Entre lágrimas y profunda tristeza, don Arturo Carranza Cervantes recuerda aquel martes 7 de septiembre, cuando vio a lo lejos su negocio de nieves y helados totalmente sumergido en aguas negras sin poder hacer nada.
Con 66 años de edad, observó cómo en unas cuantas horas, el trabajo de 17 años fue destrozado por el agua, una heladería en la calle Xicoténcatl del centro de Tula, a unos cuantos pasos del Hospital General Zona del IMSS.
Don Arturo, como es conocido por algunos locatarios, acudió el pasado martes a la plaza principal para registrarse en el censo municipal de damnificados, donde se daría por bien servido si logran reponerle dos de sus seis congeladores.
Acompañado de su hija y su nieta, relató a AM Hidalgo la terrible situación que vivió, la cual asegura que evidentemente no se la desea a nadie y de la cual todavía permanece incrédulo, pues le cuesta trabajo afrontarla.
CATASTRÓFICO DÍA
Arturo Carranza Cervantes, habitante de los barrios altos de Tula, todos los días se levantaba antes de las 8:00 horas para abrir su negocio en el centro, donde las paletas de limón y helados de chocolate eran el deleite de chicos y grandes para combatir el calor y la humedad que se genera en la región.
El lunes 6 de septiembre, ante las intensas lluvias que caían sobre Tula y todo el Valle de México, Arturo nunca se imaginó lo que podría suceder, hasta que en la madrugada del día siguiente escuchó los rumores de que el río se había desbordado, inundando todo el centro de la cabecera municipal.
“Estaba hablando con mi hermano en la madrugada, veíamos que entre amigos y familiares circulaba ya la noticia que el centro se iba a inundar completamente por el desbordamiento del río, me preocupe mucho por mi negocio”.
Relató que entonces su familia lo convenció que era muy peligroso salir a esas horas y tuvo que esperar a que amaneciera, así fueron las primeras horas de la inundación para don Arturo.
Ya con los primeros rayos del sol, corrió a inspeccionar su local, buscando por todas las entradas para llegar al centro sin encontrar alguna con paso, debido a los casi dos metros de altura que alcanzaba el agua.
Fue así como a lo lejos observó el hospital del IMSS, que se encontraba con el primer piso totalmente bajo el agua, en ese momento no pudo evitar pensar que su negocio se encontraba en la misma situación.
“Dos cuadras antes el agua estaba a un nivel muy alto, no pude acercarme por lo menos para ver la situación, es una sensación muy fea que a nadie se le desea, el trabajo de 17 años perdido en unas cuantas horas”.
EL SUPLICIO DE ESPERAR
Después de que ese martes observó su patrimonio sumergido, don Arturo no pudo hacer nada más que esperar a que el nivel del agua bajara, lo que sucedió hasta el jueves y se abrió pasó entre los 20 centímetros de lodo y suciedad.
Seis congeladores, recipientes de metal, utensilios, materia prima, mercancía ya elaborada y lo más importante para él, los recuerdos generados en los 17 años de existencia quedaron inservibles, desaparecieron entre la montaña de lodo.
La pérdida estimada que hace don Arturo es de aproximadamente 200 mil pesos, pero asegura que, si el gobierno municipal lo apoya con el dinero para dos congeladores y materia prima, puede arrancar nuevamente cuanto antes.
“No podría decir un valor exacto, como mi equipo no es nuevo, tampoco voy a dar una cifra alta. Calculo entre 120 y 200 mil pesos, ya que tenía seis congeladores, dos de ellos me costaron hace poco 17 mil cada uno, pero eran usados”.
Cuenta ya con su folio para dar seguimiento a la ayuda que posiblemente le brinde el ayuntamiento, por lo que espera que en uno o dos meses pueda emprender de nuevo su actividad y llevar el sustento a casa.