Michelle Bachelet asumió ayer por segunda vez como presidenta de Chile, en una emotiva ceremonia que tuvo como protagonistas a dos mujeres, víctimas de la dictadura de Pinochet, que ahora ostentan los cargos más importantes de la nación.
Bachelet, quien estuvo presa durante la dictadura chilena, vivió en el exilio y es hija de un militar que murió luego de ser torturado por sus antiguos colegas, juró defender la constitución de Chile ante Isabel Allende, presidente del Senado, hija del ex mandatario Salvador Allende, quien se suicidó en el palacio de gobierno para no caer en manos de los militares golpistas, en septiembre de 1973.
Allende recibió, además, la banda presidencial de manos del mandatario saliente, el centroderechista Sebastián Piñera, y se la puso a Bachelet.
Minutos después habló desde un balcón del segundo piso de palacio, donde recordó que es hija de la educación pública, la que existía antes de que la dictadura militar (1973-1990) la entregara a las municipalidades e iniciara su declinar, cuando las grandes diferencias entre la enseñanza pública y particular era la infraestructura de las escuelas, cuando los jóvenes elegían ser maestros por vocación y no porque no tuvieron puntaje para quedar en otras carreras.
“Mi compromiso es que en Chile todos tengamos esas mismas oportunidades”, y visiblemente emocionada enfatizó que “Chile tiene un solo gran adversario: la desigualdad, y sólo juntos podremos vencerlo”, al tiempo que prometió trabajar “en un marco de diálogo”, en referencia a la oposición derechista, que es minoría en el nuevo Congreso.
Bachelet inicia su gobierno en medio de una las mayores expectativas de las últimas dos décadas, al prometer a los chilenos ambiciosas reformas económicas y sociales, incluida una educación pública gratis para todos.
Esas expectativas pueden ser el mayor desafío que enfrentará su gobierno.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *