Los chimpancés que comparten alimentos son chimpancés afectuosos.

Así parece confirmarlo un estudio difundido el miércoles, según el cual los parientes más próximos del hombre forjan lazos de afecto a la hora de la comida.

Científicos alemanes, suizos, británicos y estadounidenses han descubierto que los chimpancés que comparten sus alimentos poseen niveles de oxitocina, la llamada “hormona del amor”, mayores que aquellos que no lo hacen.

Ya se conocía la relación de la oxitocina con el acto de forjar lazos de afecto entre madres y bebés al amamantar en muchos primates, incluidos los seres humanos.

Un estudio de chimpancés en el medio natural en Uganda halló que tanto el donante como el receptor de alimentos tienen niveles más altos de oxitocina en la orina, lo cual indica que el acto de compartir provoca sensaciones gratas en ambos.

Roman Wittig, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig, Alemania, dijo el nivel de oxitocina después de compartir alimentos era el doble que después del aseo mutuo, otra conducta social importante en estos primates.

“Creemos que compartir la comida ayuda a forjar nuevas amistades, mientras que el aseo mutuo es más bien una confirmación de las relaciones existentes”, dijo Wittig a la Associated Press vía telefónica.

La antropóloga Julia Lehmann, quien no participó del estudio, consideró los resultados “muy claros y altamente significativos”. Parecen confirmar la idea de que compartir los alimentos puede extender los beneficios sociales que normalmente se encuentran en animales emparentados a otros que no lo están, añadió. Dicho de otra manera, el camino al corazón del chimpancé pasa por el estómago.

“También me parece muy interesante que el sentido en que van los alimentos no afecta los resultados, es decir, que no es mejor recibir que dar, ni a la inversa, al menos en lo que hace a los niveles de oxitocina”, dijo Lehmann, de la universidad británica de Roehampton.

Se realizó la investigación en el medio natural porque los investigadores no tenían la certeza de que los animales en cautiverio reaccionarían de la misma manera a la oxitocina, dijo Wittig.

En los seres humanos se ha observado que los niños criados en instituciones suelen tener problemas luego para forjar lazos de afecto.

Si bien no se han realizado estudios sobre los niveles de oxitocina en los seres humanos después de comer, el principio podría ser aplicable, dijo Wittig.

“Sabemos desde hace décadas que la oxitocina aumenta en madres y bebés en edad de lactancia. Si consideramos que amamantar es una forma de compartir alimentos, entonces existe un mecanismo similar en los seres humanos”.

El estudio apareció el miércoles en la revista Proceedings of the Royal Society B.

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