San Francisco del Rincón, Guanajuato.- La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) tiene un retraso de dos años en la visita para verificar la contaminación que genera la montaña de 300 toneladas de residuos tóxicos de lo que fue la planta de Química Central, en San Francisco del Rincón.
La visita de inspección para verificación de medidas correctivas es responsabilidad de la Dirección General de Inspección de Fuentes de Contaminación de la Subprocuraduría de Inspección Industrial de la Profepa, a cargo de Gonzalo Rafael Coello García.
Sin embargo, “no se informa la fecha de su realización, toda vez que la diligencia debe ser sorpresiva y espontánea”, señala la respuesta a una solicitud de transparencia de AM, que preguntó porqué no se había llevado a cabo.
El factor fundamental de no avisar, es para que el sitio no sea alterado, ni se haga desaparecer la afectación, “en razón de que si se previniera o alertara de la visita, no se cumpliría con la finalidad de lograr detectar la verdadera situación del sitio”.
En el sitio en cuestión están abandonadas desde hace años 300 toneladas de químicos tóxicos al aire libre, mezclados con lodos que tienen cromo y ácidos.
Es improbable que, con aviso o sin él, algo cambie en el tiradero ambiental.
La respuesta de información señala también el estatus de la multa por 33 millones de pesos impuesta a Química Central en 2018, por resolución del juicio 3335/17-EAR-01-05.
Esta no se concreta porque la Subprocuraduría Jurídica, a cargo de Ana Patricia Carta Vega, no tiene facultad para cobrar.
Se tiene la facultad de determinar e imponer sanciones pecuniarias por violaciones a la normatividad ambiental, sin embargo, no tiene atribución alguna para realizar gestiones de cobro sobre las mismas”, argumenta la respuesta.
La multa debe ser cobrada por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público a través del Servicio de Administración Tributaria, pero en cinco años no ha pasado nada.
La Administradora Desconcentrada de Recaudación de Guanajuato “2”, del Servicio de Administración Tributaria, solicitó a Profepa ejercer el acuerdo de firmeza de cobro por el juicio, el pasado 23 de agosto del 2021, pero se ignoró la demanda.
La planta de fabricación de sustancias para la curtiduría fue clausurada por Profepa en junio de 2014, y los residuos quedaron expuestos, afectando a los habitantes de comunidades como La Mora, Puerta del Cerro y Buenavista, según denuncian.
Verde tóxico en la zona
Los alrededores de la montaña de residuos tóxicos parecen el escenario de una película de ciencia ficción sobre algún planeta olvidado o una raza extinta.
Las piedras cercanas a las 300 toneladas de lodos con químicos tienen un hongo verde fluorescente, la tierra que las rodea es azul y al removerla se hace café y naranja.
Esto como producto de las filtraciones de líquido contaminado que sale del cerro de lodos, que tras el cierre de Química Central quedaron a la intemperie a menos de un kilómetro de la carretera que conecta León y San Francisco del Rincón.
Por la parte trasera un desagüe verdoso y negro conecta con el río que llega a Puerta San Germán.
Unos riachuelos cercanos también llevan agua negra y espesa, pero esta de la Planta Tratadora de Aguas Residuales de León y Módulo de Desbaste, que es usada para limpiar el cromo del agua de curtidurías que aún arrojan al drenaje agua contaminada con metales pesados.
En la zona también hay un estanque con agua verdosa, sin moscas, ni escarabajos, hay botellas con plásticos quemados, pero es por el agua que terminó por corroer los materiales que vierten vándalos.
Almacenes cilíndricos aún guardan tierras y polvos químicos añejos, que al ser removidos resaltan por las capas fosforescentes en varias tonalidades de naranja.
El polvo se levanta y las partículas verdes se acomodan en las ventanas y plantas de comunidades cercanas.
Vecinos de la comunidad Puerta del Cerro, ubicada a unos dos kilómetros del lugar, señalaron que les irrita la pasividad de las autoridades.
Sobrevive al cáncer
Jessy tiene en su brazo izquierdo un tatuaje compuesto por dos líneas, la primera representa a su amiga Paola, es la mitad de un corazón que continúa con repuntes de vida arriba y abajo como midiendo latidos, pero de repente se queda horizontal, sin vida.
