Hemos estado recibiendo la información de autoridades municipales de nuestra ciudad, de que durante la presente administración, en unos cuantos meses han causado baja más de trescientos policías preventivos por diversas causas; entre ellas las más comunes: Pérdida de confianza, abandono de empleo, faltas administrativas y otras.
Aún así, estimamos que en nuestro entorno todavía contamos afortunadamente con una mayoría de elementos policiacos que cumplen con los estándares de capacidad, respuesta oportuna y honestidad, y esas características nos salvan de caer en las garras de la delincuencia exacerbada como en otras latitudes; mientras no haya un contubernio entre ambas partes antagónicas podremos gozar de cierta tranquilidad.
El actual secretario de Seguridad, el licenciado Mario Bravo Arrona, ha hecho esfuerzos por mantener la cohesión de su equipo principal de mandos, salvo algunos cambios recientes por la permuta de la administración; pero en general su nivel de eficiencia se hace palpable, pues se han mantenido amplias zonas de la ciudad con bajos índices delictivos; aunque obvio hace falta mucho más por hacer, como la misión de la Academia de Policía para acompasar el ritmo de sustitución de las bajas comentadas, en lo que significó una gran labor del director anterior Maestro Fernando Rodríguez Hernández.
Otro aspecto sería la actualización y capacitación constante que no se alcanza en tiempo ni en infraestructura para desahogarla y evitar el estancamiento y obsolescencia de las técnicas a utilizar en la función policiaca; se trabaja a contrarreloj al menos para mantener la plantilla que llegaría a dos mil efectivos.
El comandante Crispín Aguilar Ledesma, un mando en retiro de la desaparecida Policía Federal de Caminos, ya hace tiempo avecindado en esta ciudad, nos ha comentado que aparte de las técnicas propias de la naturaleza del servicio como las artes marciales, defensa personal, tiro y manejo de armamento, estrategias, táctica, coordinación, disciplina, etcétera, debe hacerse énfasis en la ética del policía, la educación cívica y la educación para respeto al ciudadano. El “Talón de Aquiles” de estos órganos de Seguridad Pública, es la falta de mística y amor por el desempeño de las funciones y del servicio, pero sobre todo los valores de rectitud, honestidad, lealtad y permanencia, como una vocación, estilo de vida y ejemplo hacia los demás.
Recientemente una buena amiga, compañera desde la Escuela Preparatoria de León, al reencontrarnos y platicar, sabiendo que había renunciado a la Mesa Ciudadana de Seguridad y Justicia de este Municipio, me comentó que era una lástima que los ciudadanos nos venciéramos a veces por la apatía y desatención de las autoridades, que debíamos perseverar. Tiene razón Susana Scheleske, pero después de tres años de trabajo y ver que en unos meses se desteje o se rezaga lo avanzado, nos desesperamos.
Como detalle, me obsequió un libro viejo de hace casi 50 años que conservaba, un poco maltratado de sus pastas y forros, así como varias anotaciones en su texto, por su uso a propósito del tema, me refiero a “Sérpico”, del periodista, escritor e investigador Peter Mass, biógrafo de Frank Sérpico que a principios de los 70 siendo policía de Nueva York, emprendió acción por convicción personal contra la corrupción al interior de esa corporación hasta caer en una celada y casi perder la vida al recibir disparos en la cabeza que lo incapacitaron y retiraron del servicio de por vida a la edad de 36 años, con una pensión vitalicia y un permiso para continuar portando su arma Brownin, automática de catorce tiros. Cómo olvidar la magistral actuación de esta biografía llevada a la cinematografía por Al Pacino, quedando registrado como el prototipo del policía honesto, recto, íntegro e incorruptible. Necesitamos muchos “Sérpicos”.
“Me juré a mi mismo que haría cumplir la Ley. Y a quien primero tuve que enfrentarme fue a los propios policías”.