Celaya, Guanajuato.- Cinco explosiones en la zona de la Central de Abastos causaron la muerte de 72 personas; era una mañana habitual, con cientos de personas y familias enteras recorriendo los pasillos, los locales y las calles que rodeaban esa zona comercial.
En la “Abarrotera Celaya“, se almacenaban fuegos pirotécnicos en una vitrina y comenzó un incendio, en un primer momento los empleados del lugar intentaron resguardar la vitrina en un baño, pero el incendio continuó propagándose hasta causar la primera explosión.
Alrededor de las 10 de la mañana, un estruendo cambió la vida de todos y de la ciudad misma.
En fracciones de segundos las bardas de decenas de locales se vinieron abajo y sus escombros dejaron sepultadas a varias víctimas.
Ante la primera explosión, elementos de los diversos cuerpos de emergencia acudieron a brindar auxilio y al mismo tiempo muchas personas que pasaban por el lugar se detuvieron a observar lo que pasaba.
Hubo una segunda explosión que fue la más letal.
Policías, Tránsitos, Bomberos, elementos de Protección Civil, Paramédicos, incluso fotógrafos, empleados de otros comercios y decenas de peatones fallecieron al instante.
Era un panorama doloroso y trágico, con personas lesionadas por las explosiones, varias de ellas perdieron alguna extremidad. La mañana del 26 de septiembre de ese año marcó a muchas generaciones.
Angélica Vargas Bocanegra e Ignacio Ojeda, este último fallecido esa mañana, fueron identificados como los propietarios de la abarrotera donde todo comenzó.
Celaya se unió en una sola fuerza; la ciudadanía se volcó en ayuda, los diversos sectores se sumaron en enormes cadenas de solidaridad.
Las explosiones terminaron además con decenas de negocios, muchos comercios no volvieron a instalarse y la vida en común de los celayenses no volvió a ser la misma.
Ricardo Suárez Inda era entonces alcalde de la ciudad y de acuerdo a registros, la abarrotera de Angélica Vargas e Ignacio Ojeda, tenían un permiso temporal para la venta de pirotecnia.
GT