El agua lo cubrió todo. Los habitantes de Tula despertaron con sus casas inundadas y en la noche, luego de escapar de la corriente en medio del caos o esperar horas para ser rescatados, volvió a llover con el río que aún no disminuye su fuerza. 

Desbordado, a su paso derriba bardas, indiferente y letal invade plazas, no respeta vialidades, amenaza con tirar puentes y Tula está por cumplir 24 horas bajo el agua. 

Un espejo líquido sobre sus calles y avenidas que provocó 17 pacientes COVID muertos en una clínica del IMSS.

Quince de ellos murieron luego que los ventiladores a los que estaban conectados se detuvieron por el corte de energía eléctrica que provocó la inundación. Otros dos llegaron en busca de atención médica al área de coronavirus pero fallecieron.

Desde las zonas altas del municipio, se observa una capa gris que cubre a La Mora, 16 de Enero, La Malinche, San Lorenzo, Unidad Habitacional de Pemex, colonia Centro, San Marcos y El Carmen, luego que tres ríos se desbordaron: Tula, Rosas y Salado.

Autos y camiones bajo el agua, casas cuya parte visible es la azotea.

Más de 31 mil personas perdieron sus propiedades, salieron de sus casas con una maleta o una bolsa de plástico donde alcanzaron a meter parte de sus pertenencias, aquellas que tuvieron tiempo de salvar, de empacar. Lo demás permanece bajo el agua.

El servicio de energía eléctrica suspendido, la telefonía celular sin cobertura en las zonas inundadas y más de 200 personas que, al protegerse de la inundación, ahora esperan en azoteas o segundos pisos para ser rescatados.

Además, hay otra clase de lucha, de aquellos que lograron escapar de la crecida del agua y ahora piden a las autoridades buscar a sus familiares en las colonias inundadas.

La tragedia que dejó la tormenta y la sensación entre los vecinos del municipio de que lo peor aún está por pasar. Y en Tula no para de llover.

 
Los soldados empujan una lancha en las calles del centro de Tula. A bordo, varios niños observan el agua que cubre el asfalto y después los cargan para dejarlos en el piso, a lado de un adulto que sostiene una bolsa. 
 
Uno de los niños, mientras un soldado lo levanta en brazos, no suelta un oso de peluche. Otros llevan gatos dentro de jaulas, perros asustados que al llegar a tierra firme no quieren saltar de la lancha. 
 
El sonido de un silbato entre las calles inundadas busca la respuesta de los vecinos que no pueden salir de sus casas por la inundación. 

Donde antes había coches, personas y ruido, ahora solo hay agua, desolación. 
 
Desde un helicóptero, un hombre de uniforme rojo desciende hasta la azotea de una casa y coloca un chaleco azul marino a un adulto que lo espera. Ambos son elevados y con precisión entran a la aeronave. 
 
Cada vez que pasa un helicóptero del gobierno de la Ciudad de México y otro de la entidad mexiquense, regresan, dan vueltas, sobrevuelan un determinado punto, giran y buscan insistentes, es porque rescataron a un habitante de Tula y lo ponen a salvo para después recomenzar su tarea. 

 
Dos soldados cargan a una mujer de la tercera edad, quien dice que el agua alcanzó dos metros de altura y que incluso ya empezaba a inundar el segundo piso. 
 
Escuchó el tronido de los postes de luz de esa noche que no durmió y supo que debía ponerse a salvo, cuenta a los soldados que la cargan. 

Pasa un camión con logotipos de la Conagua. En su interior personas conectadas a tanques de oxígeno son atendidas por enfermeros envueltos en trajes blancos hasta la cabeza, cubrebocas y lentes, para después bajar del vehículo. 
 
En el puesto de mando, antes de pasar el puente, los cuerpos de rescate aguardan su turno para intervenir, los soldados impiden el paso, personas reparten comida, los centros de acopio reciben víveres y los albergues son ocupados en esta noche que no para de llover.

En medio de la tragedia también surgió la solidaridad de los habitantes de Tula que llevan cobijas y víveres para los damnificados, comida a los soldados y rescatistas.

Empieza a llover al caer la tarde, pronto la llovizna tupida será vendaval, pero una frase cobra fuerza ante la adversidad: vamos Tula.

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