Bill McKibben, a la izquierda, publicó su primer libro más de 20 años antes de que naciera Xiye Bastida. Pero como líderes climáticos, coinciden en que “para un activista tener esperanza es lo más importante”

Por John Schwartz de The New York Times en exclusiva para AM Guanajuato

Estados Undidos.- Aunque el cambio climático ahora aparece casi todos los días en los titulares, durante décadas se han estado desarrollando iniciativas para evitar sus peores consecuencias. Una de las primeras voces que se alzaron fue la de Bill McKibben, de 62 años, quien en 1989 publicó su revolucionario libro “The End of Nature” sobre lo que entonces era una crisis en ciernes. Desde entonces, McKibben ha escrito más de una docena de libros sobre el cambio climático y otros problemas en una carrera profesional que combina la defensa periodística con el activismo y los ocasionales arrestos por participar en manifestaciones. (McKibben también ha sido colaborador en la sección de Opinión de The New York Times).

En 2008, ayudó a fundar 350.org, una organización para el combate al cambio climático a nivel internacional. McKibben ha condenado los intentos de la industria de los combustibles fósiles de obstruir las actividades contra el cambio climático y de difundir información falsa sobre la ciencia a pesar de su conocimiento pormenorizado de los riesgos para el medioambiente. En fechas más recientes, se ha volcado contra los principales bancos que financian la exploración de combustibles fósiles. En 2021, fundó una nueva organización, Third Act, para hacer participar a las personas mayores en el movimiento contra el cambio climático.

Xiye Bastida, una chica de 20 años cuyos padres son ambientalistas, nació en México. En 2015, cuando tenía 13 años, después de varios años de sequía, las fuertes inundaciones afectaron mucho a su pueblo, San Pedro Tultepec, ubicado en las afueras de la Ciudad de México. Su familia se mudó a Estados Unidos y se estableció en la ciudad de Nueva York. Bastida comentó que esa experiencia le enseñó que “la crisis del cambio climático no es una fuerza indeterminada a la que tendrán que hacer frente las futuras generaciones, sino que define la realidad en la que vivimos ahora”. Bastida se involucró de lleno en el activismo y como participante en el movimiento de Greta Thunberg, Viernes por el Futuro, ayudó a realizar una labor en la ciudad de Nueva York que impulsó a cerca de 250.000 estudiantes a hacer una huelga como protesta contra el cambio climático. También ayudó a fundar la organización sin fines de lucro Re-Earth Initiative y es una oradora habitual sobre los problemas del cambio climático en conferencias internacionales y charlas Ted Talk. Ella asiste a la Universidad de Pensilvania, donde hace una licenciatura en Estudios sobre el Medio Ambiente.

A fines de diciembre, hablamos con estos dos activistas por videoconferencia. La conversación ha sido editada y condensada.

P: ¿Cómo empezaron en el activismo?

XIYE BASTIDA: Creo que conforme creces te das cuenta de que esto te preocupó mucho antes de lo que pensabas. Yo solía decir que comencé cuando me percaté de que mi historia era importante. Esto sucedió en una conferencia de Naciones Unidas a la que mi padre no podía asistir y me pidió que yo fuera. Yo tenía 15 años y la conferencia era en Malasia, así que atravesé el mundo para ir a una conferencia de Naciones Unidas. Compartí mi historia de cómo se había inundado mi pueblo natal. Me di cuenta de que mi voz tenía un efecto sobre la gente y de que específicamente las voces de los jóvenes en estos lugares de alto nivel cambian la manera en que la gente escucha las cosas. Es diferente que yo diga “Me da miedo mi futuro” a que mi mamá diga que le da miedo su futuro.

Y luego me di cuenta que comenzó a interesarme cuando mis padres me dijeron que amara a la Madre Tierra, cuando mis padres me dijeron que ese era nuestro cometido en este planeta, dejar el mundo mejor que cómo lo encontramos. Creo que crecí con esta preocupación.

BILL McKIBBEN: Yo quería que comenzara Xiye porque sabía que su historia sería mucho más orgánica y racional que la mía. Mi camino hacia el activismo fue prácticamente comenzar a entender mis errores de percepción acerca del mundo. Yo soy escritor y periodista, en eso me formé y es lo que más me gusta hacer en la vida.

