Aunque parezca bizarro el hecho de que un rector se encapriche en nombrar a su sucesor, hoy la Universidad de Guanajuato transita una peligrosa zona, en donde la obsesión ha encontrado un caldo de cultivo para intentar imponer al nuevo conductor de los destinos universitarios. A como dé lugar insiste en que alguien incondicional sea designado como su heredero.
Quienes por nuestra edad fuimos testigos de la solemne llegada diaria al claustro universitario de don Euquerio Guerrero, nos aflige la ausencia de señorío del actual dirigente de la institución, capaz de allanar la propiedad privada de un medio de comunicación, aun siendo jurista, para acabar incoado a un procedimiento penal y sujeto a una recomendación de la Procuraduría de Derechos Humanos. ¡Insólito y vergonzoso!
¿De dónde surge el afán por intervenir en el nombramiento del nuevo rector? ¿Por qué no dejar que las instituciones universitarias hagan su trabajo desapasionadamente y seleccionen y designen un nuevo liderazgo? ¿Por qué agitar las aguas y desatar tormentas innecesarias en una egregia casa de estudios? ¿Por qué retar a la inteligencia y degradar a la lógica, buscando sustitutos de bajo perfil, habiendo académicos bien acreditados?
Cuando se procede con malos modos y peores intenciones, nos inducen a pensar mal y a rastrear entre los vericuetos administrativos, con el objeto de encontrar irregularidades que justifiquen la conducta de desconfianza que evidencia el actual rector. Porque es entonces cuando descubrimos, que hay cuestiones delicadas que se han sabido desde hace tiempo, como las ventas de varias decenas de inmuebles propiedad de la universidad a precios ridículos, así como contratos de obra a costos sospechosos, asignados sin mediar licitación. ¿Será acaso que por ahí comenzaron a generarse las suspicacias que ahora demandan una ciega fidelidad del futuro rector con su antecesor?
Porque resulta curioso el enorme esfuerzo avocado a que la designación no recaiga en un candidato que muestre independencia para revisar el destino de los bienes, la pertinencia de las transacciones, de los contratos de obra y la creación y conveniencia de nuevos puestos laborales. La rendición de cuentas y la transparencia son requisitos que pueden faltar en los gobiernos y en las paraestatales, pero nunca en una institución de educación superior, que debe poner el ejemplo a todos. Deben ser cajas de cristal, totalmente transparentes, que sirvan para formar ciudadanos comprometidos a hacer las cosas con corrección y dar resultados, documentando con precisión sus acciones, para que puedan ser verificadas y evaluadas.
Porque así las cosas, el proceso de nombramiento de nuevo rector, que se compone de una instancia de selección de candidatos y otra de designación entre los escogidos, puede convertirse en yesca. Resulta que el Consejo Universitario, compuesto de 52 miembros, y que es el seleccionador, presenta rasgos preocupantes. Sus resoluciones, en estos tiempos, se toman en el 99 % de las veces por unanimidad. Una instancia deliberativa que presenta estas condiciones, llama a la desconfianza.
Cualquiera diría que se compone de individuos poco proactivos, domesticados, acostumbrados a recibir instrucciones y a votar por consigna. Estando tan maltrecho y con la dignidad mancillada este espacio universitario, no sería raro constatar que durante el desarrollo de la próxima reunión del 29 de agosto, en la que se proponen las candidaturas susceptibles de designación a la Junta Directiva, la consejera Isaura Arreguín, operadora del rector, intentara descalificar a algún candidato incómodo, para pedir su exclusión de la lista. De suceder una acción de esta índole, se provocaría un conflicto difícil de aplacar, dejándonos una casa de estudios conflictuada y en completa disidencia contra sus autoridades, sobre todo si las causas para descalificar a cualquier candidato no deseado, fueran simples e injustas imputaciones de algunos miembros del Consejo. Más vale no transitar por tan peligrosos caminos.
La Universidad es el ámbito de la meritocracia y el liderazgo responsable. Se sabe que los académicos que sean propuestos para ser designados como rector, deberán ser evaluados bajo los criterios establecidos por el artículo 29 del Reglamento de la Junta Directiva: el análisis y pertinencia del proyecto presentado, su trayectoria, liderazgo, capacidad de conducción y valores. Los miembros de la Junta están obligados a actuar con ética y objetividad (Artículo 4 del Reglamento). Bajo estas claras condiciones, no habrá dificultad para identificar a la persona que reúna los mejores atributos para ser rector de nuestra querida Universidad. Por ello esperamos que la obsesión sea apabullada, y la inteligencia brille en la colmena.
RAA