Cada día más niños y adolescentes tienen acceso a las bebidas alcohólicas.
Un estudio elaborado por la Secretaría de Salud, revela que al menos 161 mil niños guanajuatenses de 10 a 14 años de edad confesaron haber consumido bebidas alcohólicas alguna vez en su corta vida.
Otros 385 mil adolescentes de 15 a 19 años reconocieron haberse embriagado alguna vez.
La base de datos de la Encuesta Nacional de Salud, levantada en 2012 pero procesada en 2013, revela que en seis años el consumo de bebidas alcohólicas creció 155% entre niños y adolescentes guanajuatenses.
En 2006 el 18% de los encuestados reconoció haber tomado bebidas alcohólicas y en el levantamiento realizado en 2012 el porcentaje se disparó al 46%.
Entre los niños de 10 a 14 años, el 27% aceptó haber probado alcohol alguna vez.
El consumo se da en mayor porcentaje en los niños que en las niñas.
“Por grupos de edad, en los hombres de 15 a 19 años de edad el porcentaje de los que han consumido bebidas alcohólicas alguna vez en la vida fue 2.3 veces mayor que el porcentaje en los de 10 a 14 años (69.2 y 29.8%, respectivamente)”, detalla el análisis de los datos, realizado por la Secretaría de Salud federal.
“Respecto a la comparación con las estimaciones nacionales, el porcentaje de adolescentes de Guanajuato que ha consumido bebidas alcohólicas alguna vez en la vida se ubicó en la posición 12 entre todos los estados y estuvo arriba de la estimación nacional”.
Intervienen escuelas
Las escuelas de León han empezado a aplicar programas para frenar las adicciones entre sus alumnos.
Alicia Ramírez Quiñones, directora de la Telesecundaria 405, ubicada en la colonia Deportiva II, dijo que realizan talleres de prevención del alcoholismo y drogadicción, así como promoción de los valores, con el apoyo del DIF y del Instituto de la Mujer.
Aseguró que también se trabaja en conjunto con los padres de familia, para auxiliarlos en que logren una mejor comunicación con los adolescentes.
“Es una forma de prevenir desde temprana edad”.
Carlos Hernández, director de la Telesecundaria 10, en la colonia Presidentes de México, mencionó que en la labor de prevención contra las adicciones se les exponen a los alumnos las consecuencias nocivas del consumo de sustancias.
“El medio que nos rodea propicia que los jóvenes puedan ir adquiriendo esos hábitos, esto no nace en la escuela, esto nace en la convivencia familiar, en hogares donde los padres tienen el problema (de alcoholismo)”.
La directora de la Telesecundaria 9, María Leonor Becerra Zúñiga, dijo que trabajan en conjunto con los maestros para tener una vigilancia constante de los 293 alumnos que hay en este plantel de la colonia El Cortijo.
El trabajo que se hace en la escuela para la prevención es en conjunto con la sociedad de padres de familia; se hacen operativos mochila, también se imparten pláticas del DIF en temas relacionados con la drogadicción y el alcoholismo, explicó la directora.
Se realizan cursos de orientación de nueve sesiones, y para ello cuentan con el apoyo del Instituto Juan Pablo II, que envía psicólogos.
Alma Castañeda, trabajadora social de la Secundaria Técnica 45, expuso que se trabaja en detectar a los alumnos que tienen conductas extrañas, para atenderlos de inmediato.
Mencionó que las características a tomar en cuenta son niños somnolientos, que puedan presentarse con los ojos irritados, con conductas agresivas y que sea frecuente que falten a clases.
En caso de detectar esto, se les canaliza a Trabajo Social para hacer una valoración en conjunto con el psicólogo. La Telesecundaria 283, de turno vespertino, promueve actividades deportivas, como futbol y box, para alejar a los alumnos de los vicios.
Rocío del Pilar Rangel Martínez, directora del plantel, opinó que un factor que puede detonar el alcoholismo en los menores, es la desunión familiar.
Mencionó que hay algunos alumnos que ya son independientes económicamente, y sus padres ya no se involucran en su educación.
“Es como si estuvieran huérfana”.
