En la teoría de conjuntos, Milan Kundera quedaría incluido en tres conjuntos inusitados. Sería parte de un grupo de grandes escritores que no han ganado el Premio Nobel. También de un conjunto pequeño, pero muy distinguido, de literatos que escribieron en un idioma que no era el suyo. Igualmente, de un grupo de escritores que han vivido y trabajado en el exilio, incluso privados de su nacionalidad. La pertenencia a estos tres conjuntos dispares hace de Kundera un escritor especial.

Alfred Nobel estableció que el premio de literatura que lleva su nombre se otorgaría al autor “que haya producido el trabajo más destacado en una dirección idealista”. Kundera habría sido un candidato natural, como Jorge Luis Borges o Carlos Fuentes, muy arriba, me parece, de Annie Ernaux, Abdulrazak Guhman, Louise Glück y muchos otros ganadores, incluyendo a Bob Dylan.

El gusto por la literatura es, por supuesto, subjetivo, pero en la lista de los no ganadores del Nobel encontramos a autores muy distinguidos, más que muchos premiados. Además de Borges, Fuentes y Kundera, están Mark Twain, Antón Chéjov, Joseph Conrad, Graham Greene, Henryk Ibsen, James Joyce, Franz Kafka, D.H. Lawrence, Vladimir Nabokov, George Orwell, Marcel Proust, Lev Tolstoi, Stefan Zweig o Julio Cortázar. Todos estaban vivos cuando el premio empezó a entregarse en 1901, pero fueron omitidos mientras una serie de escritores menores eran galardonados. Es como si los comités que otorgan los premios de física, química o medicina escogieran no a los mejores científicos, a los que tienen los mayores hallazgos o investigaciones, sino a los más leales.

Kundera formaba también parte de un grupo muy especial en la historia de la literatura: los escritores que han escrito en un idioma que no es su lengua materna. Kundera creció hablando checo y empezó a escribir en esa lengua. En 1979 se le “permitió” emigrar a Francia, pero el gobierno comunista de Checoslovaquia lo privó de su ciudadanía en 1979, lo cual fue un golpe personal para él. A partir de 1994, con La Lenteur (La lentitud), empezó a escribir y publicar en francés. Joseph Conrad nació en Ucrania en el seno de una familia polaca, pero aprendió a escribir en inglés. Vladimir Nabokov era originario de San Petersburgo y redactó sus primeros libros en ruso, pero sus mayores aportaciones a la literatura, especialmente Lolita, las escribió en inglés. Las novelas de Conrad y Nabokov son consideradas verdaderas joyas por el uso del inglés. En contraste, Samuel Beckett, quien nació en Dublín, Irlanda, y sí ganó el Premio Nobel, escribió primero en inglés, pero después se inclinó por el francés, “porque en francés es más fácil escribir sin estilo”.

Kundera no ha sido el único escritor que ha tenido que trabajar en el exilio, tampoco el único privado de su nacionalidad. Zweig se exilió y perdió su nacionalidad austriaca por ser judío en el régimen nazi. Sergio Ramírez hoy ha sido despojado de la nacionalidad nicaragüense por el dictador Daniel Ortega.

Consuelo Saizar, quien fue presidenta de Conaculta y directora del Fondo de Cultura Económica, escribió en Twitter este 12 de julio que Kundera, con su Insoportable levedad del ser, “inspiró a mi generación para vivir con libertad y luchar por la democracia”. Estoy de acuerdo. No necesitó un Premio Nobel ni un pasaporte checo para inspirar al mundo. No lo ataba ni siquiera su lengua materna. Encajaba en conjuntos inusuales, pero nos enseñó a todos las virtudes de la rebeldía. 

La pintora

Citibanamex ha empezado su escisión y tendría razones para desinteresarse de México. Sin embargo, acaba de comprar el autorretrato de María Guadalupe Moncada, la primera pintora mexicana, novohispana, en firmar una obra. Durante años se pensó que la pintura era de Goya, hoy María Guadalupe regresa a casa en el Foro Valparaíso. 

 

www.sergiosarmiento.com

 

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