Casi todas las encuestas coinciden en que lo más probable es que el ex presidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva ganará las elecciones de Brasil, lo que haría que el mapa político latinoamericano gire aún más hacia la izquierda.
Si Lula derrota al actual presidente de extrema derecha, Jair Bolsonaro, las siete economías más grandes de América Latina -Brasil, México, Argentina, Colombia, Venezuela, Chile, y Perú- pronto estarán gobernadas por presidentes de izquierda o ultra-izquierda. A eso habría que sumarle varias economías más pequeñas, como las de Bolivia, Nicaragua y Honduras, que también tienen presidentes de izquierda o ultra-izquierda.
Según un promedio de las principales encuestas, Lula obtendrá un 45% del voto, contra un 33% de Bolsonaro. Si ningún candidato alcanza el 50% de los votos en la primera vuelta, las encuestas vaticinan que Lula también ganaría una segunda vuelta electoral que se realizará el 30 de octubre.
Pero hay tres razones principales por las que una victoria de Lula probablemente no resulte en la conformación de un poderoso bloque regional de izquierda como el que existió a principios de la década de 2000.
En primer lugar, la mayoría de los países de la región gobernados por líderes de izquierda tienen serios problemas financieros. Y con la economía de China contrayéndose rápidamente, ya no pueden esperar que China les dé grandes préstamos de rescate a cambio de influencia política.
A diferencia de lo que ocurrió en la década del 2000, cuando los precios internacionales de las materias primas llegaron a cifras récord, la mayoría de los nuevos líderes de izquierda no tendrán fondos para ayudar a sus aliados políticos en la región.
Venezuela, que antes del régimen de Hugo Chávez era uno de los países más ricos de América Latina, se ha convertido en uno de los más pobres. Y todos los países de la región tienen que lidiar con el aumento de las tasas de interés de Estados Unidos, que les hace más caro el pago de sus deudas externas.
Luiza Duarte, analista del Instituto de Brasil del Wilson Center, me dijo que la nueva “marea rosa” de la región es muy diferente a las anteriores. “El contexto internacional es diferente, y los líderes de izquierda actuales tienen muchas más diferencias entre ellos que en la década de 2000”, me señaló.
El nuevo presidente de Chile, Gabriel Boric, ha denunciado públicamente los abusos contra los derechos humanos en Venezuela. Y varios líderes de la izquierda latinoamericana, además de Boric, votaron por condenar a Nicaragua en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
En segundo lugar, la mayoría de los líderes izquierdistas de la región tienen bajas tasas de popularidad y crecientes problemas internos, que los obligará a concentrarse en sus frentes internos.
La popularidad de Boric ha caído del 55% cuando fue electo en diciembre a un 33% actualmente, según una encuesta reciente de Cadem. La popularidad del presidente de Perú, Pedro Castillo, está por debajo del 25%, y la del presidente de Argentina, Alberto Fernández, está por debajo del 20%.
En tercer lugar, habrá elecciones presidenciales en Argentina en 2023, y la oposición de centro-derecha tiene buenas posibilidades de ganar. Lo mismo puede pasar en otros países.
Sin duda, si Lula gana, lo más probable es que intente revivir el UNASUR, el bloque de países de izquierda de América del Sur que surgió en la década de 2000 para reemplazar a la Organización de Estados Americanos (OEA). A diferencia de la OEA, UNASUR no incluye a Estados Unidos ni a Canadá.
Lula probablemente elegiría a su ex canciller Celso Amorim como su principal asesor de política exterior y lideraría una política exterior más proactiva que la de Bolsonaro. Aún así, un nuevo gobierno de Lula tendría un Congreso más centrista que durante su presidencia de 2003-2010.
“A Bolsonaro no le importa mucho la política exterior”, me dijo Thiago de Aragao, analista de riesgos políticos de Arko Advice. “Lula sería más activista”.
En resumen, si Lula gana, podemos esperar un bloque de izquierda mucho más grande en la región. Pero no será muy sólido, estará plagado de divisiones internas y puede que no dure mucho.
@oppenheimera