El presidente López Obrador insiste que en materia de seguridad “vamos bien”. Los pocos delitos que subsisten son culpa de Felipe Calderón, quien dejó la Presidencia en 2012. “Hay justicia y tranquilidad social y se avanza en la erradicación de la violencia. Lo vamos a lograr entre todos, me canso ganso”, dijo este 1º de julio.

Nadie sabe a ciencia cierta qué significa su estrategia de abrazos y no balazos. El secretario de defensa, Luis Cresencio Sandoval, sigue reportando los éxitos de la guerra contra el narco: las detenciones de narcotraficantes, el aseguramiento de laboratorios de metanfetaminas y fentanilo (sí, ese que no se produce en México) y de drogas como metanfetamina, cocaína, fentanilo y marihuana (sí, esa planta cuyo consumo ya fue declarado constitucional por la Suprema Corte).

Me parece correcto que la Sedena, que sigue operando la Guardia Nacional, no se rinda en esta guerra. Las autoridades no pueden dejar de cumplir la ley. Las organizaciones criminales, además, no solo trafican con drogas, sino que cometen muchos otros crímenes. La única manera de terminar la guerra contra las drogas es despenalizarlas, cosa que el gobierno no ha hecho a pesar de las decisiones de la Suprema Corte.

No dudo del compromiso de los militares en su labor como policías, pero los resultados no han sido ni remotamente tan buenos como pretende el presidente. Cuando AMLO afirma en sus mañaneras que vamos bien, presenta gráficos que sugieren que hay una tendencia descendente en los homicidios dolosos. Presenta cifras engañosas, sin embargo. Asegura, por ejemplo, que ha habido un descenso de 17.5 por ciento en los homicidios dolosos, pero toma como base los 3,074 homicidios de julio de 2018, el récord histórico, a pesar de que él tomó posesión en diciembre, y cierra con los 2,536 de junio de 2023.

Aun así, un estudio del Observatorio Nacional Ciudadano señala anomalías en la información que sugieren que el gobierno está manipulando las cifras. En el primer semestre de 2023, por ejemplo, hay un descenso marginal de 2.7 por ciento en la tasa de homicidios dolosos frente a 2022, pero hay un incremento de 9.9 por ciento en “otros delitos que atentan contra la vida y la integridad corporal”; el primer semestre de 2023 es, de hecho, el período con el mayor número registrado de esos “otros delitos”. Si bien los dos indicadores se movían antes en la misma dirección, en los últimos años se han desplazado en sentido contrario; mientras más bajan los homicidios, más suben los otros delitos contra la vida. El estudio apunta, por otra parte, que “durante el primer semestre de 2023 el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública reportó 2,156 víctimas adicionales a las 13,386 víctimas reportadas en la base de homicidios diarios publicada por el gobierno federal”.

El país está sufriendo, además, una “crisis de desapariciones”. Del 1º de diciembre de 2018 al 30 de junio de 2023 se han registrado 43,119 desapariciones de personas que no han sido localizadas. Muchas son víctimas de homicidios, pero los cuerpos solo aparecen años después. o nunca. Estas desapariciones tendrían que asumirse como homicidios.

Es falso que los actuales problemas de seguridad sean responsabilidad de un presidente que dejó el poder hace 11 años, pero es cierto que resolver esta crisis no será fácil para ningún gobierno. Acabar con la guerra contra las drogas, y tratar el consumo como un problema de salud y no criminal, sería un paso hacia adelante, pero hay que ir mucho más allá. La violencia no se acaba repartiendo abrazos, sino poniendo fin a la impunidad. Pero esta no ha disminuido. 

Testimonios

México no es un narcoestado, dice AMLO, y defiende la labor del Ejército como policía. Al mismo tiempo, sin embargo, encarcela y procesa por razones políticas a mandos militares por el caso Iguala, sin más pruebas que los testimonios de los criminales que asesinaron a los estudiantes. 

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