El día que Tula amaneció bajo el agua, Uriel y los integrantes de la familia Castillo lucharon contra los más de dos metros que alcanzó el nivel de la inundación para salvar su negocio y su casa, respectivamente.

Dos historias con un mismo final, el esfuerzo para levantar el trabajo de mucho tiempo, por una parte, Uriel Hernández Cortés, quien perdió su negocio de más de 25 años con la inundación.

Mientras que la familia Castillo tuvo que despedirse de los muebles y recuerdos que tenían en la casa de su padre, pero se dicen afortunados al poner a salvo a muchas personas aquella noche en que el agua alcanzó más de dos metros de altura en la calle 16 de Septiembre.

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URIEL Y SU NEGOCIO DE 25 AÑOS BAJO EL AGUA

Uriel Hernández Cortés, quien se dedica desde hace 25 años a montar equipos de sonido para automóviles, también narró para este medio de comunicación cómo ha sido un año de esfuerzo para volver a abrir las puertas de su negocio.

Ubicado a unos pasos del puente de Zaragoza, que ahora se encuentra en reparación, Uriel aseguró que a un año de la inundación su establecimiento se encuentra a 30 por ciento de su funcionamiento.

Su negocio está enclavado en el centro de Tula, donde hace un año solo se permitía el paso al Ejército en las tareas de rescate.

HELICÓPTEROS SOBREVOLABAN TULA

A lo lejos, helicópteros sobrevolaban a baja altura para salvar a las personas que se resguardaban en los tejados de sus casas en medio de la inundación.

El negocio de Uriel fue solo uno de los tantos que sufrió los estragos del río Tula, único sistema de drenaje y desagüe del Valle de México y su población que ronda los 20 millones de habitantes, de acuerdo con diversos estudios.

“Gracias a Dios, por el tiempo que tengo trabajando los clientes son los que me han levantado, de eso no me puedo quejar, siguen viniendo y estamos todavía para atenderlos”, comentó.

Según cifras estimadas por el hombre con varios tatuajes en los brazos, quien vestía una playera azul y pantalón de mezclilla, aquel 7 de septiembre las pérdidas de su negocio rondaron los 350 mil pesos.

Esa cantidad se divide entre equipos de sonido ya hechos, materiales para su ensamblado o diversos artículos como llaves o cableado que nuevamente, después de un año, adornan sus paredes para su venta.

Actualmente, con la reparación del puente y las bajas ventas, para Uriel es incierto el tiempo que le tomará recuperar a cien por ciento su negocio ante los mil 200 pesos que les dio el gobierno municipal y los 10 mil del federal que a su parecer no sirvieron para nada.

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SOLIDARIDAD, EMBLEMA DE LA FAMILIA CASTILLO 

Palas, cubetas y una lancha de remos. Así Raúl Castillo recordó como hace un año removieron todo el lodo que quedó en la casa de su padre, además de ayudar a desalojar otras viviendas donde el agua alcanzó los dos metros de altura.

Al igual que la familia Castillo, muchas otras personas tuvieron que abandonar sus hogares, por lo que caminaban en las calles del centro con maletas en mano e incluso con sus mascotas en jaulas.

Sin duda, el hombre de 30 años, mecánico de profesión y amante de las motocicletas, no olvidará los días que pasó sin dormir, en los que, equipado con una pala, carretilla, botas y toda la empatía del mundo, ayudó en la limpieza de la casa de su papá y de paso en las viviendas aledañas.

A METROS DEL RÍO TULA

La calle 16 de septiembre, donde se ubica la vivienda del padre de Raúl, fue una de las más afectadas ya que se encuentra a unos metros del cauce del río Tula, por lo que al desbordarse fue de las primeras zonas que se encontró bajo el agua, señaló.

Un caso en particular que exigió la intervención de todos los vecinos fue una mujer de la tercera edad que estaba sin compañía en su domicilio en la misma calle.

Al percatarse de ello Raúl y su padre sacaron un pequeño bote de remos que tienen para los ratos libres y acudieron al rescate de la señora.

De acuerdo con las memorias del joven originario de Tula, que parecen fotográficas, aproximadamente a las 5:00 o 6:00 horas acudió el Ejército con lanchas de motor a resguardar a las personas restantes y llevarlas a una zona segura.

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EN ESPERA DE SER RESCATADOS

Después de tanta desesperación y cuatro horas sin ser rescatados, él y su padre consideraron como ganancia estar con vida.

La casa de su padre ya estaba con la primera planta bajo el agua, a lo lejos los dos observaban cómo flotaban sus pertenencias.

 

Las cosas que compraron con mucho esfuerzo y trabajo, en cuestión de horas quedaron inservibles.

A un año de la inundación, el padre de Raúl desconoce la cantidad de dinero que desembolsó para comprar algunos muebles y hacer habitable la casa; sin embrago, lo que sí tiene presente es que el gobierno municipal no les otorgó ninguna ayuda.

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