Celaya, Guanajuato.- Mónica Ruiz Ruiz es la heredera de las Vaquitas El Portal de Celaya, una tradición que ya marcó seis generaciones. Día con día, la familia elabora estos deliciosos panes que forman parte del patrimonio cultural de la ciudad.
El origen de todo se remonta dos siglos atrás, en Guanajuato capital, con Juan Méndez “El Pastelero”, tatarabuelo de Mónica, quien tras trabajar con unos franceses aprendió el arte para hacer estos bocadillos que, cuenta la leyenda, fueron probados por Maximiliano de Habsburgo y su esposa.
Carlota pidió que le compraran y cuando las comió dijo ‘pica mucho, como si corneara una vaca, pero está muy rico’, de ahí mi tatarabuelo agarró el nombre de un ‘vaquita’”, relató Mónica Ruiz.
Posteriormente, fue el hijo de Juan “El Pastelero” quien decidió traer este tipo de panes a Celaya y dejar la capital, luego de que sufrió un accidente en una mina que casi lo deja ciego.
La llegada a Celaya
Primero la venta era ambulante, pero después fueron buscando un lugar donde establecerse en el Centro Histórico de Celaya.
Concepción Méndez fue la encargada de seguir con esta tradición ya en forma, junto con una señora llamada Rosa, quien fue quien consiguió el lugar en el Jardín hace más de 70 años”, recordó.
María de la Luz y Alejandro, padres de Mónica, fueron la cuarta generación que continuó con las vaquitas, antes de darle la encomienda a su hija de seguir con la tradición y dejar de lado su carrera como licenciada en Diseño Gráfico.
Desde niña siempre trabajé ahí en las vacaciones, pero en una ocasión mi papá se quedó sin trabajadores y yo me propuse para ayudar temporalmente, pero jamás me fui y ahora estoy encargada del negocio junto a mi hermano”.
Actualmente son cerca de 10 personas que hacen de todo para la elaboración y venta de vaquitas, volovanes y otros panes, incluyendo a la mamá de Mónica, que a sus 76 años se niega a dejar su trabajo.
Ella quiere seguir a pesar de que tuvo un accidente, trae prótesis en las rodillas, pero así trabaja. No quiere quedarse en su casa”, dijo.
Las vaquitas son difíciles
Hornear los panes es una labor que empieza a las 5 de la mañana y que se termina a la 1 de la tarde, y desde hace dos siglos la familia mantiene la receta original de la masa elaborada prácticamente toda de manera artesanal, y con cocción en horno de leña.
Solo se han cambiado los sabores de las vaquitas, que van desde chorizo con queso, rajas con queso, champiñones, jamón, atún, entre otros. Y ahora la sexta generación ya experimenta con pasteles y algunos postres.
Sin embargo, no todo ha sido fácil para ellos, ya que no han podido recuperarse de los golpes que dejó la pandemia.
Sí nos afectó mucho, apenas vamos pagando deudas rezagadas y apoyos del gobierno”, afirmó.
Y a esto se sumó el gran susto que se llevaron cuando el 5 de febrero un hombre les robó el carrito de acero inoxidable donde venden, pero que recuperaron gracias al apoyo de la ciudadanía, que les indicó el lugar donde estaba.
Por lo mismo, la señora Mónica promete que en marzo regalarán deliciosos panes a toda la gente que los ayudó cuando pasaron por esto, ya que se siente muy agradecida con los celayenses que mantienen vigente esta tradición.
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