Hace poco estaba leyendo el libro “Esa bruma insensata” de Enrique Vila-Matas y me topé con el curioso dato de que los agujeros negros eran una abrumadora y fantasmagórica energía llena de ausencia. La energía de la ausencia era un concepto que podía entender bastante últimamente.
Dicen que la ansiedad o las preocupaciones son exceso de pensamientos de situaciones que no existen. Un futuro que tememos y que no termina de llegar. El evento que nos pone nerviosos no existe, no está. Aún así, deja tras de sí una incontable cantidad de energía que nos afecta, invariablemente, el presente. Esa realidad que compite con la imaginación.
Recordé esto mientras paseaba a mi perro, Lenny, en un parque y veía como se emocionaba por ver a una ardilla, nuestro nuevo archienemigo mortal. Admiré la capacidad de Lenny de estar allí ladrando como desquiciado a un animal chiquitito que lo miraba con indiferencia desde la copa de un árbol. Por un momento subió más alto, y volvió a bajar al campo de visión del perro. Resulta que fue a buscar algo de comer para disfrutar del espectáculo.
El desinterés de la ardilla por los ladridos de Lenny era del mismo tamaño que el agujero negro que me embarga cuando pienso en cosas que no pasan. Me imaginé a mis preocupaciones imaginarias en forma de ardilla viéndome con cara de: “¿Qué necesidad tienes de venirme a ladrar en cada paseo?”.
Lenny regresó a casa con una clara satisfacción del trabajo bien hecho ya que sus ladridos habían logrado que yo regresara a casa sana y salva y no me atacara una ardilla voladora con garras y dientes feroces.
Mientras mi perro duerme la quinta siesta del día, yo me enfrento a esta página en blanco tratando de comparar a los agujeros negros con la ansiedad que a veces se instala en mí y baila la conga a mi costa sin miras ni intenciones de irse a la estratosfera.
A veces me pregunto si soy la única que coquetea con la abrumadora energía de la ausencia. Un brinco a las redes sociales y al ‘oversharing’ de las generaciones que habitamos ese mundo digital me dicen que no. Aún así, hay días en que el agujero negro que habita en mi pecho aumenta y disminuye tanto que ya está pensando en compartir la renta con los pulmones y el corazón. Ya estuvo bueno de querer vivir solo de dormir en el sillón cuando, claramente, ocupa más espacio del que prometió.
Supongo que sentirse sola en las preocupaciones es un síntoma más del agujero negro.
Lenny está soñando y por el movimiento de sus patas creo que está persiguiendo algo. A lo mejor es una ardilla. Luego me sorprendo que duerma tanto, debe de ser agotador perseguir ardillas en sueños infinitos. Igual que luchar con agujeros negros.