No cabe la menor duda de que en el ser humano, hombre o mujer, hay etapas, periodos de transformación y en muchos sentidos, casi todos voluntarios.

Una de ellas, muy reciente, la advertimos en las formas como se condujo nuestro Presidente ante sus principales invitados. No se trató con poco o mucho, de un nuevo protocolo; pero al menos el anfitrión se percibió relajado.

En los otros encuentros de alto nivel, incluido el de con Donald Trump, AMLO no fue solo acartonado sino sumiso en proceder.

Ahora, en formas, se le pasó la mano y en el fondo asumió una actitud de ignorancia.

Hubo de ilustrarlo Biden, respecto a los gastos de los Estados Unidos, mencionando un enorme ejército, en diversas partes del mundo.

AMLO, ante tales razones financieras, hubo de callar. 

La visita a México de tales personajes y, se entiende, su grupo de asesores, dejó pendientes temas cáusticos, en los que AMLO se resiste, como son el del petróleo y los paneles solares.

Respecto a este último tema, ya Guanajuato ha sido afectado con paro a enorme cantidad de paneles, que por decirlo de una forma corriente, no le sirven a Dios ni al Diablo, menos a los humanos.

A este propósito valdría la pena recordar una especie de coplilla que le cantaba el Diablo a San Miguel. “Venciste Miguel, venciste, guarda tu luciente espada, me apagaste todas las luces; ya me llevó la…”

Los dos ilustres visitantes fueron cautos ya que en ningún momento se refirieron a la democracia. Si el tema se hubiera referido de forma tangencial o directa, habrían salido chispas a la 4T; pero para fortuna del anfitrión, en ese sentido ni se despeinó. Biden fue cauto al darse cuenta que los asuntos muy íntimos de otro país, son solo de su incumbencia.

Creemos que la época de “América, para los americanos”, ya pasó.     

Ahora se trata de otro tipo de relaciones con una modernidad política que impone diálogo y por supuesto entendimiento; si eso no fuera, Canadá y los Estados Unidos arrasarían con todo.

En ese sentido México cuenta con pésimos negociadores.

Desconocen los temas de fondo.

El evento, de una u otra manera, no fue un fracaso. Quedan, como ya se señaló, temas que requieren mayor reflexión y profundo análisis, pero perdido no hubo nada.

Respecto a nuestro Presidente, es posible aceptar por buena su “chabacana” diplomacia, que llegó casi al grado de colgarse del cuello de los visitantes. Pero eso pasó sin pena y menos con gloria.

Esta realidad nos mostró que el Presidente sí tiene capacidad comprensiva para darse cuenta en qué formas y fondo de su gobierno hay que meter cambios. No lo hace, porque no quiere.

¿Qué ganamos, de verdad y en el fondo, con la visita de tan relevantes personajes?

Mínimo que palpen a México como un buen socio.

      

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