“Bebía hasta el amanecer”
Desde que tenía 12 años, Juan tomaba las cubas que su papá servía en las fiestas o a escondidas se bebía las cervezas que había en su casa.
Durante dos años fue bebedor ocasional, pero al cumplir los 14 se volvió adicto al alcohol.
Juan estudiaba la secundaria y atendía un negocio familiar de piel para calzado, ya que su papá se dedica a la curtiduría.
Debido a su alcoholismo precoz, el menor dejó de asistir a clases porque se iba con sus amigos ‘de pinta’, a beber. También dejó de atender el negocio familiar.
Los fines de semana los pasaba en fiestas.
“Al principio cuando salía, sólo me tomaba un six de cervezas, ya después tomaba diario con mis amigos en el carro, pero ya compraba botellas hasta amanecerle, a veces sólo me dormía una o dos horas diarias y a seguirla”.
El joven –actualmente de 16 años- relató que lo primero que hacía cuando despertaba era tomar una cerveza, por lo que no medía consecuencias.
Hace dos meses dejó de consumir alcohol y se internó en un centro de rehabilitación.
El negocio que sus papás le habían encomendado, se fue a la quiebra.
Meten alcohol a escuelas
En tres escuelas secundarias visitadas por AM, los directivos reconocieron haber detectado alumnos alcoholizados.
Un maestro relató que en un convivio escolar se descubrió a un menor de primero de secundaria en completo estado de ebriedad.
Al ser sorprendido, el menor decía “no tengo nada”. Cuando lo revisaron, le hallaron una botella de alcohol que había sacado de su casa.
Los directivos del plantel tomaron la decisión de suspenderlo temporalmente.
En otro caso, ocurrido en agosto de 2013, un estudiante de secundaria intentó entrar al plantel con un jugo que contenía alcohol.
El director de la escuela notó el comportamiento nervioso del menor de 13 años.
Al oler el jugo que llevaba, descubrió que estaba mezclado con alcohol.
Héctor Reyes, psicólogo de la Secundaria General 12, ubicada en León I, relató que se detectó un par de casos de jóvenes con aliento alcohólico que intentaron ingresar a la escuela.
Aclaró que este tipo de casos son esporádicos.
El primer filtro en la escuela son los prefectos, mediante ellos se detectó a dos jóvenes con aliento alcohólico. En otra ocasión vieron que un alumno intentó ingresar con una ración de alcohol en una botella.
“Aquí hacemos toda una labor, sobre todo con acciones de prevención y orientación a través de elaboración de carteles, mantas, visitas a los grupos, orientación a los padres y alumnos. Todos trabajamos en conjunto”, dijo el psicólogo.
Robaba cervezas a los 10 años
En las reuniones y fiestas familiares, Christopher robaba las cervezas y las cubas desde que tenía 10 años de edad.
En complicidad con un primo se ocultaba debajo de las mesas o trepaba a los árboles, consumían las bebidas alcohólicas que robaban. Fue así que inició su adicción.
“Como las tiendas no venden (alcohol) a menores, yo le decía a la gente que iba pasando en la calle que mi papá me había mandado por una caguama, que si por favor me la compraban porque me iba a regañar”.
Christopher abandonó la secundaria porque se puso a trabajar lavando autos, para obtener dinero para la compra de alcohol.
Mencionó que sus amistades siempre han sido mayores que él, por lo que la pasaba en la calle y fiestas, sin que nadie le dijera nada, ya que su mamá trabaja y su papá sólo va dos veces por semana a su casa.
Desde hace un mes fue internado en un centro de rehabilitación de León, y desde entonces no lo ha visitado ningún pariente. Tiene miedo de que al salir del tratamiento, vuelva a recaer en el alcoholismo.
‘Empecé a beber a los 8 años’
“Cuando tenía 8 años me tomé mi primera cerveza y desde entonces no he dejado de beber, hasta hace como dos meses”.
Esta confesión la hace un niño de 13 años de edad que se encuentra internado en el centro de rehabilitación CRREAD de León.
