Aprovechando que autoridades capitalinas dieron retiro anticipado a la estatua de Cristóbal Colón en la glorieta que lleva su nombre en la Ciudad de México, un grupo de mujeres llegó para colocar su antimonumenta y de paso rebautizar el espacio como la Glorieta de las mujeres que luchan.

La base de la estatua se encuentra cercada mientras deciden qué van a poner para sustituir al genovés, pues aunque habían planeado la llegada de “Tlali” a fin de rendir homenaje a la mujer indígena (así con nombre y figura genéricos), la propuesta no prosperó más que para generar memes y críticas a las simulaciones gubernamentales de inclusión y reivindicación.

De tal forma que las mujeres tuvieron que brincarse la cerca para instalar su estatua y además la aprovecharon para escribir el nuevo nombre de la glorieta y otras consignas, así como nombres de víctimas de violencia, desaparición y feminicidio. 

Pues más tardaron en escribir sus varios y justos reclamos que en lo que el gobierno capitalino de Claudia Sheinbaum pintó nuevamente las vallas para borrar los mensajes de las manifestantes.

A estas alturas es ya viejo el debate por las pintas que tiro por viaje hacen mujeres durante protestas contra la violencia que padecen en este país. Esas manifestaciones las han llevado a cabo en varios estados y sin falta ni demora aparecen defensores de piedras y pintura que porque eso no sirve nada y nada más dañan el patrimonio de la nación. 

Dos horas después, los gobiernos, preocupados como siempre por su imagen, dejan las paredes como estaban y aquí nada pasó. Incluso, como medida de prevención, ya ocupan gigantescas vallas para evitar que persona alguna se acerque a los preciados muros de edificios públicos durante las manifestaciones. Si pensáramos mal de nuestras autoridades pareciera que son mucho más eficientes e interesadas en resguardar edificios y estatuas que la integridad de las mujeres y de la población en general, pero no queremos caer en suspicacias.

Sin embargo, ahora, con la celeridad para pintar ya no muros ni edificios, sino ¡vallas removibles!, el gobierno capitalino nos hace otra vez pensar (aunque no era necesario) lo que en verdad importa a las autoridades. Por cierto, a las actuales en Ciudad de México y federales, les encanta decir que no son como las de antes.

ACLARACIÓN                                            
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo. 

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