Decían los abuelos que “el agua que no has de beber, jala la cadena y déjala correr”. Se referían a los antiguos baños en donde se jalaba una cadena en la parte alta del excusado (eran inicios del siglo XX) para que el agua de arrastre se llevara las excretas. Se desperdiciaba mucha agua, y el inicio de la cultura de cuidado del agua apenas es del final del siglo pasado, pues el líquido se acaba en todo el mundo. Hay guerras por el agua y las economías dependen de su disponibilidad. El cambio climático consecuencia de la contaminación provocada por los seres humanos, es una realidad. Las grandes sequías son una consecuencia de ello. En León todos ya lo sabemos, pero hacemos poco o nada para mitigar la falta de agua.
Las lluvias no llegaron a este Valle de Señora. Serán trombas esporádicas y no lluvias en el periodo junio-julio. En mis artículos desde hace 25 años le llamo “la gran sequía”. Pero el caso es que la lluvia bien aprovechada permitiría tener reservas de alrededor de la tercera parte del suministro de toda la ciudad. Pero la dejamos correr. Si nosotros en las casas ampliáramos la capacidad del aljibe o cisterna y condujéramos desde los techos el agua de lluvia y dejáramos de abrir la llave de Sapal, podríamos subsistir en promedio al menos 3 meses cuando inicie en septiembre el estiaje.
Esto es una estrategia de lo que yo llamo el Plan C para tener agua para León. Mucha gente me dice que “cómo es posible que tengamos tanta agua cuando llueve y no la aprovechemos”. Sí, es cierto, pero les pregunto “¿ustedes captan en casa el agua de lluvia?” y la respuesta, lamentablemente, es que no. Preguntando a amigos de Desarrollo Urbano, tendremos alrededor del 65% de la superficie de la mancha urbana cubierta de cemento y esto dificulta la infiltración. Pero tenemos en el resto, jardines, terrenos, techumbres, estacionamientos, donde es posible y necesario captar el agua de lluvia e infiltrarla.
Claro, hay Normas Oficiales Mexicanas NOM para la infiltración. El suelo es una esponjita que filtra el agua físicamente y deja pasar al fondo el agua más pura, siempre y cuando esta no traiga aceites, basura, químicos, pesticidas, entre otros, que contaminen el manto freático. Pues como investigaba con algunos colegas en el CIATEC, la capacidad de contaminación de un químico en un cuerpo de agua, es inmensa. En un estudio que hice precisamente en ese querido centro Conacyt (perdón, el Conacyt ya no existe), calculaba que el potencial de captación e infiltración de agua de lluvia a los mantos freáticos es enorme, siempre y cuando seleccionemos los mejores lugares para la infiltración.
Cuando nuestros ancestros seleccionaron el Valle de Señora para fundar León, encontraron un río (el de los Gómez) y que este encauzaba las caídas de agua del poniente (Jalisco) y del norte (Sierra de Lobos); tanto, que decidieron allí construir los primeros solares. Con el paso de los siglos Luis Long diseñó la solución para reducir el riesgo de más inundaciones, y con ello nuestro querido río se lleva toda el agua de lluvia para que corra hacia el sur y termine en el Lago de Chapala y de allí hasta el Océano Pacífico. Así que nosotros los leoneses, tontitos, encauzamos, pero no aprovechamos el agua para recargar el manto freático y solo la vemos pasar.
Captar agua de lluvia en nuestras casas, requiere un esquema de estímulos a cuenta del pago a Sapal presentando un proyecto sencillo para ampliar la cisterna y hacer la canalización con PVC desde las azoteas con algunos filtros. Infiltrarla en lugares grandes como los estacionamientos es posible con pequeños filtros y trampas de grasas y basura. Se trata de hacer muchos, muchísimos, pozos de absorción como algunos hacemos. La Universidad Tecnológica de León los tiene y ahora podrán ver en Ciudad del Niño Don Bosco los sistemas ecológicos que construimos para el aprendizaje de los menores. Todo es posible, pero se requieren pequeñas inversiones que se pagan con los ahorros y con el aprovechamiento de esa hermosa agua de lluvia.
Las lluvias en León, entendamos, serán cada vez menos frecuentes y serán tormentas y hay que aprovecharlas. Es decir, a pesar de nuestros errores, repetimos siglos después la misma rutina: “El agua que no hemos de beber, solo la vemos correr”.