Finalmente, Donald Trump ha sido acusado de manera formal por su intento de revertir los resultados de la elección presidencial del 2020. Después de una larga investigación, que incluyó el trabajo histórico del comité del Congreso sobre la insurrección del 6 de enero de 2021 en el Capitolio y el testimonio de una larga lista de personas cercanas al propio Trump y a su Casa Blanca, el fiscal especial Jack Smith presentó cuatro cargos de conspiración contra Trump. Los cargos posiblemente se extiendan a lo que Smith llamó “seis co-conspiradores”, entre los que con toda seguridad está el equipo legal de Trump de aquel tiempo, encabezado por Rudolph Giuliani.
La acusación contra Trump detalla de manera contundente cuatro conspiraciones. Presenta evidencia de que Trump sabía que sus reclamos de fraude electoral eran falsos y aun así “deliberadamente ignoró la verdad”. Es decir, Trump “diseminó falsos reclamos de fraude” a pesar de saber que eran falaces y trató de revertir activamente los resultados de la elección mediante engaños. De acuerdo con la evidencia recabada por Smith, Trump quiso “impedir, obstruir y derrotar” las funciones del gobierno federal en cuanto a la elección del 2020.
A partir de aquella elección en noviembre, Trump y sus co-conspiradores repitieron teorías falsas, trataron de manipular a oficiales estatales, presionaron al vicepresidente Pence para alterar “de manera fraudulenta el resultado de la elección” durante el proceso de certificación en el Congreso e incendiaron a la opinión pública sobre un fraude que, todos sabían a cabalidad, era absolutamente falso.
Después de la erupción de violencia en el Capitolio, provocado por su insistencia en un fraude electoral inexistente, Trump “explotó la violencia y el caos” para tratar de “convencer a legisladores de que retrasaran el proceso de certificación”, construyendo así la transición pacífica del poder presidencial, que ha sido la norma en Estados Unidos durante 250 años.
En suma, dice Jack Smith en la acusación, Trump y sus co-conspiradores trataron “de manera corrupta, de impedir y obstruir” la certificación de la elección además de “lastimar, oprimir, amenazar o intimidar a personas (…) que ejercían su derecho constitucional a votar y ver contado su voto”. El documento de encausamiento es implacable y merece una lectura detallada. Son solo 45 páginas. Recomiendo ampliamente su lectura.
Ahora… ¿cómo piensa defenderse Donald Trump? En los días posteriores a la acusación, el equipo de abogados de Trump, encabezado por John Lauro, ha explicado a grandes rasgos su estrategia. Lo primero que intentará será retrasar el juicio lo más posible, con la esperanza de que se extienda hasta los tiempos propiamente electorales del 2024. Esto es improbable, como lo mismo que los otros dos juicios que va a enfrentar Trump.
Pero, más allá de este intento probablemente infructuoso de dilación, los abogados del expresidente de Estados Unidos tratarán de persuadir a justicia de que Trump estaba solo ejerciendo su derecho inalienable a la libertad de expresión política. Dirán que tenía derecho a cuestionar públicamente los resultados de la elección y castigarlo es imposible. En esto tienen razón, el asunto es que la propia acusación así lo reconoce. Quizá anticipándose a esta posible defensa, Smith explica con claridad que el caso no cuestiona el derecho de Trump de poner en tela de juicio la elección.
Se enfoca, en cambio, en los intentos específicos de Trump, por revertir o alterar resultados de la votación en los estados mediante manipulación y mentiras, además de los intentos inauditos del propio Trump y su equipo legal de convencer al exvicepresidente Pence de impedir el proceso de certificación el 6 de enero, algo que el propio Pence ha denunciado una y otra vez como ilegal. Eso no tiene nada que ver con la libertad de expresión. Bill Barr, el republicano fiscal general de Trump, lo explicó claramente en una entrevista reciente con CNN. “La libertad de expresión no te da derecho a participar en una conspiración fraudulenta”, dijo Barr. Otros expertos legales concuerdan. Trump podía quejarse todo lo que quisiera del resultado de la elección, incluso sugerir fraude, pero dar el paso a conspirar para esperar los resultados o el proceso de certificación de Joe Biden como presidente…eso es harina de otro costal.
Por lo demás, quizá lo más importante de todo este proceso para Estados Unidos es que está ocurriendo y que Trump irá a juicio. En su obstinación narcisista, Trump ha contagiado a buena parte de la sociedad estadounidense de un virus terrible: el de la duda de la imparcialidad democrática. A pesar de que sabía que había perdido, Trump prefirió incendiar la democracia estadounidense que aceptar su derrota. Las consecuencias de esa decisión todavía podrían hundir la estabilidad institucional del país en el 2024 y más allá.
Pero ahora, gracias al proceso legal, los estadounidenses tendrán la oportunidad de escuchar con todo detalle los pecados del hombre que fuera su presidente y ahora aspira a serlo de nuevo. No es poca cosa.
@LeonKrauze