“Es por Paola, la niña que me recibió el primer día que llegue a Oncología por quimio, me dijo ‘no te preocupes, no pasa nada, solo duele poquito’, y apenas tenía 7 años, yo llegué con once y a partir de ahí siempre coincidimos, fue mi amiga y la desahuciaron”, explicó.
Jessy vive en la comunidad Buenavista, a un kilómetro de la montaña de lodo contaminante de lo que era Química Central.
La segunda línea de su tatuaje es un garabato, la firma de su oncóloga en la última receta que le dio, cuando le dio el alta por vencer el cáncer de ovario etapa 3. Lo recuerda con los ojos rojos.
El 11 de noviembre se cumplieron 11 años de que le dijeron que tenía cáncer, ahora con 22 señala estar exhausta.
“Me dijeron que siempre tendría secuelas, tuve 30 quimioterapias y sí, cada una dolía un poquito más”.
Mary, su mamá, recuerda el momento del primer diagnóstico:
“Ella no sabía qué pasaba, pero a mí se me cayó el mundo, veía gris todo”, dice mientras atiende la abarrotera que tiene en su casa sobre la calle principal de la comunidad, en Purísima del Rincón.
“Empezó con dolor de estómago cuando tenía once, la llevamos al centro de salud y nos dijeron que la lleváramos a una revisión profunda porque el doctor sintió una bola en su panza baja”, recordó la madre.
“En el IMSS le dieron el diagnóstico de cáncer y en ese tiempo en la comunidad al menos seis casos de cáncer más también se presentaron, la Química aún funcionaba y Jessy había vivido once años oliendo mañana y tarde a quemado con fierro que calaba en garganta y ojos. La oncóloga nos dijo que si era posible movernos de aquí, pero somos pobres, a dónde nos íbamos”, recuerda la mamá.
Jessy quiere ser doctora, estar en los hospitales ayudando, o lo que sea, pero buscando hacer un bien y dice ser afortunada por curarse, aunque exista el 10% de probabilidad de que un tumor se le forme en su útero de nuevo.
Atormentan químicos también a Salamanca
No solo Química Central es foco de enfermedades por los químicos que se abandonaron al aire libre. En Salamanca está la refinería de Pemex Ing. Antonio M.Amor y la planta de químicos Tekchem, cerrada en 2007.
El incremento de afecciones respiratorias, de piel y de cáncer se “podría decir que no es específicamente por eso, es difícil saber, aunque hay un estudio de la Universidad de Guanajuato de que hay un incremento (en estas zonas) en casos de cáncer en todos los grupos de edad”, explicó el secretario de Salud, Daniel Alberto Díaz Martínez.
Aseguró sin embargo que en la Jurisdicción Sanitaria 5, a la que pertenece Salamanca, es donde hay un mayor incremento de neoplasias (un tipo de cáncer).
Pero esta contaminación también genera “conjuntivitis, dermatitis por la polución del medio ambiente, en Salamanca es indiscutible”, por la presencia de la refinería y Tekchem.
“Lo que queremos promover es un entorno saludable porque las secuelas se dan a mediano y largo plazo, aunque no hay una causa única como motivo de estas enfermedades, aunque sí coadyuva”, insistió Daniel Díaz.
Por su parte, la Secretaría de Medio Ambiente y Ordenamiento Territorial señaló que sabe del diagnóstico de las zonas químicas, pues hay incluso intenciones de expropiación en las fábricas abandonadas para arreglar el problema, pero evitó dar más información, aunque AM insistió por una semana.
Mientras tanto, ya transcurrió un año desde que el presidente Andrés Manuel López Obrador emitió un decreto para el saneamiento de Tekchem y a la fecha no se ha hecho nada.
La ambientalista Maura Vázquez Figueroa destacó que a dos años de que concluya el actual Gobierno federal existe un saldo lamentable en materia ambiental, hay una deuda con la población de entidades afectadas por la contaminación y desafortunadamente, Salamanca es una zona emblemática de ello.
MCMH