Sobrevivir a un niño es perder un pedazo de tu corazón. La hambruna que amenaza el Cuerno de África pronto podría dejar cientos de miles de tumbas pequeñitas en el paisaje árido.

Somalia es una tierra desolada de belleza austera, donde granjeros y pastores de cabras se ganan la vida a duras penas en desérticos paisajes lunares. Por lo general, el país tiene dos temporadas de lluvias al año, pero hace dos años y medio que no llueve, lo que ha secado los cultivos y dejado cadáveres de cabras y ganado en la tierra reseca. Las familias se desplazan, levantan coloridas tiendas hechas a mano y buscan trabajo para ganar dinero y poder alimentar a unos niños hambrientos.

Esto puede ser, en parte, nuestra culpa: se cree que la peor sequía en cuatro décadas está relacionada con el cambio climático. La conclusión es que las emisiones de carbono de los países ricos están provocando la muerte de los niños somalíes y nos atan a esta crisis con un hilo de responsabilidad moral.

Así es la sequía en este lugar: Sabirin Omar, una niña de 14 meses, padece kwashiorkor, un tipo extremo de carencia de proteínas. La piel de la niña está manchada y descamada, su pelo es amarillo y se cae, y su cuerpo está hinchado debido a la retención de agua.

“No come lo suficiente”, afirmó su madre, Amina Moallim, de 27 años, quien ya perdió a tres hijos. Moallim explicó que la familia tenía cien cabras, pero todas murieron y ahora solo comen cuando ella o su esposo encuentran trabajos esporádicos que pagan como mucho 2 dólares al día.

Cuando consiguen efectivo, la familia comparte una sola comida al día, que puede ser arroz con un toque de pasta de tomate. No hay dinero para la proteína, por lo que Sabirin corre el riesgo de convertirse en el cuarto hijo muerto de la familia.

Si multiplicas a Sabirin por cientos de miles te vas a ir haciendo una idea. Las Naciones Unidas calculan que para julio, a medida que la crisis se acerque a la hambruna, 1.8 millones de niños somalíes menores de 5 años sufrirán desnutrición grave.

Visitar Somalia significa aturdirse al ver las brechas alimentarias del mundo.

–  En Chicago, Berco’s Popcorn ofrece una lata grande de lujosas “palomitas-de mil millones de dólares” con hojuelas de oro por 2,500 dólares.

– Un paquete de Plumpy’Nut, un alimento abundante en proteína y energía para niños con desnutrición grave como Sabirin, cuesta 38 centavos. Dos o tres paquetes al día pueden revivir a un niño.

No obstante, en Somalia no solo se necesita ayuda, sino también paz. Un grupo islámico extremista, Al Shabab, está luchando contra el gobierno y la combinación de guerra y sequía ha expulsado de sus hogares a unos 3,8 millones de somalíes.

Otra guerra, la de Ucrania, también está matando niños aquí en Somalia. Alrededor del 90 por ciento de las importaciones de trigo de Somalia procedían de Rusia o Ucrania y esa guerra ha elevado los precios de todos los alimentos y fertilizantes. Quizá, lo más importante es que ha desviado la atención y la ayuda que, de otro modo, habrían aliviado la crisis humanitaria aquí.

– UNICEF calcula que el costo de evitar una desnutrición grave es de 55 dólares al año por niño, es decir, solo 15 centavos diarios.

– Un perro estadounidense de talla grande consume fácilmente 2 dólares de comida para perros al día.

No pretendo avergonzar a los estadounidenses que adoran a sus perros y disfrutan de sus lujos (¡me incluyo!), y la verdad es que Estados Unidos ha sido generoso con Somalia, pues ha proporcionado 1300 millones de dólares en ayuda desde octubre de 2021, dos terceras partes de la asistencia humanitaria que recibe Somalia. Europa y los países del Golfo pueden y deben seguir el ejemplo estadounidense y hacer más.

Pero seamos realistas: estas son las responsabilidades que el mundo rico debe aceptar cuando nuestras mascotas están a dieta y los niños somalíes se mueren de hambre.

Por supuesto, el hambre no solo mata a los niños, también provoca que abandonen la escuela y obliga a las niñas a contraer matrimonios a corta edad, en ocasiones con hombres mucho mayores.

Habiba Abdulahi, de 40 años, ya perdió a 4 hijos y está cuidando a su quinto hijo que está gravemente enfermo. En estos momentos se está planteando una manera de avanzar: casar a Luul, su hija de 13 años.

“Con todos los problemas que hay ahora, si encuentro un buen esposo para ella, voy a casar a Luul”, señaló Abdulahi.

