Lo que hace un año era tristeza y desesperación, hoy es esfuerzo en Tula. Arturo y Manuel se esmeran para levantar sus negocios luego que el agua los sepultó el 7 de septiembre del año pasado.
La madrugada de ese día el río Tula se desbordó debido a un excedente de 500 metros cúbicos por segundo que corrían en su cauce, el doble de su capacidad natural, de acuerdo con un informe de la Comisión Nacional del Agua (Conagua).
Tal es el caso de los negocios de Arturo Carranza Cervantes y Manuel Aguilar, quienes vieron cómo el agua cubría la totalidad de sus locales, con pérdidas que rebasaron los 200 mil pesos.
DON ARTURO Y SU ESFUERZO
El día de la inundación Arturo Carranza Cervantes lloraba en la plaza pública de Tula pues su nevería quedó bajo el agua. En ese entonces el hombre entregaba documentación para un seguro que cubriría los daños de su negocio.
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El caudal había disminuido una semana después de la inundación y dejó al descubierto muebles inservibles arrastrados por la corriente, lodo y calles llenas de tierra que eran rociadas con cal para evitar infecciones y enfermedades.
Hombres con palas retiraban desperdicios y los acumulaban en trascabos para limpiar el centro del municipio; escuelas donde la suciedad cubría los pisos con ventanas y paredes marcadas con el nivel que alcanzó el agua.
Ahora, con 67 años de edad, el rostro de Carranza Cervantes se sobrepuso al desastre y luce distinto por el esfuerzo que hizo para recuperar su nevería.
La sonrisa y el buen trato son su tarjeta de presentación, lo cual contrasta con aquel 7 de septiembre cuando con lágrimas en los ojos lamentó, durante entrevista con AM Hidalgo, perder su nevería que tenía 17 años de servicio.
RECUERDOS DE LA INUNDACIÓN
En esta ocasión, enfundado en su mandil blanco, chaleco azul, camisa a cuadros, gorra blanca, lentes y su característico bigote, don Arturo narró lo difícil que fue recuperar un poco de lo que perdió en la inundación.
Su nevería se ubica en la calle Xicoténcatl del centro de Tula, a unos cuantos pasos del Hospital General Zona 5 del IMSS, donde murieron 16 pacientes, siete de ellos en el intento por ser trasladados a la parte alta, ante la creciente del agua provocada por las lluvias del Valle de México.
Tras la inundación, en el patio del nosocomio se acumulaban cuneros, refrigeradores clínicos, camas y tarjas que quedaron sumergidas bajo el agua.
Un año después, ese mismo patio luce desolado; sin embargo, las puertas que aquel 7 de septiembre estaban marcadas por el lodo hoy están limpias. A lo lejos se alcanza a ver un pasillo vacío, que pareciera no tener final.
RÍO DESBORDADO
Carranza Cervantes, habitante de los barrios altos de Tula, todos los días se levantaba antes de las 8:00 horas para abrir su negocio en el centro, donde las paletas de limón y helados de chocolate eran el deleite de chicos y grandes para combatir el calor y la humedad de la región.
El lunes 6 de septiembre, ante las intensas lluvias en Tula y todo el Valle de México, Arturo nunca se imaginó lo que podría suceder, hasta que en la madrugada del día siguiente escuchó los rumores de que el río se había desbordado e inundó todo el centro de la cabecera municipal.
A un año de esa catástrofe, Arturo comentó que se tardó poco más de tres meses en reabrir su negocio debido a las tareas de limpieza y la adquisición de nuevos refrigeradores.
“Salí adelante por mi familia, ellos me echaron la mano, perdí la cuenta cuando ya llevábamos 80 mil pesos gastados y el gobierno solo nos dio 10 mil”, comentó en su segunda entrevista con AM Hidalgo, a un año de la tragedia.
Con un semblante tranquilo mientras servía una nieve de limón, el hombre de edad avanzada prevé que en un año o un poco más podrá decir que su negocio ya está funcionando a cien por ciento.
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MANUEL, SIN RECUPERAR SU NEGOCIO
Toda una vida de trabajo duro fue arrastrada por el agua. Manuel Aguilar perdió su tienda de artículos médicos con la inundación del año pasado en Tula.
Ingeniero de profesión, con un cariño por las ventas arraigado de familia, Manuel Aguilar comenzó hace 27 años con su tienda de artículos médicos en la calle 16 de septiembre del centro de Tula.
Varias generaciones acudieron al establecimiento “D´ HGO”, donde el material de curación y equipo especializado como tanques de oxígeno, incubadoras y de cirugía, se podían encontrar con facilidad.
A un año de la inundación, Manuel aseguró en entrevista con AM Hidalgo que ha invertido aproximadamente 300 mil pesos para recuperar su negocio, de los cuales el gobierno municipal solo le dio mil 300.
El ingeniero estimó que son necesarios poco menos de 3 millones de pesos para recuperar lo perdido por lo que aún le falta bastante, admitió con semblante triste.
FUNDAMENTAL, APOYO DE SUS PROVEEDORES
El golpe económico fue aminorado, a decir de Manuel, por la amabilidad de sus proveedores, quienes le extendieron el plazo de pago para algunos artículos.
“Levanté mi negocio gracias también a los proveedores, quienes me extendieron el plazo de pago por lo que fue más fácil irles dando poco a poco y así destinar más dinero a mi local”, puntualizó.
Sin embargo, esa situación se polariza ante las bajas ventas que ha tenido a lo largo de este año, ejemplo de ello es el mes pasado cuando solo facturó 6 mil pesos.
Como se dice coloquialmente, este hombre originario de Tula “se las está viendo negras”, ya que en los últimos días sus ventas no han sobrepasado los mil pesos.
NOCHE TRÁGICA PARA MANUEL
El lunes 6 de septiembre por la noche Manuel se encontraba en su casa fuera de la zona urbana de Tula. La lluvia incesante comenzó a preocuparlo ya que la calle en la que se ubica su local tiende a inundarse al estar rodeada de una vía de tren y un paso elevado.
Al pasar las horas Manuel veía los avisos de la ciudadanía por redes sociales sobre el desbordamiento del río, lo que le quitó toda tranquilidad pues su establecimiento se encuentra aproximadamente a 300 metros del cauce del río Tula.
Llegó la medianoche y con ella la desesperación para él y su hijo, quienes decidieron darse una vuelta por el centro para revisar cómo se encontraba su local, pero ante el cierre de calles no pudieron acercarse.
27 AÑOS DE TRABAJO EN EL LODO
No tuvieron más opción que esperar a que el nivel del agua bajara, ya que el establecimiento de fachada blanca con letras rojas y azules estaba totalmente cubierto de agua y lodo, lo que provocó un sentimiento indescriptible para Manuel.
Al descender el nivel de la inundación, inmediatamente acudieron para revisar los daños y rescatar lo que aún sirviera. Sin embargo, lo que se encontraron al abrir la cortina quebró al hombre y su hijo, quienes quedaron sin palabras.
“No puedo describirte lo que sentimos, 27 años de trabajo tirados a la basura, cubiertos de suciedad, cosas flotando todavía, el olor insoportable, restos de basura, de verdad que me quedé sin palabras”, comentó Manuel mientras entristecía al recordar el momento.