Por su producción majestuosa y actuaciones de alto nivel artístico, el estreno de la ópera Aída, de Giuseppe Verdi, en el Teatro del Bicentenario Roberto Plasencia Saldaña, fue todo un éxito la noche del viernes.
Esta nueva escenificación del trágico triángulo amoroso en el antiguo Egipto fue posible gracias a la donación de la escenografía de San Diego Opera a la Sociedad Artística Sinaloense, que coproduce la obra en León.
Creado por el diseñador estadounidense Michael Yeargan para San Diego Opera en 1996, el montaje incluye dispositivos móviles para hacer una representación clásica y grandiosa de la ópera Aída.
Enormes figuras recortadas de dioses egipcios, paredes cubiertas de pinturas y jeroglíficos, alas que vuelan sobre el escenario, un tablero de ejércitos, un cielo estrellado y pirámides proyectadas sobre un telón de fondo, formaron parte de la propuesta escénica.
Únicamente la representación del entierro de la pareja de amantes no fue fiel a la idea original de Verdi, quien concibió la escena en dos niveles: una tumba en la parte inferior y un altar en la zona superior donde ora Amneris.
En cambio, en el montaje de Michael Yeargan se mostró al trío protagonista casi en el mismo nivel, por lo que la superposición de voces y emociones que pensó el compositor italiano no se alcanzó.
No obstante, la puesta en escena resultó magnífica gracias al diseño de iluminación de Rafael Mendoza, quien supo aumentar la intensidad de la luz para incrementar la solemnidad de algunas escenas, como la marcha triunfal. También recreó el ambiente nocturno e íntimo de la escena del Nilo.
Para esta producción de Aída se contó con la participación del escenógrafo Emilio Zurita y el equipo de coordinación técnica de escenografía e iluminación, integrado por Mariana González Guadarrama y Diego Rodríguez Montalvo.
La escenificación se complementó con el vestuario de Emilio Rebollar, quien diseñó cada atuendo de acuerdo a la posición social, militar y religiosa de los personajes.
Por mencionar unos ejemplos, la princesa de Egipto lució túnicas elegantes, capa dorada y una corona similar a la que usó la reina Nefertiti. Mientras que los soldados solo llevaban falda corta, tocado en la cabeza y sandalias.
La caracterización, maquillaje, peluquería y peinados fueron diseñados por Carla Tinoco. Quizá solo Radamés, por su melena y barba, parecía un poco más un soldado europeo que un líder de las tropas egipcias.
Aída contó con la dirección de escena de Luis Miguel Lombana, quien hizo un buen trabajo, ya que en general todos los artistas brindaron una actuación natural, espontánea y fluida.
Asimismo las coreografías de Víctor Manuel Ruiz, ejecutadas por los miembros de Delfo Danza Contemporánea, inyectaron fuerza y vitalidad a cada una de las escenas con ballet.
Las voces
El tenor vizcaíno Andeka Gorrotxategi, como Radamés, brindó una de sus mejores actuaciones en el Teatro del Bicentenario. Su voz se escuchó clara, rotunda y, sobre todo, potente. Además, el cantante nunca perdió la oportunidad de lucir sus agudos luminosos. En suma, fue un noble, enamorado y heroico capitán egipcio.
La sorpresa fue la mezzosoprano Rosa Muñoz en el rol de la celosa Amneris. Aparte de ofrecer una interpretación apasionada de la princesa egipcia, la joven cantante mexicana desplegó un registro vocal amplio, incluida una zona de graves suntuosos. Sin duda, su escena del juicio fue muy conmovedora.
La soprano mexicana María Katzarava, en el papel de Aída, volvió a conquistar al público de León. Su actuación fue creciendo gradualmente hasta regalar algunos de los momentos más emotivos de la ópera, sobre todo, en el tercer acto en el que su personaje se enfrenta a su autoritario padre.
Su voz posee las cualidades requeridas para abordar el rol, desde los agudos potentes hasta el pianissimo más delicado. Ejemplo de ello fue su interpretación del aria “O patria mia”. Aunque hay que señalar que le faltó una mayor proyección de la zona grave.
El barítono mexicano Genaro Sulvarán sorprendió no solo por su voz poderosa, sino por su encarnación de Amonasro, el padre de Aída. Con un cuidado en el fraseo y los matices, cantó sus breves pero importantes partes. Su dueto con María Katzarava en el acto tercero fue de una intensidad asombrosa.
El bajo cantante José Luis Reynoso y la soprano Laura Leyva destacaron como el sumo sacerdote Ramfis y la sacerdotisa, de manera respectiva. Correctos fueron el joven bajo-barítono Rodrigo Urrutia, como el Rey de Egipto, e Iván Valdez como el mensajero.
La orquesta y coros
Después de 41 años, Enrique Padrón de Rueda volvió a dirigir la ópera Aída, en esta ocasión al frente de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato (OSUG).
Claramente se notó la experiencia del conductor sinaloense, al cuidar los matices y el equilibrio para no cubrir a los cantantes con el sonido orquestal. Procuró evocar la majestuosidad en los conjuntos y el lirismo en la escena del Nilo, por ejemplo.
En general, la interpretación de la OSUG fue limpia y emocionante, destacando las intervenciones solistas del oboe en el aria “O patria mia” y de las trompetas en la famosa marcha triunfal desde el escenario.
Con un sonido contundente y homogéneo, los coros del Teatro del Bicentenario y del Conservatorio de Celaya, bajo la dirección de Jaime Castro Pineda, destacaron en cada una de sus apariciones. Las fuerzas vocales lograron transmitir el carácter religioso y solemne de la ópera.
Al concluir la obra, el público se volcó en aplausos ante los artistas durante unos minutos. Incluso desde uno de los balcones uno de los jóvenes asistentes lanzó un famoso peluche al tenor Andeka Gorrotxategi, quien agradeció el cariñoso gesto con una sonrisa.