“La única simplicidad que vale la pena conservar es la del corazón… la que acepta y goza”
GK Chesterton
¿Simple, sencilla? No. Graciosamente compleja y muy clara de corazón. Quizá todo esté en el origen.
Nacida en Egipto, con educación francesa en la médula, mexicana por selección, creció y vivió en la diversidad. Entonces, ¿tenía su corazón dividido? No, al contrario, estuvo en todo lo que amó: a su familia, a la belleza en todas sus formas, a los amigos, a la magia artesanal. Ese amor, le brotaba. Eso le permitió estar en todas partes, pero sólo en sí misma. La complejidad goza de inmerecida mala fama. En ella era parte de su gracia.
Llegó muy joven a México, por los sesenta. La recuerdan como una hippie que sacudía con su presencia. Quiero imaginarla con unas sandalias que sí le vi, con algún vestido holgado, descalza en privado, que también le vi, y con un desparpajo envidiable, del que fui testigo.
Delgada, guapa, con una sonrisa que le venía de adentro. Descrita así, suena quizá superficial. Para nada. MT no tenía la menor dificultad para cambiar e ir al enojo y la severidad. Cuentan que en una cena formal y rígida -eso imagino- alguien osó lanzar una expresión despectiva hacia los árabes. Su volcán interno hizo erupción. Nací en Egipto -nadie lo sospechaba- ustedes no conocen esa cultura, -hablaba árabe, pero y tenía la ere francesa- Nueva York no es todo. Desconcierto en la mesa. ¿Inoportuna?, no. ¿Impertinente?, sólo para quien no tolere la discrepancia. Fue auténtica. Lo creía, lo pensaba. Pero entonces, cómo explicar a la muy conocida mujer del mundo social.
¿Quién usaba a quién? Le gustaba salir en las revistas de sociales, de seguro. Sabedora de su encanto, coexistió cómodamente con esos rituales. No era tema. ¿Entonces, quizá los usaba? Se inventó una pasión -el arte popular- dicen quienes no la conocieron. Esa pasión era real. Viajábamos por Costa Rica, la carretera estrecha y sinuosa, el vehículo tan divertido como incómodo. Todos los pasajeros con ánimo de llegar. De pronto dijo, por favor deténgase. Con dificultades el conductor lo logró. Ella descendió con ansiedad. Minutos después llegó con artesanías entre las manos. Las enseñó con orgullo y describió el origen.
Las pescó al paso. Su refugio tropical es un museo artesanal desde hace décadas. Su pasión era real y antigua. Por eso dedicó tanto tiempo, tanta vida, a crear un museo sobre el arte popular, por eso convocaba sin cansancio para allegar recursos, por eso toleró maltratos institucionales, sin perder la sonrisa. Decir arte popular con frecuencia distrae. Detrás de cada objeto están los artesanos explotados que viven de sus creaciones. Vivió varios mundos simultáneos.
No tuvo problemas para lidiar con lujos, de hecho, se burlaba de ellos: “Vaya, ahora sí me siento rica” lanzó al estrenar vehículo. Cómo evaluar una existencia, ¿por los estereotipos y apariencias? Para algunos la creatividad y capacidad -lo público- condona todo. Seres humanos, horrendos, pero… destacados. Para otros termómetro es la solidez en la vida personal. La primera lectura acepta la miseria humana. La segunda coquetea con la mediocridad. Los extremos buscan absurdas etiquetas. El equilibrio es el reto. MT escapó a todas. No sólo vestía elegante, lo era. Que me perdone Einstein, no es un asunto de sastres. MT era elegante en todas las esferas. Portaba educación y delicadeza, piel sensible, sindéresis, diría la RAE. El trato hacia los que atienden, es una radiografía muy precisa de la madera de una persona. Calificación: 10.
Simple de corazón, compleja por formación y sensibilidad, MT reunió tres ces: corazón, complejidad -¡desde los acentos de su nombre!- y… carácter. Irremplazable.
Por acá andamos Marie Thérèse, hiciste feliz a un gran caballero, diste vida a dos hijas, creaste una institución para valorar a los artesanos. Vaya vida. Te recordaremos por tu sonrisa y… lo que había detrás.
Oye, ¿de verdad fuiste muy hippie? Ah, ya entiendo.