Por Maureen O’Connor, de The New York Times en exclusiva para AM en Guanajuato.
En el noveno día de rodaje de “Clases de etiqueta” de Netflix, la anfitriona del programa, la maestra de etiqueta de Shanghái, Sara Jane Ho, terminó la relación intermitente que tuvo con su novio durante cuatro años, por mensaje de texto. Ho, una mujer extraordinariamente equilibrada de 37 años que creció en cuatro continentes y puede comer un huevo estrellado sin derramar una sola gota de yema, estaba en un auto a las afueras de Sídney, Australia, a finales de 2021, de camino a hacer un cambio de imagen estilo “Pigmalión” para una chica juerguista llamada Stephanie Osifo.
Pero antes de poder confrontar los vestidos de medias de red de Osifo, Ho tuvo una revelación. “Heme aquí, diciéndoles a mis estudiantes cómo ser la mejor versión de sí mismos, y me di cuenta de que yo tenía que hacer lo mismo con mi vida”, relató Ho hace poco, durante un desayuno de salmón ahumado y huevos en el Hotel Park Lane en Manhattan. “Simplemente pensé: ‘No puedo seguir llegando al plató con los ojos rojos e hinchados porque me hiciste llorar’”, explicó.
“Estábamos llegando a la casa de Stephanie y envié ese mensaje de texto, y eso fue todo”, narró, con un movimiento determinante de cabeza mientras rebanaba su salmón. Me dio la impresión de que, si sus manos no hubieran estado ocupadas con los cubiertos, Ho los habría desempolvado.
“Tal vez terminar con alguien por mensaje de texto no es el mejor ejemplo de buenos modales”, admitió Ho, tras señalar que había contemplado la posibilidad muchas veces con su expareja.
Después, ahondó en el método detrás de sus clases de etiqueta. “Todo depende del contexto”, indicó. En la filosofía de los buenos modales de Ho, la única constante es ser considerado con los demás. Sin embargo, se puede disculpar un rompimiento poco elegante cuando está en riesgo la realización personal y la expansión de un imperio transnacional de etiqueta. “Filmar un programa para Netflix no es algo que suceda dos veces en la vida, ¿cierto?”, mencionó. “Es todo o nada”.
En “Clases de etiqueta”, la misión autoasignada de Ho es ambiciosa: “Ven conmigo y sabrás qué hacer en cualquier lugar, con cualquier persona, en cualquier situación”. Tanto el programa como la marca personal de Ho que acaba de volverse internacional (comentó que su primer libro en inglés saldrá a la venta en 2024) promueven la idea de los buenos modales como una herramienta para la armonía interpersonal y una vía para la superación personal.
Ho aborda la etiqueta con un método práctico, internacional y sorprendentemente adaptable. Durante una entrevista, presentó de manera espontánea un manual básico sobre los lugares y las circunstancias en las que ella personalmente podría expulsar una flema en la calle.
El primer episodio muestra a Ho en un arcoíris de atuendos impecables y cambiando de un idioma a otro (habla cuatro, y domina tres dialectos del chino) mientras adiestra a un diverso elenco de participantes en el arte de los modales en la mesa, los códigos de vestimenta y la superación personal. De pie con un atuendo de mangas rosas abultadas bajo una sombrilla colorida, guía una lección de tiro con arco; en un vestido de tubo color cerúleo con cuello mao, demuestra cómo pelar un plátano con tenedor y cuchillo.
“Clases de etiqueta” pertenece a un género que incluye “¡A ordenar con Marie Kondo!” y “Queer Eye”, en el que instructores carismáticos hacen las veces de hadas madrinas para gente común y corriente que les obedece. Colman a sus clientes de afirmación emocional y oportunidades para deconstruir sus inseguridades y traumas de la infancia, además de nuevos cortes de cabello y buenos consejos.
Al principio, se suponía que “Clases de etiqueta”, creado por una compañía productora singapurense con un público internacional en mente, se filmaría en Shanghái, donde Ho vive y es directora del Instituto Sarita, la escuela de buenos modales que fundó en 2012. Con un currículo que incluye cursos con nombres como “Té británico vespertino”, “Pronunciación de marcas extranjeras de lujo” e “Introducción a deportes costosos”, Ho empezó atendiendo a una clase de nuevos ricos chinos interesada en aprender el esnobismo al estilo occidental.
Pero los confinamientos en China por la COVID-19 obligaron a Ho a cerrar las filiales físicas de su escuela en Pekín y Shanghái; así que ahora trabaja en hoteles de lujo y colabora con marcas de gama alta y bancos privados para entretener a sus clientes VIP con clases sobre el arte de los buenos modales. Al final, el programa se filmó en Australia.
Ahí, Ho practicó su estilo particular de enseñanza, que se basa en un autocontrol meticuloso, sofisticación internacional… y uno que otro comentario subido de tono.
