Tijuana.- Cuando Claudia despertó sintió un dolor desconocido que ardía como si se quemara por dentro; luego, una mancha negra empezó a dispersarse desde su cadera hasta las piernas y percibió un olor a descomposición.
Impactada, miraba caer pedazos de su piel y carne. Le habían dicho que era normal, pero después de eso pasó un mes en cuidados intensivos; parte de su cuerpo había muerto. Una bacteria le causó una necrosis que hasta la fecha le dejó secuelas.
“Qué daría por cerrar los ojos y que me dijeran que todo fue una broma, una pesadilla, pero no”, lamenta desde su casa, un sitio que ahora se ha convertido en una especie de refugio para ella, un sitio que la resguarda de las críticas, las amenazas y de ser juzgada por una mala cirugía practicada en el paraíso de los procesos estéticos: Tijuana, la meca del turismo médico.
Claudia es una de alrededor de 20 mujeres que demandan la reparación del daño a una influencer que les vendió un contrato de pagos semanales para realizarse procedimientos estéticos y también a los cirujanos que pusieron sus vidas en riesgo y que además les dejaron marcas permanentes.
Sin detenidos a pesar de más de 20 denuncias
Claudia Barrera fue operada por Joaquín Ayala, el 23 de septiembre de 2021; una reconstrucción total, que consistía en implantes mamarios, trabajo en el abdomen y transferencia de grasa en caderas. Era seguidora de Laura RS, una influencer que se dedica a promocionar cirugías en pagos semanales, por las que cobra comisión, con una cartera de cirujanos a bajo costo.
Aunque demandaron ante la Cofepris y la Fiscalía General del Estado (FGE), tanto la influencer como los médicos continúan en libertad, pero además, protegidos por el gremio que no se ha pronunciado por las malas prácticas y el riesgo que implican y todavía promocionan sus servicios y ejercen sin haberse hecho cargo de los daños.
Así inició la pesadilla de Claudia tras operarse estéticamente
Cuando Claudia ingresó a la sala donde fue operada pensó que al despertar daría inicio a su proceso de recuperación, pero éste nunca llegó. Habían pasado un par de horas desde que terminó el procedimiento, pero el dolor la despertó; era insoportable. Miró en su cuerpo una mancha roja y, aun cuando lo reportó al personal, la dieron de alta.
Esa misma noche tuvo fiebre, los síntomas de una infección comenzaban. De inmediato se fue a la clínica, pero estaba cerrada y no hubo nada que hacer. Mientras pasaban las horas desde su cama y en medio del dolor, su piel empezó a desprenderse, luego un color oscuro se plantó en ella y empezó a propagarse. Para ese momento ella todavía no entendía que estaba necrosando.
Indiferencia criminal de médicos
Cuando al fin logró ser recibida por los médicos solamente le recetaron paracetamol y nadie le explicaba qué le estaba ocurriendo, le decían que era normal y que iba a pasar. Ella confió.
Casi dos semanas después, su condición empeoró y la llevaron de emergencia a una clínica privada. Le dijeron que le quedaban 72 horas antes de morir y no la atendieron. Llegó a una segunda y a una tercera clínica, nadie la quiso atender. Argumentaban miedo porque nadie quería hacerse responsable de los errores de los primeros médicos.
Sufrió un paro respiratorio y fue cuando lograron ingresarla en el Seguro Social. Una vez que entró no volvió a salir hasta después de haber sido aislada en cuidados intensivos durante un mes.
JRL