El menor –del que AM se reserva su identidad- relató que sus papás trabajaban, por lo que lo dejaban solo. Aprovechaba su ausencia para salir a la esquina de su casa, en donde se reunía con otros seis menores; fue con ellos con quienes empezó a tomar alcohol.
El dinero que su papá le daba para ir a la escuela, lo usaba para comprar cerveza.
Empezaba a tomar a las 10 de la mañana y regresaba a su casa a las 2 ó 3 de la madrugada.
“Cuando mi mamá no me dejaba entrar a la casa, me regresaba a tomar o me quedaba dormido en la calle. A veces duraba semanas que no iba a la casa. Me acuerdo que cuando estaba más niño sí me daba miedo andar en la calle, pero después se me quitó”.
Dejó la escuela cuando apenas cursaba quinto año de primaria.
Trabajaba en un estacionamiento, y todo su dinero se lo gastaba en botellas de vino y cerveza.
Hace dos meses, cuando la Policía lo sorprendió en un asalto, fue enviado al centro de rehabilitación.
Burlan prohibición
Con el auxilio de adultos, los menores de edad logran burlar la prohibición de adquirir bebidas alcohólicas.
“El señor de la vinatería es bien volado, y siempre nos vende”, dijo Jackie, estudiante de secundaria, quien se arregla y se maquilla para aparentar más edad y lograr adquirir bebidas para las fiestas que organiza en su casa, con el permiso de sus papás.
Juan, de 15 años y también estudiante de secundaria, dijo que se junta con vecinos de su colonia para tomar cerveza. Ellos ya son mayores de edad y son los que le regalan las bebidas.
Sus padres, dijo el estudiante, no se dan cuenta de que ya toma, porque a la hora en que se mete a su casa, ellos ya están dormidos.
Luis, estudiante de primero de secundaria, contó que sus primos que ya son mayores de edad son los que le invitan las cervezas, y se toma tres de un jalón.
“No se me sube”, dijo orgulloso el niño de 12 años.
El papá del menor sabe que toma, incluso le ha dado permiso de que ingiera cerveza en casos especiales, como partidos de futbol o reuniones familiares.
Lleva caguamas a clase
José conoció el alcohol con sus amistades de la secundaria. Todo empezó con una cerveza, que probó por curiosidad. Luego se volvió un bebedor diario.
A sus 15 años, ya sabe lo que es ponerse una borrachera.
Desde los 8 años, tras la separación de sus padres, embriagarse fue una forma de escape.
“Entre semana me echaba mis tequilas con los de ahí de la secundaria o metíamos las caguamas”, relató José.
Sus maestros no se percataban de que él y sus amigos introducían alcohol a los salones.
Su precoz alcoholismo provocó que continuamente se involucrara en riñas, incluso con pandillas.
“En unos quince años me descalabraron, andábamos tomados, se peleó un amigo, le hicimos el paro y me dieron un botellazo”, dijo mientras se reía de ese episodio de su vida.
José todavía frecuenta a sus amigos de parranda, pero sin consumir una gota de vino.
Tras meses de haber ingresado a un grupo de autoayuda, logró dejar el alcohol.
Se alcoholizaba a diario
“Cuando tenía 11 años me dieron una cerveza mis primos en una fiesta familiar, y desde entonces llevo 5 años tomando”, aseguró una adolescente que está internada en el Centro de Recuperación y Rehabilitación para Enfermos de Alcoholismo y Drogadicción Mich. A.C.
La menor platicó que su abuela se encontraba en una silla de ruedas y le pagaban por cuidarla. Con ese dinero compraba cerveza cada 8 días. Después comenzó a salir a fiestas con sus amigos y siempre terminaba ebria.
Comenzó a tomar entre semana, pero poco a poco fue creciendo su vicio, hasta terminar alcoholizándose todos los días.
Las cervezas las compraba por medio de conocidos o amigos que tenía en la cuadra de la casa de su abuela.
Dejó de asistir a clases por dedicarse a cuidar a su abuela, ya que era la forma de ganar dinero para seguir consumiendo alcohol.
La primera vez que decidió dejar de consumir alcohol, sólo aguantó dos meses. Ahora está próxima a cumplir tres meses en rehabilitación.