Lo que actualmente ocurre en México, en orden gubernamental es, ni más ni menos, el  predominio de una personalidad que desde Palacio Nacional, impone rumbo ideológico y estructura de poder.

No, en manera alguna puede definirse la Cuarta Transformación que AMLO pregona y sus seguidores corean, como ideología y menos principios conceptuales; lo que enarbolan resultan métodos de control para mantener, en sus manos, el gobierno  por largo tiempo.

Con una mayoría ciudadana seducida gracias a la pingüe entrega de dinero y cuadros arrobados por la ubicación política o gubernamental, se tiene siempre una mayoría, en ocasiones no calificada, como ocurre en el Congreso, pero sí manejable para golpear y someter.

AMLO y su grupo o mejor dicho él y manipulados los suyos, en especial sus cercanos y, por supuesto dóciles serviciales, en estos últimos eventos han mostrado no solo el puño duro sino, que es lo de mayor gravedad, que la estructura jurídica republicana para ellos nada representa y que la fuerza verbal y activa, es instrumento con el cual se arropan para lograr la supremacía.

Un Secretario de Gobernación, fuera de su sitial, va como golpeador a diversos estados de la República a recriminar, sin un dejo de pudor, la conducta de los más altos funcionarios de las entidades.

Riñe con ellos, polemiza y descalifica. Todo contrario a la función que debiera ejercer, repetimos, acorde con el republicanismo en que se cimenta nuestra democracia.

Al rijoso no le importa perder piso y menos, con su actitud, ser descalificado como “corcholata” para la grande. Lo que lo mueve es obediencia ciega a una orden que, seguramente, le vino de arriba, para contar, a como dé lugar, con la mayoría de los Congresos en los estados a efecto de que sea aprobada la resolución congresional que valide, hasta 2024, el control de la Guardia Nacional por el Ejército.

Claro que este tabasqueño ya entiende que él no fue ni es la carta fuerte de su casi hermano; pero estaba en la lista. Eso le dio cierta relevancia que se ha desmoronado al tornarse un funcionario que golpea a aquellos personajes con los que está obligado a conciliar.

A dos años vista, si es que permanece en el cargo, le va a costar no mucho sino muchísimo, colocarse, de nuevo, en esa titularidad que, por su estructura misma, no solamente es puente con el Presidente, sino además ámbito para acuerdos de mediano calibre.

Un gobernador, con el que este tabasqueño se friccionó a nivel de descalificaciones ¿cuándo volverá no a entrevistarlo solamente sino a confiar en él? Tendrá que pasar el tiempo para que sanen las heridas que en política tardan más que en un cuerpo humano con excelente coagulación.

El proceder ríspido de este personaje, casi hermano de AMLO fue, por otro lado, descomunal, absurdo toda vez que el número de Congresos estatales que se requieren para aprobar la resolución congresional, AMLO lo tiene, con los gobiernos estatales de Morena y algunos serviciales, hasta le sobra. ¿De dónde y para qué ese reñir como un artificio, desgaste exhibicionista?

Puede ser verdad que una ambición desbordada nubla mentes y entendederas.

Desgastada, pues, esta “corcholata”, a AMLO, le queda, que es lo que busca y quiere, ya nada más una. Sí, porque salvar a Marcelo del terrible resbalón o tropezón que se dio con el libro recientemente publicado en donde se muestran sus juegos malabares con grandes sumas de dinero derivadas a la política, limpiar a su favor esa mancha es algo imposible.

Tomar AMLO, de emergente a Monreal no tendría sentido, aunque en una “mañanera” lo mencionó a la vez que a Noroña, para darle sabor al caldo, que en política ese condimento ayuda a sabrosearla, aunque no sea la esencia del proceso. El Senador, por cierto, se alegró y ufano cantó: “poco a poco me voy acercando a tí…”. En la realidad es posible que este zacatecano logre buenos frutos de su juego político, que es nada más y nada menos, quedar en el gabinete futuro.

A AMLO, está visto, le queda ya una carta, que en cualquier encuesta saldrá triunfante.

No hagamos mucho esfuerzo para pronunciar su nombre.

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