“El alemán es un idioma muy de ‘nalguéame’”, le dice a una mujer de Melbourne que batalla para pronunciar el nombre de un fabricante de porcelana. “Königliche”, escupe la mujer. Parada al lado de una lista escrita a mano de terminología de vajilla y cubertería, Ho trina de alegría: “¡Eso! ¿Ves? Solo piensa en ‘nalguéame’ y de inmediato lo entenderás”.
Ho habla con el acento asombrosamente elegante y un tanto británico de alguien cuyo origen no es un lugar determinado sino un linaje internacional. Originaria de Hong Kong con un padre que trabajaba en la prospección petrolera, Ho creció en Papúa Nueva Guinea, Taiwán, el Reino Unido y Estados Unidos, donde estudió en el internado de la Academia Phillips Exeter. En 2008, se graduó de la Universidad de Georgetown y trabajó en Wall Street cuando se desplomó la bolsa de valores. Tras un periodo breve en una ONG de microfinanciamiento en China, asistió a la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, donde se dedicó a “festejar hasta el amanecer”, relató.
Luego, siguiendo el consejo de una amiga adinerada de Indonesia, se mudó a Suiza para estudiar en el Institut Villa Pierrefeu. “Lo llaman ‘la eterna escuela de élite para señoritas’”, explicó Ho, la última de un método pedagógico en vías de extinción que les pide a mujeres adineradas que escudriñen los pliegues de las servilletas con una intensidad parecida a la de Watson y Crick mientras estudiaban la doble hélice.
Ho le atribuye a su madre, quien falleció de cáncer en 2007, su interés por la etiqueta. Como una ejecutiva de la industria del entretenimiento que organizaba fiestas navideñas magníficas, a menudo llevaba con ella a su única hija en sus viajes de negocios. “Cuando fuimos a Japón”, recordó Ho, “me dijo: ‘¿Recuerdas al señor Sato? Ve y salúdalo. Por cierto, recuerda que en Japón no se dice “señor Sato”, sino “Sato-san”. Además, tiene una hija de tu edad, entonces, ¿por qué no le preguntas cuándo va a ir a Hong Kong a jugar contigo?’”.
Para Ho, los buenos modales son un dialecto para la socialización. “A donde sea que vaya, siento que estoy trabajando”, describió. “Estoy observando cuáles son los códigos de conducta del lugar y cómo se comporta la gente”.
A principios de diciembre, Ho llegó al plató de “The Drew Barrymore Show” en la ciudad de Nueva York en un vestido rojo de Vivienne Tam con un cuello con volantes y mangas abombadas. Llevaba aretes de oro en las orejas y en su dedo anular, un diamante de corte ovalado de 3,23 quilates. Después de que finalizó el rodaje de “Clases de etiqueta”, Ho se embarcó en un noviazgo con un empresario 15 años mayor que ella. Él le envió unos mensajes directos por WeChat durante la cuarentena que ella tuvo que cumplir al volver a Shanghái; se casaron ocho meses después.
Pospusieron su boda debido a los cierres por la COVID-19 en China, pero Ho espera poder celebrarla en Lishui, la ciudad natal de su esposo, donde viven juntos parte del tiempo. Hace poco, reclutó a un hablante nativo del dialecto regional de su esposo para que le diera clases virtuales; ahora habla con su suegra en su lengua materna.
Entre bambalinas, la llegada de su prima Adrianne Ho —una modelo despampanante a quien de alguna manera se le ven bien los lentes de sol envolventes— sobrecogió a ambas mujeres en un estado de alegría mientras contaban historias de sus primeros años como adultas, en los que Adrianne inició su carrera de modelaje y vivió dos meses con su prima en su estudio de Manhattan en 2008. Adrianne iba a audiciones mientras Sara trabajaba jornadas de 16 horas como analista financiera.
“Cuando éramos niñas, todos decían que Sara Ho era perfecta”, relató Adrianne.
“A las familias chinas les encanta comparar”, intervino Sara.
“Claro, no es nada saludable”, dijo su prima entre risas.
Dos semanas antes, en California, Adrianne estuvo presente la primera vez que Sara fue reconocida como una celebridad en público. Fue un día después del estreno de “Clases de etiqueta” , y las primas estaban en una fiesta para Jean Paul Gaultier que organizó Kendall Jenner en una mansión de Brentwood. Ambas primas describieron cómo la chica rubia que estaba a cargo de la lista de invitados frenó en seco a Ho. La mujer dijo que le encantaba el programa, que había visto todos los episodios en sus primeras 24 horas de disponibilidad, recordó Ho.
“Luego nos volteamos a ver y solo empezamos a ¡gritar!”, narró Adrianne.
c.2023 The New York Times Company