Al grito unísono de “otra, otra”, pedían una canción más del cantante de baladas románticas Carlos Rivera. Las educadoras en su día están enfiladas al ras del templete del artista para corear sus canciones.
Gritan, aplauden y cantan, no sin antes levantar las manos lo más alto posible para intentar tomar una foto o un video de recuerdo.
Cada una tiene un lugar y no se moverán, buscan estar lo más cerca posible de Rivera, algunas ya se subieron en las sillas porque su estatura les impide ver al artista.
SE PONEN A BAILAR
Mientras que en aquella mesa, en el centro del jardín Perla, cerca de las cámaras de video que filman el espectáculo musical, se levantaron las educadoras, movieron sillas, mesas y abrieron un espacio para bailar.
También iniciaron las rifas de pantallas y aparatos electrónicos, parece casi imposible ganar algo entre todos los asistentes provenientes de Tolcayuca y Zempoala.
Después las maestras salen en grupos, algunas tomadas del brazo con los arreglos florales y otras apuradas porque tienen que dar clases después del convivio.
Ahora sólo quedan restos de refrescos, comida y gelatinas que se están derritiendo. ¡Joven, una foto, por favor!, le dicen ocho profesoras a la persona que atiende los sanitarios en el salón, el lugar que más de una improvisó como set fotográfico.