Guanajuato.- Manuel Vargas es un hombre que dice tener ya 73 años y que prefiere vivir aislado del mundo en lo que fueron las ruinas del templo de la Purísima Concepción, en lo que era la Mina de San Ignacio, a unas dos horas de Cristo Rey. Asegura que es monje de la Congregación de los Benedictinos.
Con un hábito de monje, barba crecida, tenis desgastados y una larga cabellera desaseada, sin cubreboca, pide ayuda frente al gigantesco Monumento de Cristo Rey.
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“Preferí separarme y vivir en la soledad del templo de la Mina de San Ignacio, como a dos horas de aquí; acudo a Cristo Rey para pedir ayuda y sobrevivir; pese a que muchas personas no les gusta la soledad, a mi sí, pues puedes convivir con la naturaleza y encontrarte con Dios”, dijo.
Sin embargo, reconoce que los mismos sacerdotes de la Diócesis lo rechazan y sólo se acercan para regañarlo y tratar de expulsarlo del lugar.
“No le hago daño a nadie; mi hogar son las ruinas de una Iglesia y me doy cuenta que mucha gente que dice ser muy cristiana no le gusta ayudar al prójimo. Muy poca gente me apoya con unas monedas”, señala Manuel, quien dice ser originario de Zamora, Michoacán.