Justo cuando parecía que Austria había salido ilesa de la crisis financiera en Europa, la austeridad ha golpeado al país en la forma de un impuesto a la sekt, la versión local de la champaña.

El previsto impuesto de menos de un euro (1,35 dólares) por botella es nada comparado con las penurias que han pasado en los últimos cinco años los ciudadanos de otras naciones de la Unión Europea.

También es sólo uno de los varios impuestos cuyas alzas el mes entrante redundarán en que los austriacos tengan que pagar más cuando compren tabaco y automóviles de lujo.

Sin embargo, el impuesto a la sekt es el que ha causado la mayor inconformidad.

Las estadísticas económicas de Austria brillan en comparación con las de las otras 28 naciones de la Unión Europea en tanto que los nuevos impuestos parecen más una medida preventiva que necesaria.

Austria registró en 2013 una tasa de desempleo de 4,9%, la más baja entre los 18 países que utilizan el euro como moneda.

La inflación permaneció abajo de 1,5% y el déficit fiscal apenas superó el 2% del producto interno bruto a finales de 2013. El ingreso promedio anual de los austriacos alcanzó poco más de 25.000 euros (aproximadamente 34.000 dólares).

Una combinación de poder adquisitivo y décadas de precios a la baja convirtieron al burbujeante vino austriaco de una bebida de lujo en un artículo de masas para las celebraciones de cumpleaños y otras ocasiones felices.

Sin embargo, el impuesto ha dejado un sabor agrio en las bocas de los principales consumidores, los miles de personas que tradicionalmente acuden a los bailes de invierno en los pomposos palacios de Viena.

Diversas organizaciones efectúan numerosas galas entre enero y marzo como la Opera Estatal de Viena, la pastelería de la ciudad, el gremio de farmacéuticos o la sociedad de cacería de Austria.

Todos los invitados beben sekt, que en su mejor versión, puede competir perfectamente con la delicada champaña.

Mientras que los boletos más caros en un palco VIP para el Baile de la Ópera cuestan el equivalente a 25.000 dólares y una botella de sekt, 250 euros (340 dólares), el gravamen fijado a esta bebida es de menos de un euro.

Sin embargo, el impuesto no causó gracia a la alta sociedad de Viena.

Incluso en el baile más prestigioso de la ciudad, “un euro hace una gran diferencia”, dijo Elisabeth Guertler, dueña del hotel Sacher cinco estrellas de Viena y presidenta de la famosa Escuela de Equitación Española de sementales blancos bailarines.

La organizadora del Baile de la Ópera Desiree Treichl-Stuergkh dijo que no puede comprender por qué “los austríacos deben pagar más por celebrar con nuestra bebida doméstica”.

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