¿Y qué es lo que, en principio, no deben hacer los periodistas? Tomar partido. Ese era el mundo en el que había crecido. Una semana después de salir de la universidad, me fui a trabajar a The New York Times. A los veintitantos años escribí “The End of Nature”. Mientras lo estaba escribiendo sabía que había tomado partido en esto y que estaba consternado por lo que estaba ocurriendo. Eso me hizo salir de un cierto tipo de periodismo.

Pero el verdadero error fue que después de escribir eso, pasé diez años pensando que nuestro trabajo era ganar la discusión, porque así es más o menos como los periodistas, o los escritores, piensan acerca de las cosas. Así que seguí escribiendo más libros, organizando simposios, dando charlas y lo que fuera con la creencia de que, si acumulábamos suficientes pruebas, a la larga nuestros dirigentes harían lo correcto. ¿Y por qué no lo harían? Los científicos nos dijeron que iba a suceder lo peor en el mundo. ¿Por qué no íbamos a actuar?

P: ¿Qué han aprendido uno del otro sobre el liderazgo?

McKIBBEN: Antes de que llegue lo peor de esta crisis, yo ya estaré muerto. Así que en verdad es formidable ver que otras personas toman el testigo, saber que va a ser una parte sustancial de sus vidas. Si yo estuviera en su lugar, creo que estaría más enconado por todo esto.

BASTIDA: Lo que yo he aprendido de ti, Bill, es cómo se vislumbra tener una vida llena de objetivos hasta el mero final. Ver que fuiste honesto con respecto a poder hacer una carrera de algo que te preocupa me hace sentir que no hay dudas. En realidad, no tengo una idea concreta de lo que voy a hacer después de la universidad, pero sé que va a ser algo así.

P: ¿Qué significa la ‘esperanza’ para ustedes?

BASTIDA: Bueno, primero describiré el tipo de esperanza que no me gusta porque creo que nunca he vivido un momento tan revelador. Hace poco estuve en un panel del Washington Post para la cumbre de mujeres. Estuve en la mesa con Alexandria y mi amiga Wawa [Wanjiku Gatheru]. Al finalizar se aproximaron quince personas: “Me llenan de esperanza”. [McKibben se inclina y se ríe]. Ese fue el único comentario. Hasta un negacionista del cambio climático diría más cosas.

Entonces, ese es el tipo de esperanza que no me gusta. Me gusta la clase de esperanza que te motiva a cambiar. Una esperanza que te impulsa a actuar. Una esperanza que te motiva a darte cuenta de que si otras personas lo están haciendo, también tú debes estar haciéndolo. Y he visto gente que tiene ese tipo de esperanza. Cuando me invitaron a un panel de Vogue, después del evento, la persona que me invitó dijo que nunca se habían sentido tan esperanzados y que en verdad iban a cambiar muchas cosas sobre la manera en que Vogue operaba. Es muy diferente decir “Gracias a algo que tú dijiste, voy a usar mi poder e influencia en el espacio que ocupo para que las cosas sean diferentes” en vez de “Me llenan de esperanza”.

McKIBBEN: Cuando dicen “Me dan esperanzas”, una parte de lo que están diciendo es “No quiero sentirme tan mal sobre mí mismo”. Lo que me enloquece es cuando la gente dice “Bueno, le toca a la siguiente generación abordar estos problemas y ellos son muy buenos”. Eso es una excusa de tremenda magnitud. Yo acepté hace mucho tiempo que una gran parte de mi trabajo solo iba a implicar que yo fuese un fastidioso profesional para otras personas, porque durante muchísimo tiempo he tenido que pasar el mensaje de que las cosas se iban a poner muy mal. Y, por fortuna, ahora hay muchas otras personas que transmiten este mensaje y está surtiendo efecto. Una de las cosas que me da esperanza es que ya no me siento solo en esta labor, lo cual fue así durante algunas décadas.

Pero no creo que a nadie le adeudemos esperanza. El trabajo de los activistas no es hacer que la gente se sienta psicológicamente mejor y más esperanzada. Pero Xiye tiene muchísima razón: si hay esperanza, radica en la gente que decide unirse para llevar a cabo esta labor.

c.2023 The New York Times Company

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