Será porque hace poco cumplió 60 años Ciudad del Niño Don Bosco (la “pequeña Polonia), o porque el 31 de enero es fecha de la muerte de Don Bosco, cuando se le recuerda en todo el mundo o porque en nuestra Feria se realiza una tómbola anual para recaudar fondos, o porque su servidor está ligado hace 18 años a este proyecto, pero les escribo desde este maravilloso espacio en el sur de la ciudad, en Santa Rosa de Lima, donde trabajamos en la reconstrucción de los sueños de niñas, niños y adolescentes.  

Don Bosco (San Juan Bosco) fue un sacerdote fuera de serie, un creativo educador que se arremangaba la sotana negra y que rompía paradigmas en la manera de educar, -entonces acartonada y rígida-. Él fundó la Congregación Salesiana y desarrolló un moderno sistema pedagógico conocido como Sistema Preventivo para la formación de los niños y jóvenes y que promovió la construcción de muchas obras educativas al servicio de la juventud más vulnerable, especialmente en Europa y América Latina.

Europa vivía una enorme crisis a finales del siglo XIX: crecimiento poblacional, hambrunas, epidemias, reunificaciones como la de Italia y la pobreza generalizada que se traducía en miles de niños y jóvenes en las calles. Don Bosco fue un visionario de su tiempo al punto de intuir acontecimientos que se darían a lo largo del siglo XX en lo referente a sus salesianos, a la Iglesia Católica y al mundo en general. Su prestigio como sacerdote y como educador de los jóvenes necesitados o en riesgo, le valieron el respeto de las autoridades civiles y religiosas de su tiempo y de su país, así como una notable fama en el extranjero.  

A él le fue dado el título de “Padre, Maestro y Amigo de los Jóvenes” y fue autor también de numerosas obras de pedagogía práctica, basadas en anécdotas y sugerencias en su estilo práctico y amoroso de rescatar a los niños y jóvenes, todas dirigidas a la educación juvenil y uno de los principales promotores de la imprenta en esa necesidad de comunicar a los demás sus ideas (estoy seguro que si hubiera nacido en estos tempos seguro dominaría las redes sociales). Sus salesianos llegaron más tarde a México y en León crearon una enorme obra de iglesias, colegios y “patios” que ha beneficiado a miles de niños y jóvenes, ubicados en las zonas más difíciles y conflictivas.

Aprendí el “sistema preventivo” con los salesianos, esa manera de educar y aprender al estar al frente de su preparatoria más grande, la que tienen en la Ciudad de México (los jesuitas habían cerrado su preparatoria en esa ciudad) y logramos con un equipo de profesores que proveníamos de la espiritualidad ignaciana, un proyecto transformador. Allí entendí por qué Don Bosco recurría a magias, a juegos, a acrobacias, a la música, a eventos masivos, al arte de crear sonrisas, a todo lo que atraía la atención del joven y que lograba rescatar a las “ovejas perdidas”.

No he encontrado otra pedagogía más práctica y de sentido común que la de Don Bosco. Prevenir es mejor que corregir, es el fundamento del sistema educativo salesiano. Si el educador está presente con el joven, si entiende su mundo, si provoca experiencias transformadoras, si crea ambientes positivos, se neutralizará lo negativo. Líderes positivos neutralizan a los negativos. Son muchos los “tips” que se aprenden del sistema: el concepto de “patio” como pivote para el encuentro del educador con el joven; la “asistencia” como el acompañamiento con ellos; la “palabrita al oído” como estrategia para provocar reflexión; los “buenos días” como medio para estar siempre presente en los salones de clase; el ejemplo y la vida austera como palanca para provocar cambios. Los cuatro pilares: trabajo, estudio, juego y oración, todos como ingredientes para construir un ambiente de aprendizaje.

Aquí tenemos ahora el reto de reinsertar a los jóvenes en conflicto con la ley y que quieren escapar de las garras de los cárteles y de las drogas. No son cursos o charlas. Es el sistema preventivo del siglo XIX; es un internado donde están rodeados de un ambiente creador de confianza. Se trata de concretar las mejores ideas pedagógicas de Juan Bosco para rescatar paulatinamente y uno a uno, a los chavos y chavas que viven en las condiciones más reales de vulnerabilidad y pérdida de amor a la vida. Todo aquí, en León, como la primera vez, hace 60 años con los primeros huérfanos que aquí vivieron en el lugar que dejaron los niños polacos.

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