Nadie le ha preguntado a Luul y ella no sabe que su matrimonio es una posibilidad. La abuela de la niña, Hawa Ibrahim, quien ya perdió a siete nietos, reconoce que Luul es muy chica para casarse, pero ve la boda como una vía para la supervivencia de la familia. De este modo, no solo tendrían una boca menos que alimentar, sino que también recibirían una dote por Luul que podría servir para alimentar a los demás.

“Si el hombre tiene dinero, la vamos a casar”, dijo.

La decisión parecía dura, pero me pregunté: Si hubiera perdido a siete nietos y estuviera viendo a un octavo luchar por su vida, ¿vería las cosas de otra manera?

En 2011, una hambruna en Somalia cobró 260.000 vidas y esta fue la consecuencia de una sequía de tres temporadas de lluvia consecutivas en las que no llovió. Esta vez, no ha llovido durante cinco temporadas, y algunos temen que la situación sea más grave.

–  Bling H20 vende una botella de “agua alcalina artesanal” con cristales de Swarovski por 2,700 dólares

– Los somalíes de los campos de reasentamiento pagan 4 centavos de dólar por llenar de agua un bidón de 20 litros. Esto supone el doble del precio que tenía hace un año, por lo que el agua se está volviendo inasequible para usos como el aseo.

“Usamos el agua para cocinar y beber”, explicó Marko Ali, una madre acurrucada junto a su bebé en el hospital Benadir de Mogadiscio. “No nos sobra agua para bañarnos o lavarnos las manos”.

Quizá por eso, su hijo, Mohamed, tiene un caso grave de cólera. La desnutrición suele matar a los niños de manera indirecta, pues debilita el organismo, por lo que la causa inmediata de la muerte puede ser el cólera, el sarampión, la neumonía o la diarrea.

“La higiene empeora en una crisis económica, cuando la gente no puede darse el lujo de usar agua”, explicó Hafsa Mohamed, pediatra del Hospital Benadir, que con el apoyo de UNICEF y Concern Worldwide está haciendo una labor heroica para mantener con vida a los niños enfermos.

La mayoría de los niños del hospital tienen lombrices, dijo Mohamed, y mostró fotografías de un niño vomitando lombrices y otro con un pañal lleno de estas. Los parásitos dejan a estos niños anémicos y la comida que reciben va a parar a las lombrices en lugar de a sus propios cuerpos.

– Una pastilla de albendazol para desparasitar cuesta 4 centavos si la compra UNICEF al mayoreo y puede matar a los parásitos.

– El estadounidense promedio gasta 1,300 dólares al año en alimentos que se desperdician y se tiran a la basura.

No podemos solucionar todos los problemas del mundo, pero creo que tenemos cierta obligación con las familias que pierden a sus hijos debido a los desastres climáticos actuales, aunque inevitablemente exista cierta incertidumbre sobre qué parte de una crisis concreta se le puede atribuir al calentamiento global. El clima está cambiando y Estados Unidos ha emitido 12.000 veces más carbono que Somalia, así que aceptemos cierta responsabilidad.

¿Cómo podríamos asumir nuestra responsabilidad?

Esto implicaría emprender una labor internacional aún mayor, en estos momentos, para evitar esta inminente hambruna en el Cuerno de África e invertir en medidas de resiliencia, como presas y semillas resistentes a la sequía, para que el hambre no sea una consecuencia de cada temporada de lluvias fallida. Un estudio reveló que cada dólar invertido en resiliencia reduce las pérdidas posteriores y el gasto humanitario hasta en 3 dólares.

“Somalia es el epicentro de la crisis mundial del hambre, con una escala de fallecimientos que no hemos visto en 50 años”, afirmó Reena Ghelani, coordinadora de prevención de hambrunas de la ONU. “Esta generación de niños no se va a recuperar”.

Mientras entrevistaba a somalíes hambrientos, me asaltó un pensamiento insoportable: un pollo o un cerdo maltratado en una granja industrial estadounidense tiene más probabilidades de sobrevivir que un niño en Somalia.

Alrededor del 5% de los pollos estadounidenses mueren antes de la madurez, mientras que el 11% de los niños somalíes mueren antes de los 5 años, y esta cifra se disparará si la hambruna llega esta primavera.

Decimos que “todas las vidas tienen el mismo valor”, pero la vida de un niño somalí se trata como si fuera menos valiosa que la de un pollo destinado al sartén.

De modo que, ¿podemos darnos el lujo de ayudar a los somalíes? A nivel moral, ¿podemos darnos el lujo de no hacerlo?

 

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *