Hace algunos días, el Tribunal Estatal Electoral de Guanajuato resolvió, por mayoría de dos votos contra uno, imponerme una sanción por haber cometido violencia política de género en contra de una de las regidoras del Ayuntamiento de León, al haberle respondido con expresiones estereotipadas dentro de un debate político que se llevó a cabo en el seno de dicho cuerpo edilicio en febrero de este año. Dicha sanción fue confirmada por la sala superior el martes pasado.
El tribunal consideró como parte de sus argumentos, que la violencia política de género no siempre es nítida o visible a primera vista, y que, por lo tanto, algunas de mis frases para rebatir lo dicho por la regidora, pudieron ser aparentemente neutrales, cuando en realidad fueron discriminatorias y, aunque pudieron haber sido sutiles, significaron una inercia o forma sofisticada de violencia.
En lo personal, no es necesario que un tribunal me instruya a que ofrezca una disculpa en favor de alguien que se sintió ofendido por alguna expresión de mi parte, por eso en su momento, en la siguiente sesión del cabildo, y sin haber mediado demanda o queja alguna, extendí mis disculpas a la regidora, pues crecí bajo la convicción de que el pedir perdón es una virtud, refleja humildad, y no me hace ser una menor persona, por el contrario, por lo que no tuve conflicto en hacerlo nuevamente el día de ayer. Mis expresiones no surgieron por una cuestión de género, los que me conocen, lo saben.
El tribunal no se pronunció sobre los motivos que originaron el debate en la mencionada sesión de febrero, que fueron las calumnias y acusaciones en contra de un ciudadano, de manera que queda claro que, en las discusiones políticas vertidas dentro de una sesión deliberativa, como es la de un Ayuntamiento, a quien miente se le debe exhibir, y a quien calumnia, también.
En la política, como en todo lo demás, las oportunidades y el derecho a vivir una vida sin violencia para las mujeres son dos elementos indispensables que todos debemos salvaguardar, pero también debemos de garantizar la igualdad, pero esa que otorga los mismos derechos y obligaciones para las mujeres y para los hombres.
En ese sentido, se abre la reflexión de lo que en un debate dentro de un Ayuntamiento significa ser igual, es decir, está muy claro que en una discusión ninguno de los ediles debe de agredir o calumniar a cualquier persona sin pruebas o que piense distinto.
Pero lamentablemente hoy, esa igualdad no la quieren aplicar quienes se han quejado de violencia en el Ayuntamiento, pues la han ejercido contra compañeras a quienes han insultado, contra funcionarias y funcionarios a quienes les han dicho que son ineptos e incompetentes, y sí, también contra mí, pues me han calificado de vocero, de representante de intereses y han dicho que digo puras “cantaletas”. Quienes hoy se quejan de violencia, son los mismos que defienden a quien desde Palacio Nacional insulta y agrede a los mexicanos. Quienes hoy reciben con beneplácito las resoluciones de las autoridades electorales, son los mismos que quieren destruirlas.
En un entorno de interpretaciones y descontextualizando las expresiones y agresiones pronunciadas por ellos, nosotros también podríamos tratar de obtener un beneficio político, pero no lo hacemos porque no lucramos con causas legítimas, y porque estamos totalmente consientes que todo ello surge de las discusiones que se dan dentro de un Ayuntamiento como el de León, en donde al final de cuentas, lo que vale siempre serán los argumentos, y no las estrategias para suplirlos.
LALC