León.- En Qatar juega un monstruo del balón ansioso por beber una copa que se le ha negado: Lionel Messi.
Lo de este domingo no es Messi contra Francia ni Messi contra Mbappé, es Messi contra el destino macabro que le ha impedido besar la gloria en un Mundial de futbol.
Este duelo final apesta a la última oportunidad del crack argentino para dejar de ser un consagrado y convertirse en un inmortal.
Esto hace que la carga se vuelva más pesada para la Pulga porque la ilusión de un país entero se mide por miles de toneladas. Argentina quiere venerar a un nuevo D10S.
Cuando Messi jugó su primer Mundial, hace 16 años, era un niño que no le alcanzaba aún para ser titular. Y si Leo era un niño, varios de los que ahora jugarán como sus compañeros en la Final, unos bebés. Tan solo Enzo Fernández y Julián Álvarez en el Mundial de 2006 tenían 5 y 6 añitos.
Por eso, Messi es la figura paterna de esta Selección de Argentina que se sobrepuso al susto contra Arabia y de la que hasta llegamos a pensar, ilusos, que podía quedar eliminada por México. Válgame el sereno.
Así, para triunfar, el admirado tendrá que ayudarse de quienes crecieron admirándolo.
No entremos en esa discusión estéril para dirimir si Messi será mejor que Maradona, Pelé o Zidane si gana la Final. En cada uno han sido diferentes circunstancias, estilos y equipos alrededor.
Sin embargo, Messi parece estar vacío al lado de ellos por ese hueco en su vitrina personal, llena de infinidad de títulos, pero a falta de la Copa Mundial.
Enfrente, Leo tendrá a un adversario campeón del mundo, que busca refrendar la corona y que le vale un comino las intenciones de la Albiceleste y su capitán.
Aunque hoy por hoy, sentimos que el peor rival de Messi es Messi mismo y esa maldita posibilidad de sufrir otro pasaje de pecho frío de otros Mundiales.
Sea cual fuere el resultado de la Final en Qatar, habrá lágrimas en Lionel.
Messi llorará si pierde, como ya lo hizo cuando cayó ante los alemanes en la Final de 2014.
Messi llorará si gana, porque ante sus ojos se le abrirán las puertas al Olimpo de quienes supieron ganar copas para sus clubes, para sus países y para quienes los idolatran en el planeta entero.
Tan solo por ser testigos de la hazaña, nos imaginamos a Lionel con la Copa en sus manos.
Por merecimientos no paramos en darle, pero el futbol no deja de ser futbol, despreciativo y dadivoso con el deseo del jugador.
Si no es en este, no será nunca para Messi. Llega a la Final en un momento justo, física y mental, es decir, para campeón.
Una Pulga se convirtió en un monstruo y este monstruo quiere transformarse en un titán.