Polonia ha sido un espacio clave en la geopolítica mundial en toda la era moderna. Es el umbral entre lo que fue el mundo capitalista y el comunista. En la Segunda Guerra Mundial fue el primer País invadido por la Alemania nazi. Católico, de gente trabajadora y de natural defensa ante el invasor, el pueblo polaco ha visto nacer a personalidades de la ciencia, de la política, de la religión. Nos une a México mucho con este pueblo. Particularmente, la acogida de 1,500 niñas y niños polacos que, huyendo de la guerra, vivieron por 4 años en León, Guanajuato, en lo que se recuerda como “la pequeña Polonia”. 

Ahora, tan cerca de la contienda militar entre Ucrania y Rusia, Polonia se mantiene como un espacio de libertad para quienes, con trabajo honrado, crean riqueza compartida. Aquí, en el periodo de 1943 a 1947, la comunidad polaca fue autosuficiente con producción agropecuaria y educación, como un ejemplo de cómo se genera riqueza. Respetaron la condición que el Presidente Ávila Camacho estableció con el General Sikorsky, representante en el exilio del gobierno polaco, para que pudieran vivir en la Hacienda de Santa Rosa. 

Algo tenía este espacio, construido en el preludio de la guerra de independencia cerrando el siglo XVII y que aún con su abandono en las postrimerías del siglo XIX con la Guerra de Reforma, para que, resistiendo los saqueos durante la Revolución Mexicana, pudieran ellos reconstruirla y hacerla un espacio digno para salvar la vida del holocausto que provocó el delirio de Hitler para todo el mundo. 

Originalmente con mil hectáreas que le permitieron ser la hacienda con mayor producción del Bajío, creó a su alrededor a la comunidad rural de Santa Rosa con la población de sus trabajadores, que conserva hoy, el arraigo y el cariño a la hacienda patronal. Con dos catalogaciones como Monumento Histórico Nacional en los tres patios y en la maravillosa capilla, han visto pasar por sus arquerías y crujjías a decenas de miles de niñas, niños y adolescentes que, con el paso de los siglos, dejaron aquí en pasillas, dormitorios y aulas, un pedacito de su historia personal. 

La hacienda de Santa Rosa es la hacienda mejor conservada que tiene León. Aquí la visitaron Lázaro Cárdenas, Ávila Camacho, Lech Walesa, y en este museo de sitio, vivo de anécdotas, se puede regresar al pasado, ya en la capilla histórica, ya en las tumbas centenarias o en el imponente edificio polaco donde hicieron su vida cientos de chiquillos, algunos de los cuales casaron con mexicanos, creando la colonia polaca en León. 

Se cumplen 80 años de la llegada en julio en noviembre de los contingentes, que salieron de Polonia a Siberia y después a la India, en ese largo trayecto de encontrar refugio, para cruzar los Estados Unidos y llegar por vía férrea a la antigua estación de este terruño, donde fueron recibidos con mariachis y con los brazos abiertos, tanto como en esos años llegaron los “niños de Morelia” escapando de la guerra civil española, al vecino Michoacán. 

Los pueblos conservan en la memoria y en sus sitios históricos, ya en placas, ya en fotografías, o en construcciones, la historia viva de pasado que nos hace ser lo que hoy somos. Por eso, escribo la historia de la hermosa Hacienda de Santa Rosa y cómo en su línea de tiempo, construyó la historia de casi veinte mil almas que aquí vivieron y reconstruyeron la vida de la mano de educadores y con los donativos de la comunidad leonesa. Hoy, Ciudad del Niño Don Bosco, después de 63 años y de haber sido también Orfanato con los Misioneros de la Divina Infantita, es una obra educativa enorme que da cabida a pequeños migrantes centroamericanos, a jóvenes jornaleros, a huérfanos en custodia, a internos en vulnerabilidad y más recientemente, a jóvenes en conflicto con la ley. 80 años de que nació la “Pequeña Polonia” en el gran Guanajuato.

 

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