Recordemos a Umberto Eco, el luminoso escritor y filósofo italiano, el espléndido semiólogo, el autor de obras famosas como El nombre de la Rosa y El Péndulo de Foucault, cuando sostuvo que herramientas como Twitter y Facebook permitían que la opinión de los “necios” tuviera la misma relevancia que “la de un premio Nobel”. Acusó a las redes sociales de ser un instrumento “peligroso” porque no permitían conocer a quién estaba hablando y de haber generado una “invasión de imbéciles”, ya que “dan el derecho de hablar a legiones de idiotas”. 

Respecto a la influencia de internet sobre el trabajo periodístico, opinó: “No estoy seguro de que haya mejorado el periodismo, aún cuando es más fácil encontrar mentiras en internet que en las agencias internacionales de noticias”. Y explicó: “En el viejo periodismo, por muy asqueroso que fuese un periódico, había un control. Pero ahora todos los que habitan el planeta, incluyendo los locos y los idiotas, tienen derecho a la palabra pública”.

“La televisión ha promovido al tonto del pueblo, con respecto al cual el espectador se siente superior. El drama de internet es que ha promocionado al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad”.

Imposible olvidar cuando sostuvo que “las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho de hablar que un Premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”.

Sobre Twitter aclaró: “el fenómeno de Twitter es por una parte positivo, pensemos en China o en Erdogan. Hay quien llega a sostener que Auschwitz no habría sido posible con internet, porque las noticias se habrían difundido viralmente, pero por otra parte da derecho de palabra a legiones de imbéciles”, sostuvo en su discurso en la Universidad de Turín.

Sobre la influencia de internet en los medios de comunicación declaró lo siguiente: “Internet puede haber tomado el puesto del periodismo malo. Incluso Wikipedia está bien controlada. Yo soy profesor de universidad y si accedemos a una determinada página web podemos saber que está escrita por un loco, pero un chico no sabe si dice la verdad o si es mentira, es un problema muy grave que aún no está solucionado”.

Sus críticos le respondieron: “Su filosofía ya no tendrá mayor ECO en este fenómeno de información, porque las redes se han impregnado en las capas sociales, las marcas y los negocios, y quiérase o no, ya son parte de la sociedad de la información, un fenómeno de transformación profunda de la vida y de las relaciones entre individuos, gobiernos, empresas y organizaciones por el uso intensivo de tecnologías que facilitan la creación, distribución y manipulación de la información, jugando un papel esencial en las actividades sociales, culturales y económicas”.

Eco tiene razón al sostener que las redes son instrumentos peligrosos al no permitir identificar a quién está hablando y de haber generado una “invasión de imbéciles”, ya que “dan el derecho de hablar a legiones de idiotas”. Por supuesto que al referirse a “legiones” el gran filósofo no incurría en generalizaciones ni se le podría acusar de estar en contra de la libertad de expresión, pues cada quien puede acceder a internet con los riesgos que ello implica en lo personal, en lo social y en lo nacional.

El problema se magnifica en México, un país de reprobados con bajísimos índices de lectura, pésima evolución educativa y un marcado desprecio por la cultura promovido, además, en términos suicidas por el propio Gobierno. Resulta muy sencillo manipular a una nación en semejantes condiciones que escucha, en su inmensa mayoría, música grupera o guapachosa, ve telenovelas para estimular su proceso de estupidización y se cree, sin filtrar, aberrantes embustes, medias verdades y calumnias que llegan a decenas de millones de celulares existentes en México. 

Las redes son instrumentos peligrosos si son explotadas por populistas expertos en la creación y abuso de “legiones de idiotas” que ignoran las intenciones de quienes, sin piedad alguna, los manipulan no solo para impedirles salir de su asfixiante condición, sino para hundirlos aún más en ella.

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