Por: Natalie Kitroeff, de The New York Times, en exclusiva para AM en Guanajuato.
Ciudad de México.- En la mayor empresa de televisión de México, el consultor de marca tenía una valoración tajante: hacer a una mujer la presentadora de un noticiario en horario de máxima audiencia podría ser un terrible error.
Las encuestas mostraban que muchos hombres mexicanos nunca le creerían a una mujer, y mucho menos a Denise Maerker, la presentadora de mediana edad elegida para el puesto, a la que se consideraba fría en lo personal y sin experiencia profesional.
“‘Es muy sencillo, es una mala decisión de la empresa’” , recuerda Maerker que le dijo el asesor en aquella reunión de 2016. “Decía ‘recapacita, esto es muy grave’”.
La empresa, Televisa, se quedó con Maerker de todos modos; y con el tiempo se convirtió en la presentadora de noticias más vista de México, con el triple de espectadores que su competidor más cercano.
Pero ahora, es ella quien tiene dudas sobre el lugar al que pertenece.
Al enfrentarse al presidente del país, Andrés Manuel López Obrador, que frecuentemente usa su plataforma para hablar mal de la prensa, los medios mexicanos se han vuelto profundamente polarizados y pasan gran parte del tiempo en una batalla con el hombre más poderoso de México.
Maerker está entre las pocas voces destacadas que quedan que en su mayor parte ha evitado ser arrastrada al cuadrilátero. Ella dice que intenta adherirse a un fundamento del periodismo independiente: la imparcialidad.
El lunes, Maerker, de 58 años, dejará su puesto frente a las cámaras en un momento en que dicho principio está bajo amenaza. Sus defensores dicen que es una pérdida para la objetividad en un país cada vez más dividido. Sus críticos dicen que su enfoque en realidad es demasiado suave y que ya no tiene lugar en el aguerrido escenario mediático del México actual.
Mientras el país se acerca a unas elecciones presidenciales muy disputadas, Maerker ha empezado a creer que el estilo restringido de su cobertura pronto será más difícil de sostener.
Cada vez va a haber menos espacio de aquí a las elecciones para posiciones que no sean blanco o negro”, dijo, “menos espacio para gente como yo”.
El presidente ha tenido una relación combativa con los medios desde que asumió el cargo en 2018, empleando su púlpito intimidatorio para menospreciar a la prensa independiente y retratar a los reporteros críticos como agentes de una oposición decidida a verlo fracasar.
En un país en el que los comentaristas más destacados son fieles defensores del presidente o sus más acérrimos detractores, Maerker se muestra a mitad de camino. Mantiene un tono ecuánime, intenta usar el menor número posible de adjetivos y evita a toda costa “una colisión directa” con el presidente.
La campaña para las elecciones presidenciales de 2024 empezará este año, y si bien la política es siempre un deporte de combate en México, la contienda que se avecina enfrentará a rivales acérrimos del propio partido del presidente. Se prevé que las elecciones resulten especialmente desagradables.
“La temporada electoral es temporada de caza y la evasión de conflictos no va a funcionar”, dijo Carlos Bravo Regidor, un analista político que vive en Ciudad de México. “Un noticiero televisivo que no polemice será condenado a que no lo vean o que no sea relevante”.
En México, la combatividad no era algo por lo que el oficio fuera conocido cuando Maerker entró al periodismo. Politóloga de formación —obtuvo su maestría en la prestigiosa Universidad de la Sorbona de París—, consiguió su primer trabajo en medios entrevistando a políticos para una cadena emergente en 1997.
Su productor le dijo que no importaba que nunca hubiera estado en televisión.
Vas a decir ‘hola, muy buenas noches’ y te vas a voltear y tú vas a hacer tu entrevista y luego te volteas y dices ‘gracias’”, recuerda que le dijo el productor.
El país había estado gobernado por un solo partido durante décadas, y los votos habían sido comprados o robados durante tanto tiempo que no había necesidad de criticar públicamente a los funcionarios electos, según los expertos. Sin embargo, la situación cambió cuando las elecciones se volvieron realmente competitivas y los candidatos, de repente, vieron el valor de convencer a la gente para que votara por ellos.
Canal 40, su cadena pequeña y sin recursos, aprovechó el momento. Quizá porque nunca se habían visto obligados a eludir las preguntas, los políticos que se presentaban ante Maerker se mostraban extraordinariamente sin filtro.
“Pasaron cosas increíbles”, dijo.
Cuando el Canal 40 dejó de emitirse en 2005, Televisa contrató a Maerker para presentar su propio programa.
En unos meses estaba en el centro de la noticia más importante del país.
El 9 de diciembre de 2005, Televisa cubrió lo que parecía una dramática detención: la policía irrumpió en un rancho a las afueras de la capital y detuvo a una mujer francesa y a su novio mexicano, acusados de secuestrar a varias personas para pedir rescate.
Pero en los días siguientes, Maerker se enteró, por un joven reportero de Televisa, de que la redada había sido un montaje. Llevó la información a Leopoldo Gómez, ejecutivo de la empresa.
“Fui y le dije ‘esta es la información que tengo ya, ¿qué sabes de esto?’”, comentó. “Me dijo ‘ni idea, sácalo’”.
Luego, Maerker difundió en su programa que la detención televisada de los sospechosos del secuestro había sido una reconstrucción —los sospechosos habían sido arrestados un día antes, sin que hubiera cámaras— y el elaborado truco publicitario se convirtió en un escándalo internacional que convirtió a la nueva presentadora en una estrella en ciernes.
