Cada día, sin saberlo, nuestros niños podrían estar jugando con un enemigo silencioso e invisible. Se trata de un elemento tóxico que penetra en sus pequeños cuerpos, causando estragos en su desarrollo cerebral y físico: el plomo. Este metal pesado, escondido en objetos cotidianos como pintura, juguetes e incluso agua potable, está afectando de manera alarmante a nuestros hijos.
Lo más aterrador del plomo es su sutileza. A menudo, las consecuencias de su intoxicación no se hacen evidentes hasta que los daños son irreparables. Nuestros niños pueden estar sufriendo de problemas de aprendizaje, trastornos de comportamiento, e incluso daños neurológicos, sin que nosotros, como padres y cuidadores, nos demos cuenta de que la fuente de su padecimiento es, en realidad, un envenenamiento lento.
El plomo, una vez ingresado al organismo, se aloja en los huesos, causando estragos permanentes. Conduce a un sinfín de trastornos, desde hipertensión y enfermedad cardiaca hasta efectos perjudiciales en los recién nacidos y las embarazadas. En resumen, no existe un nivel seguro de plomo para nuestro organismo.
Las fuentes de plomo en México son diversas, incluyendo industrias, reciclaje de baterías de automóviles y pinturas. Sin embargo, la principal proviene de la loza artesanal de alfarería tradicional, utilizada comúnmente en la preparación, servicio y almacenamiento de alimentos. Afortunadamente, existen alfareros dedicados a la producción de loza tradicional sin plomo.
En un hecho histórico, México ha logrado estimar la cantidad de niños menores de cinco años que sufren intoxicación por plomo: 1.4 millones, según la Encuesta Nacional de Salud publicada en 2020. Este dato no es cualquier número; refleja la magnitud de una problemática silenciosa pero devastadora que amenaza a nuestros niños y niñas, minando su inteligencia, aprendizaje, desarrollo motor y control emocional.
Las Normas Oficiales Mexicanas (NOM) representan un mecanismo crucial para proteger a la población y en especial a nuestros niños de la exposición innecesaria al plomo. Desafortunadamente, nos enfrentamos a un retroceso alarmante: el 28 de febrero de este año, la autoridad de Salud publicó en el Programa Nacional de Infraestructura de la Calidad 2023 la propuesta de cancelación o modificación de varias normas cruciales para controlar esta crisis.
Se cancelaría la norma de límites al uso de compuestos con plomo (NOM-004). Igual suerte tendrían la modificación para actualizar según las evidencias científicas recientes la norma para métodos de prueba de laboratorio (NOM-117), la de índices biológicos de plomo en trabajadores (NOM-047) y, la que determina los niveles de plomo en la población general no ocupacionalmente expuesta (NOM-199).
Igualmente se cancelarían la modificación de la norma sobre los niveles permisibles de plomo en productos de alfarería (NOM-231) en donde quedaría eliminado el uso de plomo, y la norma de etiquetado de pinturas, que incluiría el plomo (NOM-003).
La justificación que se da es que las modificaciones no consideran las “capacidades con las que se cuenta para su debido cumplimiento y contribución al desarrollo económico y protección de los objetivos de interés público”. Sin embargo, ¿no es de interés público proteger la salud de nuestros niños? ¿Por qué mejor no se plantea una ruta para tener dichas capacidades en el corto plazo para que el Estado cumpla con su obligación? La justificación es realmente absurda.
El camino a seguir es incierto, pero lo que sí es seguro es que nos quedaremos con normas obsoletas y con argumentos que ignoran las necesidades actuales. La preocupación crece al considerar el daño irreversible que sufren nuestros niños y el incumplimiento de las responsabilidades de aquellos encargados de proteger nuestros derechos.
Es imperativo que recordemos: la intoxicación por plomo es completamente prevenible. Dejemos de ser espectadores y tomemos acción, porque la salud de nuestros niños y el futuro de nuestro país están en juego.
Es hora de exigir normas actualizadas y efectivas. Porque nuestros niños no pueden esperar.
Mientras tanto seguimos siendo voz de los cientos de miles de profesionales de la salud, de los organismos de la sociedad civil relacionados con la atención médica a lo largo y. ancho del país -que cada día son más-. Ayer solicitamos a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a través de la oficina regional al cargo del Dr. Juan Manuel Sotelo, quien de manera atenta leyó el oficio entregado de propia mano enfrente de nosotros, donde expresamos el daño que se puede hacer al cancelar las normas, y se comprometió a revisarlo con el equipo de expertos de la OMS y dar una respuesta de las acciones que tomarán. Les mantendré informados.
¡Normas o plomo!
‘El plomo silencioso: El destino de nuestros niños y la urgencia de las normas vigentes’