Una clavadista mexicana denuncia que en febrero de 2021 fue violada en su propio domicilio por su compañero de vivienda, otro clavadista, también mexicano, con quien entrenaba en las instalaciones de la Comisión de Deporte del Estado de Guanajuato (Code), con el equipo que encabezan los entrenadores Francisco Rueda y su esposa, la medallista olímpica Laura Sánchez.
La agresión ocurrió en la ciudad de León, cuando la deportista aún era menor de edad –faltaban tres semanas para que cumpliera 18 años– y su agresor estaba a punto de cumplir 30. Pese a la diferencia de edad, y de que el victimario era su amigo, éste no se detuvo cuando ella le dijo que no quería tener relaciones sexuales con él.
Se archivó el caso
Antes de presentar una denuncia de hechos en la Fiscalía General del Estado de Guanajuato, la madre de la clavadista informó al entrenador sobre lo que su alumno le hizo a su hija. Sin embargo, Francisco Rueda no reportó lo ocurrido a las autoridades del Code. La mujer también le reclamó en persona al agresor, quien se disculpó con ella por lo ocurrido.
En aras de no revictimizar a la deportista su nombre será omitido y se le identificará como la “clavadista denunciante”. Asimismo, como existe una carpeta de investigación –y para no violar la presunción de inocencia–, tampoco se mencionará el nombre del deportista, se le citará como el “clavadista denunciado”.
La acusación por el probable delito de “por medio de la violencia imponer cópula” fue presentada 10 meses después de los hechos, el 1 de diciembre de 2021, y quedó asentada en la carpeta de investigación número 128639/2021, cuya copia posee este semanario. El presunto agresor fue citado a declarar, pero se reservó su derecho a hacerlo. Por falta de pruebas el Ministerio Público determinó el no ejercicio de la acción penal y el expediente fue enviado al archivo definitivo; pero como el delito no ha prescrito el caso puede ser reabierto.
Así habría ocurrido el ataque
En su declaración, la clavadista denunciante refirió que la noche del 14 de febrero de 2021 se encontraba en una casa de la colonia Pedregales del Gigante, en León, Guanajuato, donde vivía con su hermano, con otro deportista y con el clavadista denunciado. Según su dicho, en las tres recámaras de la planta superior dormían ella, el deportista y el clavadista. Su hermano tenía una cama en un espacio al lado de la cocina, en la planta baja.
Ella reveló que como a las nueve de la noche del día 14 recibió un mensaje de WhatsApp del clavadista en el cual le preguntó si tenía pomada para el dolor muscular y si se la llevaba a su recámara. Ella accedió. Después él le pidió que le ayudara a ponérsela en la espalda, lo cual ella hizo mientras él estaba de pie y le decía que se recostara con él en la cama. Ella no aceptó, pero sí se sentó en una de las orillas. Él cerró la puerta.
La clavadista narró que su compañero la jaló varias veces del hombro intentando acostarla. Ella no se dejaba, pero al mismo tiempo estaba mandándole mensajes a una amiga contándole lo que ocurría. “Le conté que tenía miedo porque él era muy insistente”.
La amiga le dijo que no tenía que hacer nada si no quería, que se fuera a su cuarto y se encerrara. Así lo hizo, pero no cerró la puerta con seguro y se acostó en su cama. Casi de inmediato entró el clavadista denunciado, se acostó a su lado y le aclaró que sólo estaría un rato ahí y luego se iría.
Ella seguía chateando en su teléfono. Sintió que él metió su mano debajo de su calzón, la tocó y luego introdujo sus dedos. “¿A poco no vas a dejar tu teléfono? ¿A poco no te gusta?”, le preguntó. Ella le contestó que no. Declaró que pensó en gritar a ver si su hermano la ayudaba, pero sólo pudo soltar el teléfono y entonces el sujeto le dijo: “Ya sabía que te iba a gustar”.
Con la autorización de la clavadista denunciante se reproduce de manera textual la declaración que está asentada en la carpeta de investigación. Declaró que entró en shock, su mente se desconectó cuando sintió el pene en su vagina. Ella ya no traía puesta su pijama, pero no sabe cómo es que él se la quitó y recordó que él le decía: “Tranquila, estás bien”, “¿por qué respiras tan extraño?”, “estás bien buena”.
“No sé cuánto tiempo pasó mientras me penetraba, pero yo sólo podía pensar en que todo esto iba a terminar, así que no dije ni hice nada (…) Cuando dejó de penetrarme se vistió y se fue”, declaró. También describió que en ese momento volvió a escribirle a su amiga para contarle lo que pasó y le pidió que no la juzgara ni pensara mal de ella. En los días subsecuentes, cada vez que lo veía, el clavadista le decía: “¿Verdad que estoy bien bueno, lo hago bien?” Ella le respondía que no. Esas palabras se las repitió hasta el hartazgo.
“Como yo era menor de edad y seguía viviendo en la misma casa con él, no supe qué hacer ni a quién contarle; así que, como era el único al que le hablaba (porque no tenía una buena relación ni con su hermano ni con el otro deportista), seguí teniendo contacto con él, pero ya no de la misma manera. Me enviaba mensajes en los que me decía: ‘Con una cogida se arregla todo’. Hasta que un día ya no me volvió a hablar”, quedó asentado en la carpeta de investigación.