Obsesionado con fijar su lugar en la historia, el Presidente no cesa de imprecar contra quien podría ponerlo en duda o incluso arrebatárselo. Una y otra vez, cada vez que toma el micrófono, en cualquier sitio y a cualquier hora, sometido a una furia que lo rebasa y lo trastoca, le lanza toda suerte de improperios. Durante semanas no cesa en sus ríspidos ataques: sin ser consciente de la desigualdad del combate, se vale de su investidura y de todo el poder del Estado para batirse a diario contra quien aspira a sucederlo. Su intervención no solo es desproporcionada e injusta, sino ilegal: no le corresponde a él, que en teoría gobierna a todos los mexicanos, tratar de bloquearle el camino a quien considera una suerte de enemigo personal.
Nos hallamos en el primer semestre del año 2006: el Presidente es Vicente Fox y sus inagotables pullas van dirigidas contra Andrés Manuel López Obrador. Pero, por inverosímil que suene, en 2023 el mismo relato se repite, solo que ahora el Presidente es el mismo López Obrador y la víctima de sus diatribas Xóchitl Gálvez, antigua colaboradora de Fox. En uno y otro caso, el jefe de Estado se vale de todos sus recursos -de la inaudita resonancia de su voz y de la sumisa amplificación que llevan a cabo sus subordinados y seguidores- para deshacerse de la principal figura que lo confronta: de quien se atreve a confrontar y denunciar este abuso de poder.
Antes, Fox y los suyos ya habían intentado apartar al entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de México de la candidatura mediante una triquiñuela jurídica que fue eficazmente denunciada y rechazada por buena parte de los ciudadanos. Conjurada esta amenaza, las palabras del Presidente dieron el disparo de salida para que incontables funcionarios federales y locales interviniesen de manera directa en el proceso electoral: el resultado fueron las muy cuestionadas elecciones de julio de 2006, en las que incontables irregularidades enturbiaron los resultados. Incluso quienes niegan que hubiera un gran fraude, tendrían que reconocer que la artera intervención de Fox fue sin duda ilegal.
En buena medida, el AMLO que hoy conocemos, ese que a fin de cuentas llegó a gobernar al país en 2018, surgió como reacción a esa operación de Estado que primero buscó descalificarlo, después eliminarlo y al cabo neutralizarlo desde la propia Presidencia de la República. En su momento, supo contestar, con un lenguaje tan desgarbado como efectista -cállate, chachalaca-, a un Presidente extraviado y decidido a excederse en sus funciones. A cada rabieta de Fox, respondía con una ingeniosa vuelta de tuerca: justo lo mismo que ahora Xóchitl hace con él. En una nueva paradoja, ella lo tiene a su vez como modelo: sus agudas réplicas a los denuestos de las mañaneras copian las que él mismo le endilgó en su momento a Fox.
En “La insoportable levedad del ser”, el recién fallecido Milan Kundera escribe: “La idea del eterno retorno es misteriosa y con ella Nietzsche dejó perplejos a los demás filósofos: ¡pensar que alguna vez haya de repetirse todo tal como lo hemos vivido ya, y que incluso esa repetición haya de repetirse hasta el infinito! ¿Qué quiere decir ese mito demencial?”. Lo demencial, aquí, es observar a un político en teoría tan astuto como López Obrador repitiendo el mismo error de Fox. Peor aún: ocupando exactamente su lugar, diecisiete años después. ¿No se da cuenta de que, como sostenía Marx, la inmediata repetición de la historia se convierte por fuerza en una farsa?
Como a su némesis en 2006, a AMLO lo único que hoy le importa es su sitio en los libros de historia. Si su obsesión con Xóchitl Gálvez -a quien bombardea con motivos aún más viles: sus orígenes o su sexo- se mantiene y, pese a las medidas cautelares del INE, persiste en su guerra abierta o silenciosa, y al hacerlo da pie para que una nueva operación de Estado, tramada por la leal veintena de gobernadores de Morena, se ponga en marcha contra ella, el resultado podría ser el peor que podría imaginar: ser recordado con la misma rabia y el mismo desprecio con que hoy la mayoría recuerda a Vicente Fox.
@jvolpi