El origen de la mafia siciliana está envuelto en mitos justicieros que gustan repetir los propios criminales, pero las investigaciones históricas recientes lo fechan en 1812: la fragmentación de los latifundios y la desamortización de las tierras comunales, aunadas al aumento del bandidaje y la debilidad del Estado, habrían llevado a los propietarios agrarios a convertirse en los primeros patronos y organizadores. Según John Julius Norwich, la Mafia pudo tener esos antecedentes, y aun otros, virreinales (nepotismo, patronazgo, venta de puestos), pero su aparición coincidió con el estreno en Palermo de una obra de teatro, Il mafiusi Della Vicaria, que tuvo inmenso éxito y presagió el aura de heroísmo que por mucho tiempo rodeó a los maleantes. Eran los tiempos de la unificación italiana, que para los sicilianos significó nuevos impuestos, servicio militar obligatorio y la presencia de una nueva clase política y administrativa despótica y ajena a la isla. Este doble agravio de desatención y abuso habría reforzado a la Mafia.

Ya en 1867, el alcalde de Palermo describía así la nueva forma de dominación ilegítima, la Cosa Nostra.

La Mafia es poderosa, quizás más poderosa de lo que la gente cree. Solamente aquellos que gozan de protección de la Mafia pueden moverse libremente en el campo. La falta de seguridad ha provocado la siguiente situación: cualquiera que quiera ir al campo y vivir ahí debe convertirse en bandido. No hay alternativa. Para defenderte a ti mismo y a tu propiedad, debes conseguir protección de los criminales, y atarte a ellos de alguna manera.

Ucciardone, la prisión de Palermo, es un gobierno en sí mismo. Desde ahí se dictan las reglas y órdenes. En Ucciardone lo saben todo, lo que nos hace pensar que la Mafia ha reconocido formalmente a los jefes. En el campo alrededor de Palermo, los grupos criminales han proliferado y hay distintos jefes, pero a menudo actúan coordinados unos con otros y buscan liderazgo en la Ucciardone.

Aunque la historia económica de la Mafia está ligada al carácter agrícola de la isla, a lo largo de un siglo diversificó sus operaciones hasta volverse una multinacional dedicada al asesinato, secuestro, fraude, extorsión, contrabando, juego, blanqueo de capitales, tráfico de armas y personas, narcotráfico, etc… Ha sufrido golpes esporádicos, a veces severos, por parte del gobierno italiano, pero nunca llegó a ser vencida por entero. El daño que infligió fue temprano, profundo, permanente. Aunada como la langosta bíblica a los desastres naturales -el terremoto de 1908 dejó 60,000 muertos en Messina- la Mafia fue desgarrando el tejido social y apagando, segando o dominando las fuentes productivas de Sicilia cuya población emigró en masa a Argentina y Estados Unidos, país donde la Mafia, famosamente, puso sucursales que se volvieron capitales. Parecía invencible, hasta que el martirio de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, asesinados en 1992 por la Mafia, cimbró a Italia y convenció a los sicilianos que la batalla por la legalidad era al menos posible.

Y ahí sigue, esa isla prodigiosa por donde pasaron y dejaron huella todas las civilizaciones del Mediterráneo: fenicios, griegos, helénicos, judíos, romanos, cartagineses, bizantinos, árabes, normandos, germanos, franceses, aragoneses, españoles, austríacos. Una muestra es Agrigento. En una suave colina, la ciudad barroca mira hacia la imponente Acrópolis griega de templos color ocre. Un poco más allá, iluminado de inmensidad, se abre el ancho horizonte del mar. Pero en las calles de Agrigento, violenta desde siempre, se respira un aire de desolación, opresión y tristeza. En Agrigento no se habla, se musita. Los taxistas son los escuchas de la Mafia. ¿Qué sería Sicilia si imperara en ella el Estado de derecho?

Inevitablemente pienso en México, en Michoacán, en Tamaulipas, en todas las inmensas zonas de México que ya no son enteramente nuestras. El antiguo régimen creyó dominar a la naciente Mafia pactando con ella. Se equivocó. Los gobiernos de la transición democrática la enfrentaron de manera errática, tibia e incluso turbia. Se equivocaron. Desde 2018, el Estado mexicano renunció a enfrentarla. Se ha equivocado. El uso ilegítimo de la fuerza por la delincuencia desplazó al uso legítimo de la fuerza por el Estado.

El futuro siciliano está aquí. El mexicano teme, sufre en silencio, cierra negocios, entierra a sus muertos y emigra. ¿Qué sería México si imperara entre nosotros el Estado de derecho?

 

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