Hoy sin mayor preámbulo o introducción, me referiré a la gran polémica que ha desatado la impresión y difusión de algunos de los libros de texto gratuitos al ser analizados, se ven plagados de errores, notados ya no digamos por expertos pedagogos, sino por nosotros mismos, simples lectores, los cuales están a disposición en redes sociales y por correo o WhatsApp para cualquiera. En un ejercicio práctico, la redacción de este prestigiado periódico encargó la revisión de uno de los libros de texto, el correspondiente al tema “Nuestros Saberes”, para Sexto Año de Primaria, para salir de dudas sobre las miles de críticas a estas publicaciones, y en ¡UN SOLO LIBRO de la SEP se encontraron 215 errores! (AM. 06/agosto/23, sección A-I, primera plana).

Asombra cómo se pretende tapar el sol con un dedo cuando Marx Arriaga, director de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública, en una conferencia de prensa conjunta con otros funcionarios, entre ellos la propia secretaria, Leticia Ramírez, afirma que en 21 textos revisados solo detectaron 20 errores, ni el 1 % en la totalidad de los libros revisados, según él, solo el 0.83 %. Falsa aclaración, pues ahí está la evidencia de AM en un solo texto.

Si bien, cuando se implementó la creación de estos libros de texto gratuitos en el sexenio del presidente de la República, Adolfo López Mateos (1958-1964) y cuando se entregaron los primeros, allá por 1960 en el poblado de El Saucito en San Luis Potosí, hubo muchos problemas para su distribución; de todo tipo, desde su transporte, resguardo, conservación, entrega en mano de los alumnos, la comprensión de los maestros sobre aquellos textos o hasta la corrupción de algunos profesores, por ineptos, flojos o irresponsables, como me tocó a mí en segundo grado de primaria y que plasmé en un relato de mi libro “Los Corruptos Menores” (Universidad Iberoamericana León. Año 2005. 90 páginas. Agotado.) que al final de esta entrega reproduzco para los amables lectores, no se comparan con las pifias de origen de ahora, además de la carga ideológica en sus contenidos tendenciosos en diversos temas, que poco a poco los editorialistas, columnistas, articulistas y comentaristas de los medios de comunicación han observado y precisado en sus aportaciones.

El periodista Héctor de Mauleón (AM. 9/agosto/23 Pág. B2) recuerda parte del contenido de algunos libros de texto gratuitos que recibió y donde estudió cuando niño, principalmente algunos pasajes históricos y relatos literarios y poemas de personajes muy sobresalientes del arte y la cultura, como María Enriqueta, Gabriela Mistral, Leopoldo Lugones, Juan Ramón Jiménez, Amado Nervo, Porfirio Barba, Juan de Dios Peza, Juana de Ibarbourou, Heriberto Frías y Guillermo Prieto, entre otros. En lo personal, me hizo recordar aquel texto sobre el nacimiento del volcán Paricutín y el de “Platero y yo” de Juan Ramón Jiménez. 

Ni Marx Arriaga Navarro ni Leticia Ramírez Amaya, pueden compararse con aquellos grandes intelectuales como Jaime Torres Bodet y su equipo de trabajo: Martín Luis Guzmán, Agustín Yáñez, José Gorostiza, Arturo Arnaiz y Freg y otros, pero sí pudieron haber elaborado un trabajo decoroso si hubieran cumplido con el procedimiento señalado en la normatividad que rige a la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg), así como dar participación a la Unión Nacional de Padres de Familia, maestros y otras entidades. Porque si todos esos libros están como el texto que revisó el equipo del periódico AM, pues entonces sí tendría razón el profesor Moisés al afirmar que “esos libros nomás sirven para el baño”. Aquí el relato a continuación.

EL PROFESOR

Dos por dos, cuatro; dos por tres, seis; dos por cuatro, ocho…

El salón de clases se encuentra pletórico de niños alumnos. Es el grupo de segundo curso de primaria y repiten en voz alta “la tabla del dos” que se encuentra en el pizarrón a la vista de todos.

El profesor, mientras tanto, duerme, mitad en su silla y mitad en el escritorio.

De repente despierta, se incorpora y dice:

Ya estuvo bueno de gritar, ahora pasaremos a que hagan todos de dos en dos hasta el diez mil y no se va el que no acabe.

Son las 11 de la mañana, ya pasó el recreo y un chamaco de entre 8 y 10 años de edad pregunta:

Profe y ¿por qué no vemos mejor los libros que nos regalan? Números ya sabemos y siempre es lo que nos deja.

Mira Lalito, esos libros nomás sirven para el baño; al menos eso dicen los intelectuales y yo les creo, ja, ja, ja, ja.

Y quiénes son los intelectuales profe?

Pues unos señores estudiosos que critican todo.

Y ¿dónde estudian profe?

Pues donde sea, donde pueden. Yo les enseño a ustedes lo práctico lo que les sirva nada más. Al cabo ya saben leer y escribir ¿no? Porque los que no sabían los regresé a primero. Ja, ja, ja, ja…

Entonces los intelectuales esos ¿son como usted y nada más les gusta lo práctico y no los libros? Entonces ¿en qué estudian?

No precisamente Lalito, esos critican todo pero estudian en libros, en revistas, periódicos, entre ellos; lo que pasa es que esos libros de texto gratuito no les gustan.

¿Y no hay otros?

Sí, pero ustedes no tienen para comprarlos.

¿Y usted los conoce?

Claro, por eso soy profesor.

Entonces ¿por qué no nos enseña algo más que números de estos y romanos? El profesor Antonio del otro grupo ya acabó con los libros que les dieron y hasta lleva él unos y se los lee a todos, hasta trabajos manuales están haciendo.

Si cabrón escuincle, pero yo soy Moisés y me vale madre lo que hagan los demás pendejos. Siéntate ya y si no quieres hacer los números, organízate una “coperacha” para que me vayan a comprar el periódico.

Al decir esto, se paran otros niños y alzando la mano le dicen al maestro: “mejor yo, profe”, “yo profe”…

Lalito se sienta asustado sin entender nada y empieza a rayar en sus cuadernos: “2-4-6-8-10-12-14-16-18…”

El profesor Moisés se queda pensando:

Pinches muchachos, están tan jodidos que lo único que les espera es crecer un poco más para que sus papás los pongan a trabajar y les ayuden “al gasto” ¿para qué quieren saber más?’ Ai’ nomás que maten el tiempo. Ese Lalito es abusado, pero él y otros tres o cuatro son la excepción, no por ellos voy a amolar a los demás poniéndolos a estudiar, total cuando pasen a tercero se emparejan.

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