Un corazón de poeta, lleno de amor para su familia, fue el sello que definió la vida del celayense Jorge Suárez Inda, quien partió de este mundo despedido por el cariño de hijos, nietos y bisnietos.
Un hombre de vida familiar y muy unido a Dios, es lo primero que viene a la mente de sus hijos y nietos para describirlo, pues desde siempre inculcó en ellos el amor al Creador y a la Virgen María.
Su hija María Teresa lo recuerda como un hombre maravilloso, gran empresario que empezó de la nada, fue también maestro de inglés. Un hombre bueno y honesto, añade.
Desde hace diez años a don Jorge lo aquejaban algunos padecimientos que con el tiempo le impidieron ver y caminar, lo que sobrellevó con “mucha valentía, mucho amor y mucha fe”, asegura su hija Tere.
Este lunes, con 100 años cumplidos, el Señor lo llamó a su encuentro. Y para despedirlo de la vida terrenal sus familiares lo velaron en San Rafael Alameda y elevaron sus oraciones por su eterno descanso con una misa en el Templo de San Francisco, la cual fue presidida por su hermano el Cardenal Alberto Suárez Inda.
Honesto, de valores y muy cariñoso con su familia, así fue don Jorge, escribía poesía desde los 18 años, le gustaba la música, tocaba la guitarra, jugaba al golf y al tenis, deporte en el que destacó a nivel estatal.
Un abuelo consentidor que dejó gratos recuerdos para la infancia de sus nietos. Además un hombre de entereza y esperanza, que supo llevar su enfermedad y los últimos años de su vida con fortaleza, pues no le gustaba quejarse ni renegar, confió siempre en la voluntad de Dios y lo que él designó para su vida.
Jorge Suárez Inda, nació en Celaya el primero de mayo de 1923, fue hijo de Amelia Inda y Luis Suárez Irigoyen, le sobreviven dos hermanos, Ricardo y el cardenal Alberto Suárez Inda.
Se casó con Aglae Chapa y engendraron a Jorge (t), Tere, Arnaldo, Aglae, Eugenio, Alma y Alejandra, así como a la bebé Lolita quien nació sin vida.
Junto con Aglae formó una familia muy unida, a ella dedicaba todo el tiempo posible, y cuando sus nietos llegaron a su vida, no perdía oportunidad de disfrutar de inolvidables vacaciones con todos ellos.
Él dio todo su tiempo a su esposa, sus hijos, sus nietos y su familia, todas las vaciones nos llevaba a Acapulco o a Disney, desde chiquititos todos los nietos nos ibamos con él, tenía una casa en Acapulco que la hizo especialmente para todos nosotros”, recuerda su primera nieta, Lorena.
Tuvo la dicha de conocer 14 nietos, 13 bisnietos y un tataranieto. “A mí y a todos los nietos nos hizo vivir las mejores infancias”, agrega.
Lorena reconoce entre los mayores aprendizajes que le quedan de su abuelo el saber apreciar la vida por los pequeños detalles y no por las cosas materiales, pues él tenía un gran don de asombro hacia la naturaleza.
Nos enseñó a saber apreciar todo, desde un árbol, un pájaro, la lluvia, nos enseñó a tener el don del asombro a lo maravilloso que Dios creó para todos”, explica Lorena.
Jorge también desarrolló su don para la poesía, contaba en su haber con más de 200, muchas de las cuales se compilaron en el libro ‘Vivamos la vida’.
“Todos los nietos concursamos con sus poesías en la escuela y ganábamos”, añade Lorena.
Entre la sociedad y el empresariado celayense fue siempre respetado, comenzó su oficio como comerciante de muebles desde muy joven, creó una fábrica de muebles y posteriormente se dedicó a la construcción y compra-venta de casas, entre otras actividades empresariales.
Fue un gran ejemplo, no sólo de vida y de amor a Dios, sino también de fortaleza y esperanza hacia un mundo mejor que es la vida eterna”, concluye Lorena Chaurand Suárez.
Descanse en paz, Jorge Suárez Inda.
Misterio
Misterio es el todo:
misterio es la nada;
misterio es el cuerpo;
misterio es el alma…
Misterio es el polvo
y la gota de agua;
y las mariposas…
y sus bellas alas
y las golondrinas
y las flores blancas…
En todas las cosas;
en cada palabra,
hay grandes misterios
que la mente humana
mientras viva en estas
regiones amargas,
nunca entenderá
con ideas claras.
Misterio es la cuna;
también la mortaja
es otro misterio
que al cerebro amaga;
misterio es la vida,
la muerte, las lágrimas…
Y un dulce misterio
es la cruz clavada
con su Cristo muerto
en esa montaña
donde brilla el solo
rayo de esperanza.
Autor: Jorge Suárez Inda.
MGL