Hace algo más de cuatro décadas asistimos un grupo de diputados  y senadores mexicanos a un congreso en Oslo, Noruega.
El primer día al desayunar a la izquierda la señora Meche, mi esposa y a mi derecha el líder de la CTM, Joaquín Gamboa Pascoe.
Cordial, muy propio me saludó por mi nombre y a mi dama con una caravana. Tomó un platoncillo luego naranja muy roja, la limpió con toalla de papel y … ¡zaz! le jincó la punta de un tenedor de pico largo. Con cuchillito filoso peló como experto la pieza y luego de hacerla trozos, la devoró.
Entrados en plática le pregunté, como en consulta a un ilustrado: “Más o menos, ¿cuánto costará en México una campaña presidencial?”.
Sin voltear me dijo: “Muchos millones”. Insistí con intención de una cifra: “¿Unos mil millones?”. “Eso y algo más y sin contar lo que se roban”, fue tajante y casi al oído me espetó: “Pero eso, sale barato comparado con una revolución”.
Agradecido con mi ilustrador, le apreté el brazo izquierdo por tan clara precisión.
Esta referencia viene al punto para entender que nada sorprende que sepamos, por un libro o deduzcamos en nuestro caletre sano y en acción, que AMLO, para su periplo de años, lucha y triunfo electoral, ha requerido millones de pesos imposibles de cuantificar. Una trayectoria así de larga, cuesta y no poco. ¿Quién se atreve a realizar esa operación fundamental?
¿De dónde ha salido ese cúmulo de dinero? Dijo Luis Cabrera en tiempos de la Revolución: “El dinero para la causa, sale de donde lo haya; pero sale”.
Así en este tiempo que se tiene la urgencia de repartir, le llaman un poco despectivamente “maicear”, para contar con seguidores y adeptos  y avanzar con gran cauda de colaboradores, se requiere de gran suma de recursos que aportan, es de entender como un reciente libro lo dice, de las cajas de caudales y, no nos espantemos, de aportaciones que los poderosos económicamente entregan para estar bien con el que va para arriba. Es una especie de inversión.
Lo curioso, no sorprendente, repito que curioso, es que don Andrés Manuel, hace unos días, expresó en la mañanera no un reproche y sí referencia a que hubo época de grandes “moches”. Los legisladores tenían de donde “bajar” millones para obra pública de sus distritos. De esa suma un porcentaje era para su bolsillo, como gestores. Y exclamó: “¿quién les dijo o hizo algo?”.
Seguramente el planteamiento, reproche, crítica, que no denuncia, le surgió a nuestro Primer Mandatario del subconsciente ya que unos días atrás habían limpiado de toda culpa a uno de sus hermanos por los recursos sospechosos que recaudó para que avanzara la  4T.
Le pudo haber sugerido la recámara mental al mañanero: “si ellos lo hacen y no les pasa nada. ¿A tí y a tu familia no tienen derecho a penalizarlos?”.
Lo nefasto para México, el de ayer, antier y ahora es que el saqueo de los políticos y sus cómplices es permanente. Y no hablemos de colores o siglas. En todos los comales se cuecen habas. Antes se decía, con Sánchez Taboada, que la Revolución estaba “corrompida desde la cola hasta la raíz”. Luego Emilio Portes Gil agregaría que “cada sexenio salen del poder, comaladas de millonarios”.
La pregunta actual sería ¿de cuál partido terminan limpios? En todos le rascan a la gallinita de los huevos de oro. Con moches, porcentajes, ventas de productos. Y en cada ocasión, se entiende que no va a pasar del rumor, crítica o comentario. Quienes quieran mostrar su patrimonio, de antes y después para que se vean sus manos limpias, que lo hagan y se ostenten. Cuántos, ellos y ellas, que así lo demuestren le pondrán un coscorrón a Gonzalo N. Santos, el viejo cacique en San Luis Potosí, quien  definió que “la moral es un árbol que da moras”.
Ahora el tontuelo inquirirá: ¿Y la doble moral? El sapiente desde la cumbre del poder podrá ilustrarlo: Pos… dos árboles de moras.
Por eso AMLO se refirió a los “moches”, dando a entender que ese mecanismo seguirá. No dijo que se va a perseguir o acabar porque de haberlo planteado así, estaría torciéndole el cuello a la famosa gallinita de que hablamos renglones arriba.

 

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