Aproximadamente una década después, cuando Televisa buscaba a alguien nuevo para presentar su noticiario nocturno, Maerker parecía una candidata astuta, aunque arriesgada.
Televisa se había visto perjudicada por su percibida lealtad a Enrique Peña Nieto, que recibió una enorme cobertura positiva por parte de la cadena cuando ganó la presidencia en 2012, pero que luego se vio salpicado por acusaciones de corrupción. Los índices de aprobación de Peña Nieto se desplomaron antes de que saliera del cargo en 2018.
“Televisa necesitaba reinventarse”, dijo Andrew Paxman, profesor de periodismo en el Centro de Investigación y Docencia Económicas de México.
El precio de la acción de la compañía estaba cayendo, dijo Paxman, junto con los rátings. “Entonces sintieron que tenían que moverse”.
Tras la mala crítica del consultor de marca, Maerker contrató a un amigo, director de una escuela de teatro local, para que la ayudara a transmitir mejor sus emociones.
Durante mucho tiempo, dijo, había estado conteniendo cualquier expresividad que pudiera malinterpretarse como demasiado femenina. “Me fui al otro lado, cero emoción”, dijo.
Así que Maerker se enfocó en mirar directamente a la cámara y mostrar empatía, incredulidad o indignación, o simplemente detenerse en ciertos momentos para procesar los acontecimientos junto con sus espectadores.
“Algunas noches es como si juntos viajara con una cantidad de personas y vamos viendo cosas juntos y nos va provocando algo”, dijo Maerker. “Trato de hacer una reflexión mínima sobre lo que vamos viendo y eso tiene una repercusión emocional”.
Pero la llegada del presidente Andrés Manuel López Obrador, que venció con abrumadora mayoría en 2018, ha recalibrado la relación de Maerker con la emoción.
López Obrador se ha enemistado con la prensa independiente del país desde el comienzo de su mandato, y arremete rutinariamente contra los medios críticos en conferencias de prensa diarias. Nombra y avergüenza a los columnistas que no le gustan, presentándolos como agentes de la oposición, y presenta un segmento semanal llamado “Quién es quién en las mentiras”, destinado a exponer supuestas noticias falsas.
Los ataques han provocado una fuerte reacción negativa entre muchas de las figuras más destacadas de los medios de comunicación del país, que responden a López Obrador con golpeteo.
Maerker ve esa respuesta áspera como un fracaso periodístico.
“Su enojo es tan profundo, tan personal, que se descalifican profesionalmente para seguir haciendo su trabajo”, dijo.
Comentó que tomó la decisión consciente de que su programa sería “más sobrio, menos estridente”, dijo. “No vamos a entrar en una conversación directa con el presidente”.
Algunos analistas, sin embargo, denuncian que el enfoque de Maerker responde a los intereses del gigante que la emplea y la acusan de ser demasiado tímida.
El gobierno es una fuente dominante de ingresos publicitarios para los medios de comunicación mexicanos, y aunque el dinero que recibe Televisa representa una pequeña fracción de su presupuesto, la cadena sigue siendo uno de los principales receptores de ese dinero publicitario en el país.
“Todos los gobiernos mexicanos han tenido influencia en la televisión y este gobierno no es distinto”, dijo Raúl Trejo Delarbre, profesor de ciencia política en la Universidad Nacional Autónoma de México en la capital. “Igual que todos los conductores de esta empresa, Maerker ha tenido que ajustarse a las reglas de la empresa”.
Los críticos del gobierno dicen que estos tiempos exigen una respuesta más definida que la de Maerker.
“Si, en aras de no convertirte en parte de la historia y en aras de no usar adjetivos no cuestionas al poder de forma consistente, ¿no te conviertes en un facilitador?”, dijo Denise Dresser, profesora del Instituto Tecnológico Autónomo de México.
Los amigos de Maerker le han preguntado por qué no es más confrontacional, dijo. Su propia madre, que no apoya al presidente, la llamó para quejarse de su cobertura de una marcha reciente de la oposición.
En tiempos de polarización, evitar tomar partidos resulta solitario. “Nadie me echa porras”, dijo. “No es un lugar amable”.
Maerker seguirá como productora ejecutiva de su programa, que será presentado por Enrique Acevedo, corresponsal de CBS durante mucho tiempo. Dijo que en parte se retiraba porque quería abandonar el refugio de un papel de alto perfil.
Como presentadora, dijo, hay el consuelo de saber que lo que haces importa. “Hacer el noticiero es como tener resuelta tu pregunta existencial”, dijo. “Se me antoja mucho más poner en riesgo eso y hacer otra cosa”.
Al final, Maerker tampoco consiguió eludir la ira del presidente.
Un jueves de diciembre, unos hombres armados atentaron contra Ciro Gómez Leyva, otro reconocido presentador, disparando varias veces contra su vehículo. Gómez Leyva salió ileso.
La noche siguiente, Maerker y otros periodistas emitieron un video en el que condenaban el atentado, leyendo un guión que ella había ayudado a redactar. López Obrador pasó a la ofensiva, al criticar a Maerker por primera vez, según dijo ella.
El presidente insinuó que Maerker formaba parte de un grupo de periodistas que eran “voceros del conservadurismo”, parte de una “élite” que gana enormes sueldos y tiene “una misión, el proteger intereses de grupos”.
Maerker dice que no vio el video en el que el presidente arremete contra ella.
“No lo vi porque el presidente es extraordinario en volver las cosas personales”, dijo. “Y no lo son. Realmente no lo son”.
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