Empezó como un chiste: la 4T es la cuarta transformación del indestructible Partido Nacional Revolucionario -fundado por Calles en 1929-, luego convertido en Partido de la Revolución Mexicana -el nombre que le dio Cárdenas- y finalmente Partido Revolucionario Institucional -el que adoptó en 1946 a iniciativa de Ávila Camacho- y cuyo epígono sería el Movimiento de Regeneración Nacional, fundado por López Obrador en 2014.

Varias razones apuntarían a esta filiación: tanto AMLO como muchos de sus dirigentes militaron en el PRI; muchas de sus posiciones remiten al nacionalismo encarnado por sus avatares previos (al menos desde Cárdenas hasta López Portillo); tanto en el PRI como en Morena sus críticos detectan tendencias autoritarias, populistas y clientelistas semejantes; y, sobre todo, el electorado que durante muchos años votó por el PRI se ha trasvasado, cada vez con mayor claridad, al nuevo partido oficial.

En esta historia habría que recordar, sin embargo, un episodio intermedio: la escisión ocurrida en el PRI en 1987, en donde buena parte de su ala izquierda -encarnada en Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, y a la que se integraría López Obrador- fundó la Corriente Democrática, luego se alió con antiguos partidos satélite del PRI y el Partido Mexicano Socialista, que entonces intentaba unificar a la siempre dividida izquierda mexicana y al cabo dio paso al PRD, el partido bajo cuyas siglas compitió AMLO en las elecciones de 2006 y 2012. Prácticamente todo este último partido, salvo algunos rescoldos que se aferran a sus siglas, se trasladó igualmente a Morena.

De modo que, si atendemos solo a su historia -y, en especial, a la de sus electores-, Morena no solo es una reencarnación del PRI: se trata de una coalición más amplia que ha recogido, sin duda, a buena parte de los votantes priistas y perredistas, en un espectro ideológico -si fuera posible caracterizarlo a estas alturas- que va desde ciertos sectores de la derecha hasta antiguos simpatizantes comunistas. Un movimiento, en efecto, más que un partido -un poco como el PNR- capaz de agrupar a grandes sectores de la sociedad.

Si comparamos solo su fuerza territorial, no hay duda de que Morena ha llenado el vacío del PRI: 22 estados, mayorías absolutas en el Congreso y la Presidencia: un poder inaudito. Frente a este espectro avasallador -al que se suman los advenedizos Partido Verde y Partido del Trabajo-, la oposición ocupa un espectro parecido al que tuvo durante las últimas décadas del priismo: ese ámbito que antes se disputaban derecha e izquierda -en ese momento aún reconocibles-, hoy sigue teniéndolo la derecha -el PAN no se ha movido demasiado en todos estos años-, aliada a los sectores neoliberales del PRI y a un irrelevante PRD; por otro lado, cierto sector más o menos progresista, descontento con Morena, encuentra su sitio en Movimiento Ciudadano, que intenta ubicarse en el centroizquierda.

El espectacular crecimiento de Morena, que en el mejor de los casos la alianza opositora solo ha ralentizado, solo se explica con el tránsito masivo de los antiguos votantes del priismo hacia sus filas, pero también de numerosos ciudadanos sin adscripciones claras que todavía se hallan convencidos de que este nuevo partido supone una transformación de las estructuras de desigualdad -económica, política, social- y no solo de su entramado partidista. Hasta ahora, el partido del Presidente ha cumplido con su promesa de atender a los sectores abandonados por el PAN y el PRI neoliberal, pero ha traicionado prácticamente todas sus demás propuestas de campaña que provenían, a fin de cuentas, del sector marginal de izquierda incrustado en su movimiento.

Si en algo se parecen el PRI y Morena, no es tanto en su acción -el PRI fue un partido autoritario; Morena, hasta ahora, solo de un inquietante populismo-, sino en su engañoso perfil: así como el PRI insistió en presentarse como democrático, el partido del Presidente hoy insiste en decirse de izquierda -para enfrentarse a la odiada derecha-, aunque la mayor parte de sus políticas sean tan neoliberales como las que a diario afirma combatir.

@jvolpi

 

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