Margaret Thatcher transformó la economía británica durante poco más de una década en el gobierno. Impuso políticas de libre mercado que ayudaron al país a deshacerse de su deterioro de la posguerra y agitó el confortable mundo de los bancos y los corredores de bolsa con una ráfaga de desregulaciones —que llegó a ser conocida como el “Big Bang”— que hizo de Londres uno de los centros financieros más preeminentes del mundo.

Pero si bien Thatcher gobernó en una era de crecimiento económico sin precedentes, su legado en cuestiones económicas sigue siendo polémico. Algunos argumentan que sus políticas también sembraron las semillas de la crisis financiera de 2008. Mientras tanto, la economía está en el borde de otra recesión y ella aún es injuriada por sindicatos que afirman que la “Dama de Hierro” hizo caso omiso de las necesidades de los trabajadores y la clase baja.

Thatcher murió el lunes por la mañana de una apoplejía a sus 87 años, informó su ex portavoz Tim Bell.

“Para sus seguidores, ella cambió Gran Bretaña de una nación en un declive industrial de largo plazo a una economía activa y dinámica. Para sus detractores, ella consolidó la inequidad entre regiones y clases, y puso el libre mercado por encima de todos los otros asuntos”, dijo en un comunicado Richard Carr, historiador político de la Universidad Anglia Ruskin. “Nuestras políticas, y muchos de nuestros políticos, han sido forjados en su legado”.

Cuando Thatcher llegó al número 10 de Downing Street en mayo de 1979, la primera mujer en ser primera ministra británica comenzó a modificar el orden económico existente. Al lado de su alma gemela conservadora, el presidente estadounidense Ronald Reagan, Thatcher rechazó la manera como la política económica había sido dirigida desde el final de la Segunda Guerra Mundial para favorecer un enfoque en la ideología de libre mercado que es aceptado por la mayoría del mundo hoy día.

La mujer que dijo que aprendió a ser cuidadosa con el dinero al ver a su padre verdulero buscar la manera de reducir el impacto del gobierno en la economía, redujo los poderes de los sindicatos y reformó el centro financiero de Londres.

En 1986, justo un año antes de que la película “Wall Street” acuñara la frase “la codicia es buena”, Thatcher forzó una ráfaga de reformas, las llamadas Big Bang, que acabó con la cultura del “club de chicos” que dominó Londres. Los cambios permitieron que bancos internacionales como Goldman Sachs entraran en acción y atrajeran una oleada de negocios extranjeros.

Eso cambió el sector de los servicios financieros y al país entero.

“El Big Bang abrió el camino para el espectacular crecimiento de la industria de los servicios financieros en Gran Bretaña”, indicó Iain Begg, un profesor de la Escuela de Economía de Londres. “Pasó de ser un centro bancario relativamente cómodo que hacía negocios con el resto del mundo a un jugador de ligas mayores ganando dinero del resto del mundo”.

Tales políticas de libre mercado fueron adoptadas por gobiernos subsecuentes, incluso por los gobiernos izquierdistas del Partido Laborista de Tony Blair y Gordon Brown.

Sin embargo, los críticos dicen que las políticas fueron llevadas demasiado lejos. Junto a toda la riqueza creada por los bancos, también acumularon demasiadas inversiones de riesgo. Cuando el mercado hipotecario estadounidense de alto riesgo empezó a paralizarse en 2007 y empezó una restricción crediticia global en 2008, los bancos británicos no estaban preparados.

La influencia de Thatcher en otros sectores de la economía ha resultado igual de perdurable.

La ex primera ministra tomó una postura radical en las huelgas de 1984 y 1985, encarando a los trabajadores de la minas de carbón con policías antimotines y aplastó el poder de los otrora fuertes sindicatos del país. La izquierda la satanizó como una destructora de sindicatos implacablemente hostil y alguien con una fría indiferencia hacia los pobres.

El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, ofreció su pésame por la muerte de Thatcher, pero incluso él subrayó el obstinado punto de vista de la ex primera ministra y estadista.

“Será recordada tanto por sus aportaciones como por sus reticencias sobre nuestro proyecto en común”, dijo Barroso.

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