillos.
Los forenses registraron 13 heridas de bala en el cadáver. Un tiro en el costado derecho del cuello, cuatro en el antebrazo izquierdo, muy cerca de la axila, otro que abrió el hombro en el mismo costado, dos en la axila izquierda y uno en el costado izquierdo del tórax, bajo la axila.
Una bala dio en el costado izquierdo del abdomen, dos en el muslo izquierdo y otra en la muñeca izquierda.
Tres de los 13 tiros destrozaron su piel, los que dieron en el hombro y muslo izquierdos, y en la axila del mismo costado.
Las nueve escoriaciones fueron en el lado derecho del abdomen, en el antebrazo derecho, en el mismo costado del cuello -a unos centímetros del balazo letal-, bajo la ceja y en el pómulo derechos, en el puño y la pierna izquierdos y dos alrededor de la axila izquierda.
El compadre de “El Chapo” Guzmán nada pudo hacer contra los militares que entraron a su casa ese jueves a las 1:20 de la tarde. Mató a un soldado y tenía guardados siete fusiles, ocho pistolas, 50 cargadores para armas largas y varios cartuchos.
Lo que nunca tuvo fue un equipo de seguridad que lo auxiliara para enfrentar al Ejército, que lo abatió igual que 17 años antes lo hizo con su hermano Magdaleno Coronel, en Guadalajara.
En las paredes de su recámara, “Nacho” tenía cuadros de la Santísima Trinidad, Cristo y la Virgen María, pero el más grande era el de San Judas Tadeo, el santo de las causas imposibles que aquella tarde le falló.

Fallece en casa que visitaba poco

La residencia donde murió Ignacio “Nacho” Coronel no parece ser un lugar donde viviera el capo o, por lo menos, que frecuentara.
En la casona de Zapopan las recámaras tenían televisiones de cinescopio, había habitaciones con king size sin sábanas ni cobijas y los baños no tenían ningún artículo de limpieza.
Coronel tenía al pie del jardín una terraza de estilo colonial con tejado y figuras de frutas colgadas a la pared, pero tampoco parecía haberla usado antes de su muerte, porque todas las sillas de madera estaban amontonadas una arriba de otra el día en que entraron por él.
Una de las salas tenía una mesa de centro y sillones rústicos juntados desordenadamente con una alfombra enrollada; en una de las bardas del jardín se observa un “diablito” que aparentemente usaba un empleado para tener electricidad.
La cocina integral de la casa, con una barra y campana extractora decoradas con azulejo poblano antiguo, lucía semivacía el día del operativo. No hay ningún traste, se observa sólo un frutero y un refrigerador de cuatro estantes, uno de ellos desocupado.
Coronel tenía en esta residencia una estancia con caminadora y una bicicleta estática. No hay registro de equipos de aire acondicionado, sólo contaba con ventiladores de pie redondo.
En el parte que levantaron los militares se menciona que fueron asegurados un Ford Grand Marquis 1998, una camioneta Subaru 2009 roja y una camioneta Hummer H3-D 2010, la favorita del capo. (A.Reforma)
No obstante, en el registro de fotografía forense, sólo aparece este último vehículo afuera de la residencia. Cuando la PGR abrió el zaguán principal, no se observó ningún vehículo en el estacionamiento.
En la estancia de descanso del jardinero, a un costado de una alberca con esculturas de ranas, había mayores señales de vida.
En el cuarto estaba una pequeña parrilla de gas, un galón de agua Bonafont, una licuadora, una jarra con leche, un huacal en el que se guardaban frascos de Nescafé, sal, azúcar, un cuchillero y un trapo.
Había también una televisión de cinescopio sobre un mueble sencillo de madera con ropa y calzado, así como una hielera de unicel de Oxxo.
Hiram Francisco Quiñones Gastélum, el cocinero que estaba con el capo, dijo en sus primeras declaraciones que esta residencia sólo era de descanso para Coronel, quien el día que murió había tenido una sesión de masaje y esperaba a un plomero que instalaría un regulador a la caldera de su alberca.

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